Festival de cine europeo de Sevilla
En Sevilla el festival no es una fiesta mayor

’Good vibrations’ de Lisa Barros D’Sa y Glenn Leyburnr es lo más destacado, para nuestro cronista, de un festival que ha olvidado El Mundo es Nuestro, una de las obras andaluzas más sugerentes de los últimos años.

30/11/12 · 12:15

Se ha celebrado en Sevilla la novena edición del Festival de Cine Europeo, uno de los pocos acontecimientos culturales sin olor a incienso que quedan en la capital de Andalucía. Este año se ha elegido llevar el cine al centro de la ciudad, acercándose a la Alameda, en lugar de obligar a desplazarse hasta un centro comercial con estadio incluido fuera del casco antiguo. Es probablemente para satisfacer la voluntad de acercarse a todos los públicos evocada por Zoido y trasmitida a la posteridad en las páginas del programa, por medio de las palabras de la delegada de Cultura, educación, deportes y juventud del Ayuntamiento de Sevilla, claro signo que en Sevilla el Festival de Cine no es una Fiesta Mayor.

Respecto al sentido de hablar de un cine europeo, la organización ha propuesto una selección de la producción continental (islas británicas incluidas), focalizando la mirada en las producciones culturales de los países periféricos de Europa, Grecia y Portugal. El país helénico es el huésped de esta edición y nos propone un presente hecho de gente con graves dificultades para comprar comida (Boy eating the bird’s food) y sobrevivir, también solo moralmente (cfr. Wasted Youth). La crisis y las diferentes modalidades para superarla o hundirse son de hecho la inspiración de la mayoría de las propuestas europea, donde el optimismo, al contrario de las jóvenes destinadas a la prostitución, es lo menos evocado.

Detrás hay un programa compuesto por muchas proyecciones, divididas en distintas secciones con un cuadro de horarios que obliga a hacer elecciones. El programa de mano, que es lo único que este año de crisis viene dado a la prensa, en lugar de los cuadernitos con el logo de la televisión autonómica y los bolígrafos reciclables de la Junta, ofrece unas informaciones esenciales que ya en las pasadas ediciones han demostrado su fragilidad. Cabe anotar que por merito del vacío informativo que caracteriza estas publicaciones hace unas pocas ediciones, acabé en la proyección de una joya de este festival, A Bude Hur” (Chequia, 2007). La pregunta era "existìa una "contracultura" en el bloque soviètico?", la respuesta es en blanco y negro y llena de drogas, amores lesbianos y policía secreta.

Buenas vibraciones

La primera película que he decidido ver de esta edición, y la única de la que os hablaré, es Good Vibrations, ágil y divertida obra de Lisa Barros D’Sa y Glenn Leyburnr que narra el desarrollo del Punk en Irlanda del Norte en los años del conflicto irlandés y del terrorismo. Good Vibrations ha sido y es una etiqueta de Belfast, ligada a una tienda creada y gestionada por Terry Hooley, interpretado magistralmente por Richard Dormer, peculiar personaje de la Belfast musical, que consiguió abrazar en un riff desentonado un público mixto, que por el día se odiaba y por la noche bailaba sin preguntarse la opinión de su vecino respeto a la interpretación de las sacras escrituras, en el humo alcohólico de las salas y de los pubs del Ulster.

La película ofrece pedazos de historia, de muertos y de bombas, hace referencia a la actualidad musical londinense, centrándose en el desarrollo de la etiqueta que produjo también Rudi y The Outcast. El ápice emocional de la película se presenta con la intervención de un desconocido grupo de Derry, determinado a producir un disco que incluyera la que John Peel definió como su canción favorita. The Undertones y su Teenage Kicks, cuya primera edición fue envuelta a mano en una carátula de papel y ahora es una de las más cotizadas por los coleccionistas.

Por lo que concierne la sección documental destacaría Lebanese Rocket Society, donde se narra la historia del primer cohete construido en un país árabe. El uso de documentación audiovisual casi inédita aporta valor histórico a una película cuyo único fallo está en los últimos 15 minutos, cuando el lenguaje del documental pasa el testigo a la ciencia ficción y a la fantapolítica dejando un mal sabor en la boca.

Respecto al resto del programa, donde destaca también Reality de Garrone, película italiana cuya comprensión puede ser complicada traspasados los Alpes, lo que más ruido hace es la ausencia de El Mundo es Nuestro, si no en “Nueva Olas”, cuanto menos en una sección que es dedicada de manera palmaria a las producciones andaluzas. Se supone que se hubiera podido encontrar un espacio para proyectar una película que ha propuesto un inédito modelo de producción y distribución de un producto cultural, basado en un lenguaje popular y en la ridiculización de algunos aspectos de la realidad sevillana, cuyo éxito y calidad está largamente demostrada por los datos de taquilla y las nominaciones a los distintos premios nacionales.

En esta ausencia está la esencia del Festival de Sevilla, posiblemente demasiado ocupado a definir lo europeo para pensar en lo suyo.

Kermesse e indigenismo

El sincretismo entre la kermesse cinematográfica y la cultura indígena se expresa en el cartel. La composición, según la nota de prensa oficial es rica en matices y detalles en los que sumergirse, (...) invoca los símbolos más característicos del imaginario de la ciudad remezclados con el particular sentido estético y del humor del artista sevillano. Entre los comentarios de muchos de los que estaban en la cola de la taquilla del cine Alameda y miraban el cartel el cronista anota” ¿aquello que es? ¿Lo que queda de un botellón?”, “lo del agua queda bien, visto la que está cayendo”, “si meten una gitana de este tamaño para el cine a ver qué se inventan para la Feria!”, “Falta Curro!”, “¿qué pinta un ayeaye en Sevilla?”, etc.

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