‘Cita en Sarajevo’

El asesinato del general Luburicde FRANCESC BAYARRI

LUCAS MARCO

El 20 de abril de 1969 el general croata Vjekoslav Luburic fue asesinado en la localidad valenciana de Carcaixent, donde el franquismo le había acogido y protegido durante décadas. Responsable de los campos de concentración de la Croacia nazi, entró en España en 1947 gracias a la ayuda de los franciscanos. El régimen franquista, un auténtico paraíso en la tierra para dirigentes del fascismo internacional huidos después de la Segunda Guerra Mundial, lo protegió con documentación falsa y amparó las actividades del exiliado croata. Todo le fue relativamente bien hasta que su joven asistente Ilija Stanic acabó con su vida. La prensa franquista tildó a Stanic de espía comunista de la Yugoslavia de Tito. El rastro del supuesto espía se perdió hasta que durante el verano de 2003 el periodista y escritor Francesc Bayarri le localizó en Sarajevo. Cita en Sarajevo, la reciente edición en castellano del libro (publicado en catalán en 2006 por Eixam) rescata el terrible pasado del general Luburic y reconstruye minuciosamente su asesinato y los pasos que seguirá el joven Stanic. Tras varios años de investigación, Bayarri presenta esta magnífica narración periodística, intrigante y minuciosa que, si el mercado del audiovisual lo permite, pronto irá acompañada de su versión en formato documental.

— - ‘La llama bajo los escombros’

La poesía como medio de JULIO MONTEVERDE

EMILIA LANZAS
Poesía es lo que se hace”, dice el autor de La llama bajo los escombros. Poesía es lo que se vive, sobre todo, “esa experiencia mágica” que nos lleva de lo inasible a la revelación, que nos aporta los indicios de una existencia válida. Pero también poesía es lo que trasciende a la palabra, lo que estalla desde adentro para hacerse literatura, como apuntó Benjamín; la esencia vital, el alma, como proclamaron los románticos. Poesía es el acontecer y el verso. Porque cambiar el mundo también implica transformar el lenguaje (servirse de él), liberarlo de formas y de modos; y hacerlo colectivo desde el ‘yo’. La poesía sosegada y clara de Monteverde (miembro del Grupo Surrealista de Madrid) en este su segundo poemario (las palabras más ‘nobles’ son las más sencillas; de la mirada inocente surge la creación), carente de rigidez estrófica y sin apenas ambigüedades semánticas, posee la fuerza del que observa y siente. Aunque se perciba en ella un lejano anhelo de encantar el mundo, predomina sobre todo el acto del desenmascaramiento. Manifestar su deseo –esa llama que aún permanece bajo los escombros, esa llama “que surge del mar de la revuelta”–, para hacerla circular entre los entresijos y las imposiciones, expandirla desde la autoafirmación y el descubrimiento: ser para ser de todos.

— - ‘A timba abierta’

El anarco que amaba a Pandora de ÓSCAR URRA

APRIVATIVA
La peculiarísima geografía de A timba abierta es reducida: Tirso de Molina, Jesús y María, Doctor Cortezo, plaza de Lavapiés. Pasen y vean: en este escenario la intensidad de la acción no la provocan luces, ni vestuario; no hace falta otro despliegue de medios escenográficos más que el empaque de los personajes que por él deambulan y otro elemento poco visto. La solidez y preocupación por la brillantez de la materia de la escritura: el lenguaje.

Cuando el detective Cabria ha decidido acabar con su vida y sus deudas, un mafioso de medio pelo, el Botines, aparece para proponerle un nuevo caso: encontrar a Pandora, una mujer de la que sólo se sabe que es italiana y que ha sido vista por Tirso de Molina. Los hilos de los que tirar son pocos y para desentrañar la madeja, Cabria debe recurrir a su propio olfato, a camareros cultos, a soplones del barrio. Cabria se enamora de Nadia bajo la mirada atenta de Bakunin y Kropotkin, mientras el policía Meléndez se va hundiendo en su propio fango.

Mientras tanto, y por encima de todos ellos, el discurso del anarquista Alfonso sobre la libertad (“alguna vez tenía que ser que el fracaso se alzase con la llave y la espada..., bendita individualidad libertaria..., lloverán chuzos como puntas...”) se abre y cierra como un abanico mientras sus compañeros asienten.