LITERATURA
"Reivindico esa otra mano invisible: la laboral"

Isaac Rosa ha publicado ‘La mano invisible’, una de las escasas incursiones de la literatura española en el proceloso mundo del trabajo.

- El trabajo de escribir sobre el trabajo

04/11/11 · 8:00
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Ilustración de CARLOS VELASCO

Sus novelas parecen tener un
horizonte común como escribe
de las suyas Honoré de
Balzac en el prólogo a La comedia
humana
. ¿Cree que, en
efecto, hay algo así o trabaja
en función de una especie de
contingencia literaria?

No tengo un proyecto literario,
en el sentido en que
Balzac pretendía retratar la
sociedad de su tiempo, o Zola
con los Rougon-Macquart.
Pero sí tengo unos intereses
que son comunes a mis novelas,
intereses políticos y literarios,
pues hasta ahora mis
novelas responden a una doble
inquietud: sobre el tiempo
en que vivo, y sobre la forma
en que la literatura retrata o
interpreta ese tiempo.

“Pretendo sacar el
trabajo de su contexto,
despojarlo de lo que lo
naturaliza, que hace
que lo entendamos”

En el capitalismo, el trabajo
es una forma de explotación.
En La mano invisible, el programa
mediático convierte la
actividad laboral como tal en
una tarea absurda, y explota,
sin embargo, la imagen del
trabajo. De hecho, la intriga
sobre ser visto, ver a los otros,
etc., es un elemento fundamental
en la novela. Los personajes
no acaban de entender
el mecanismo mediático.
¿Es también una novela sobre
una relación social, el trabajo,
mediada por imágenes, tal y
como definía Debord el espectáculo?

Aunque hay también una crítica
hacia la sociedad del espectáculo
en la que todo se
convierte en mercancía, la decisión
de situar la actividad laboral
bajo los focos, en un escenario,
con espectadores y
atención mediática, tiene otra
intención: pretendo sacar el
trabajo de su contexto, desnudarlo,
despojarlo de todo
aquello que lo naturaliza, que
hace que lo entendamos, que
lo justifiquemos, todo ese contexto
social que hace que tomemos
una forma de trabajo
(la propia del modo de producción
capitalista) por el trabajo
en términos absolutos,
con mayúscula, y que no nos
preguntemos por alternativas.
Descontextualizando al trabajador
es como vemos el sustrato
último de las relaciones
laborales en el capitalismo:
disciplinamiento, violencia,
extrañamiento, deshumanización
y absurdo. Aquello que
es común a todo trabajo, aunque
en muchos casos se amortigüe
o disimule, bien con mejores
condiciones laborales,
bien mediante eso que llamamos
vocación. Y aunque parezca
paradójico, encontré
que la mejor manera de desenfocarlo
era colocarlo bajo
esos otros focos, de modo que
al mismo tiempo el lector no
sepa dónde situarse: al principio
de la novela el lector se
sienta en la grada, es un espectador
más, pero según
avanza la novela puede acabar
él mismo en el escenario,
pasando de observador a observado.

Los títulos de sus novelas son
ciertamente determinantes. El
vano ayer
, El país del miedo.
Con su última novela estamos
ante una metáfora conocida
pero a menudo simplificada.
La “mano invisible” es una
idea del liberal Adam Smith
que, según teoriza, funciona
en el marco de los sentimientos
morales señalando que la
capacidad de empatía, de ponerse
en el lugar de los demás,
y un egoísmo racional llevan
al bienestar social, sin intervenciones
del Estado. Sin embargo,
no hay bienestar en la
novela.

Titular una novela sobre el malestar
laboral, económico y social
La mano invisible tiene un
evidente propósito irónico,
más evidente en momentos como
éste, en que por ninguna
parte se ve esa mano invisible
de los liberales, sino más bien
la mano negra económica que
está aprovechando la crisis para
escribir un nuevo capítulo
de la ‘doctrina del shock’. Hay
además una reivindicación de
esa otra “mano invisible”, la laboral,
que sufre una invisibilidad
social, mediática y literaria,
y que es la que en realidad
mueve el mundo. Hoy que el
factor trabajo es supeditado
más que nunca al factor capital,
y todo se escribe en lenguaje
macroeconómico y financiero,
yo quería reivindicar todo
ese trabajo que está detrás de cuanto nos rodea.

“Reivindico esa otra
‘mano invisible’, la
laboral, que sufre una
invisibilidad social,
mediática y literaria”

Siempre hay una consciencia
del escritor que se hace presente
en sus novelas. En general,
se tiene la impresión de
que rechaza la omnisciencia
del autor decimonónico. No
deja de verse el artefacto novela
pero al mismo tiempo parece
que hay una persistencia en
colocar al lector en otra posición
que la del consumidor de
relatos, casi como testigos.
Sólo se encuentra este efecto
en dos novelas actuales: en Lo
real
de Belén Gopegui y aquí.
Gopegui usa un recurso brechtiano,
usted uno de la posmodernidad
crítica: lo paradójico.

