Ahora estás exponiendo en galerías
pero tus trabajos de mayor
formato los realizas en la
calle, ¿qué sensaciones te transmite
dibujar en los muros?

Dos de las cosas que me gustan
pintando en la calle son:
que al contrario de la tela, el
muro tiene un pasado, una vida,
una historia materializada
en la textura que te puede influenciar,
o que te da una base
de trabajo. En la calle muchas
informaciones te llegan a los
ojos, a las orejas... Otra cosa
muy buena es que al contrario
con una tela, no tienes que esperar
una exposición, hacer las
invitaciones e invitar la gente
para tener un feedback, apenas
empiezas a pintar las primeras
líneas, ya tienes alguna gente
que expresa su sentimento delante
de tu obra, le gusta o no...
La gente te lo dice, y es muy
apreciable.

¿Qué artistas te han influido?
Mi mayor influencia son los pintores
modernos, empezando por
Modigliani, Picasso, Matisse,
Fernand Léger, Dubuffet, luego
Keith Haring, Basquiat, el arte
outsider, el arte de los niños, con
los que he hecho talleres, la artesanía
universal, el graffiti, mis
amigos... Algunos escritores, la
calle... Nuestra vida.

¿Cómo vives la contradicción
entre la parte comercial de ser
visto y el componente de
“gran hermano” que ponen en
marcha los gobiernos municipales
para “mantener limpias
las paredes”?
Sí, hay una gran contradicción...
Si alguien quiere expresarse, sabrá
hacerlo, haya leyes o no. Si
no tuviera estas leyes, o esta tentativa
de control, el arte sería publicidad,
márketing... lo que ya
está aconteciendo con todos estos
nuevos visuales de plantilla o
sticker que no cargan ninguna
energía o mensaje, sino el ego
del artista. Pero en este mar de
informaciones inútiles, hay algunas
imagenes que salen de los
muros y son potentes y generosas
o que, por lo menos, te hacen
preguntarte algo.