Desde la primera película sonora hasta la actualidad, el jazz ha sido un acompañante
privilegiado del cine. Bandas sonoras, apariciones estelares, argumentos y hasta películas
rodadas a ritmo de jazz. Hacemos un repaso a las más interesantes.
De la relación entre cine y jazz
podría decirse que nacieron a
un mismo tiempo –finales del
siglo XIX–, desde muy jóvenes
se les vio coquetear juntos y
que todavía hoy, tantos años
después, se les puede ver cogidos
de la mano en muchas ocasiones.
Aun así, no fue hasta la llegada
del sonoro cuando se formalizó
su unión. La primera
película hablada fue El cantor
de jazz (1927, Alan Crosland)
en la que el protagonista, Al
Jolson, debido al racismo de
la época y a la imposibilidad
de tener un actor negro, aparecía
con el rostro tiznado con
carbón.
De 1929 es el corto St. Louis
Blues (1929, Dudley Murphy),
una película mucho más interesante
que la anterior, protagonizada
por Bessie Smith, ‘la
Emperatriz del blues’, junto a
la orquesta de Fletcher Henderson
y mucho humo, alcohol
y músicos negros, compañeros
que el jazz siempre ha
agradecido a su lado.
A partir de ahí, cine y jazz
han tenido numerosos encuentros
y sus relaciones han
adoptado formas muy diversas:
como soporte musical de
las imágenes, con auténticos
grupos de jazz apareciendo en
alguna secuencia, recreando
la vida de algún artista o bien
en formato documental.
- ‘Shadows’ La película de John Cassavettes fue rodado con un tempo jazzístico
Jazz y género negro
Durante los ‘30 y los ‘40, muchas
canciones del género pueden escucharse
en musicales como
Birth of the blues (1940,
Schertzinger) o Stormy Weather
(1943, Andrew Stone). Pero, sobre
todo, destaca el cine negro
que es, por atmósfera y ambiente,
el género más jazzístico.
Algunas muestras son Scarface
(1932, Howard Hawks), El abrazo
de la muerte (1948, Robert
Siodmak) o La jungla de asfalto
(1950, John Huston).
A partir de mediados de los
‘40 la vida de algunos músicos
de jazz pasa a ser el argumento
principal: The fabulous Dorsey
(1947, Alfred E. Green) sobre los
hermanos Dorsey o The young
man with a horn (1950, Michael
Curtiz), que trata sobre el gran
cornetista Bix Beiderbecke, con
Lauren Bacall y Kirk Douglas
como protagonistas; cine aséptico
protagonizado por músicos
blancos. Cuando los protagonistas
eran negros las cosas cambiaban
y se cometían ciertos
atropellos. Un ejemplo es New
Orleans (1946, Arthur Lubin) en
la que aparecen artistas tan
Desde la primera película sonora hasta la actualidad, el jazz ha sido un acompañante
privilegiado del cine. Bandas sonoras, apariciones estelares, argumentos y hasta películas
rodadas a ritmo de jazz. Hacemos un repaso a las más interesantes.
grandes como Louis Armstrong
y Billie Holiday, en papeles de
mozo de cuadra y sirvienta.
A principios de los ‘50 el cine
americano realizó una serie de
largos en los que aparecen artistas
del momento: The blue gardenia
(1953, Fritz Lang), con Nat
King Cole, o Pete Kelly’s (1955,
Jack Webb) con Peggy Lee. En
1959 destaca la indispensable
Shadows, ópera prima de John
Cassavettes, uno de los padres
del cine independiente, con música
de Charles Mingus, de la
que se podría decir que posee estructura
de jazz, pues su trama
está abierta a la improvisación
de sus intérpretes. De ese mismo
año es la banda sonora que
compuso Duke Ellington para
Anatomía de un asesinato
(1959, Otto Preminger).