De la misma forma que, como
decía, he intentado sacar el
trabajo de su contexto naturalizador,
también busco sacar
la novela de su contexto,
de la forma habitual de leer,
pues cuando abrimos una novela
todos llegamos preparados
para leer de una manera
determinada, aquella con la
que hemos aprendido a leer
ficción, y que tiene que ver
con unas expectativas, unas
limitaciones, unas reglas de
verosimilitud más bien restrictivas,
etc. Intento romper
el espejismo (que a menudo
aceptamos al firmar el trato
que implica leer ficción) por
el que una novela se presenta
como un relato autónomo, del
que el novelista es poco más
que un transcriptor; se trata
de recordar al lector algo que
puede parecer obvio pero que
solemos olvidar: que detrás
de toda ficción hay un autor,
con intereses, con ideología,
que decide qué cuenta, cómo,
desde dónde y para qué.

Sus novelas siempre presentan
como mecanismos narrativos,
puesto que se convierten
en motores de la narración,
disfunciones y ambigüedades.
¿Cree que es suficiente
para revelar un mundo,
como parece intentar?

No sé si es suficiente, pero sí
necesario para revelar cuánto
de disfuncional y ambiguo hay
en ese mundo, que no es poco.

“Intento romper
el espejismo por el
que una novela se
presenta como
un relato autónomo”

Lo ausente en esta novela,
los explotadores y sus vidas
¿no son necesarios para explicar
las reflexiones sobre
el trabajo, el dinero, las formas
de vida, etc. en la que
están los personajes de La
mano invisible?

No creo que estén ausentes, como mucho
omitidos, y no siempre.
Me parece evidente su presencia.
En algunos momentos
de la novela están presentes;
en otros no hace falta explicitarlos,
por obvios; y en otros
pueden ser tan invisibles como
la mano que maneja los hilos
de la trama.

¿Qué ha dejado atrás para escribir
esta novela?

La primera renuncia fue la de
escribir una novela, llamémosla,
convencional sobre el mundo
del trabajo. Para el propósito de
desnudar las relaciones laborales
e ir a su sustrato común no
me servía una historia de trabajadores
sin más. No quería hablar
de condiciones laborales,
sino del trabajo en sí mismo.

“detrás de toda ficción
hay un autor, con
intereses, con ideología,
que decide qué cuenta,
cómo y desde dónde”

La mano invisible es también
el relato de una impotencia.
Hay una narración subyacente
por la que los trabajadores
“ficticios” (lo digo en tanto
que su actividad no es productiva
en el sentido completo, sino
espectacular) no consiguen
unirse para afrontar los
cambios que el programa les
impone (ritmos, cambios,
etc.). ¿Es en esta situación en
la que nos encontramos?

Es, en efecto, la impotencia de
construir una acción colectiva,
que deja a los trabajadores
desarmados, mermada toda
resistencia. Lo que está
ocurriendo hoy es lo que le
pasa a los trabajadores de la
novela: mientras nos dan sucesivas
vueltas de tuerca,
equivalentes a los aumentos
de ritmo en la novela, no estamos
siendo capaces de organizar
esa resistencia.

Una novela de ficción documental

Una cajera de supermercado, un carnicero, una telefonista, o un albañil son algunos de los personajes de esta novela que, como insistentemente nos recuerda la portada y la contraportada del libro, trata sobre el trabajo. Todos ellos son contratados para participar en un show televisivo que los
convierte en espectáculo. Todos ellos serán explotados a medida que el show requiera alicientes para mantenerse.

En efecto, hay pocas novelas que afronten escribir sobre el trabajo en el capitalismo sin ocultarlo bajo el velo argumental, y los recursos retóricos, de la novela negra, del melodrama o de la novela psicológica. Isaac Rosa depura en La mano invisible la narración sobre el trabajo hasta ir a la raíz, a la condición primera de la actividad laboral y a su dominación por una lógica de la explotación, para, desde allí, encontrar las relaciones sociales que produce.

Después de las muchas batallas por el realismo habidas a lo largo del siglo XX, Rosa parece aceptar aquí, como también hace en El vano ayer, los principios de un realismo ontológico de carácter crítico que vendría a considerar la ficción igualmente como materia documental (desde el momento mismo en que la vida de los trabajadores aparece en esta novela en bloques de realidad) restituyendo, como escribía André Bazin, la densidad del ser (su condición como trabajadores), la presencia específica del trabajo y de su ámbito.

Esta exploración permite al lector encontrar la memoria del trabajo, su presencia (visibilizándolo) y el relato vital que lo sostiene.

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