En la vieja Europa se están
sentando las bases de la nouvelle
vague, cuyo espíritu tiene
grandes conexiones con el mundo
del jazz. Uno de los mejores
ejemplos es Ascensor para el cadalso
(1957, Louis Malle) con
música de Miles Davis, uno de
los grandes discos del siglo XX;
y las partituras jazzísticas de Al
final de la escapada (1959,
Goddard) o Disparen sobre el
pianista (1960, Truffaut).
De 1958 data la primera película
española con banda sonora
de jazz. Se trata de Un vaso de
whisky, de Julio Coll, que había
dirigido esa pieza de cine negro
patrio llamada Apartado de correos
1001 y que en 1971 publicó
Variaciones sobre el jazz.
Bandas sonoras
A partir de los ‘60, con la consolidación
del cine de autor, el jazz
empieza a ser música natural en
muchas bandas sonoras. Destacan
la de Las relaciones peligrosas
(1960, Roger Vadim) con
música de los Jazz Messengers
de Art Blakey; y Blow-up (1966,
Antonioni) basada en un cuento
de Julio Cortázar, que cuenta
con Herbie Hancock.
A principios de los ‘70, superado
ya el complejo de inferioridad
del cine americano frente al
cine de autor europeo, el jazz
aparece en unas cuantas películas
que merecen especial atención.
Play misty for me (1971,
Clint Eastwood) cuenta la historia
de un locutor de radio que
programa con asiduidad música
del pianista Erroll Garner. En
Lady sings the blues (1972,
Sidney J. Furie) Diana Ross encarnó
a Billie Holiday, cuya figura
y música se merecían una película
mejor. Si realmente se
quiere ver a la dama del jazz en
toda su grandeza hay que verla
en los diez gloriosos minutos de
Fine & Mellow (1957, The sound
of jazz, Jack Smight).
Por entonces Woody Allen
conocerá el éxito con Annie
Hall (1977), Manhattan (1979)
o Zelig (1983) en las que no faltan
temas de jazz. En 1999, con
Acordes y desacuerdos, rendirá
su particular homenaje a
uno de los grandes guitarristas
del género, Django Reinhardt.
Y así, dejándonos intoxicar por
esta música que Juan Claudio
Cifuentes definió como “el humo
del tabaco”, hemos llegado
a nuestros días, más de cien
años después de que el jazz entablara
su particular relación
con el cinematógrafo y juntos
protagonizaran, al igual que
las parejas de otro tiempo, muchos
momentos inolvidables
de su existencia.
Los ‘80 y los ‘90, de Spike Lee a Clint Eastwood
A mediados de los ‘80, otro cineasta que ha maridado a la
perfección cine y jazz, Spike Lee, dirigió su ópera prima,
Nola Darling (1986), con banda sonora compuesta por su
progenitor, contrabajista de jazz. En esta línea continuaría
con Haz lo que debas (1988) o Cuanto más mejor (1990)
basada en la vida de Wynton Marsalis.
En 1986, Bertrand Tavernier firmó Alrededor de la medianoche,
interpretada por el saxofonista Dexter Gordon. La
banda sonora, compuesta de nuevo por Herbie Hancock,
es otro disco más que recomendable.
Al año siguiente se hizo un documental imprescindible,
Straight no chaser (1987, Charlotte Zwerin) sobre Thelonious
Monk financiado por Clint Eastwood, en el que se muestra su
particular universo lleno, a partes iguales, de música y soledad.
Un año después el propio Eastwood se puso al otro
lado de la cámara para dirigir Bird, una reconstrucción de la
biografía de Charlie Parker. En su banda sonora pueden oírse
los solos originales del gran saxo alto ‘acompañado’ por
famosos músicos del jazz actual.
Ese mismo año Bruce Weber realiza Let’s get lost, un documental
sobre Chet Baker del que el crítico Jordi Costa dijo
que “ofrece un privilegiado testimonio de ese feroz pulso
entre turbulencia y fragilidad que Baker destiló en belleza
perdurable”.
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