Algunos sellos editoriales pequeños y medianos se han percatado
de que las redes sociales son algo más que un lugar en el que se
comparten fotos de borrachera y se esfuerzan en crear otro tipo de
relación con el público.
- Foto: David Fernández.
Hace un par de días recibí en mi
buzón de Facebook, un mensaje
con el siguiente asunto: “¡Sorteamos
un fin de semana con
Chiquito de la Calzada!”. Esta
disparatada aunque verosímil
declaración era acompañada
por lo siguiente: “Lo sentimos,
el asunto de este mensaje era
sólo un reclamo. Todavía no
podemos ofrecer esa experiencia
inolvidable”. Realizar este
tipo de humoradas en la red
social más popular del planeta
es moneda común para la editorial
emergente Blackie Books.
Y esta vez recurrieron a la figura
del célebre humorista y cantaor
para inducir a sus amigos
en Facebook a migrar del perfil
del grupo a su nuevo perfil
de página.
Sin embargo, desde antes de
que la editorial se presentara en
público en el año 2009, un personaje
ficcional llamado Sam
Cedarro, vinculado indirectamente
con el sello, cosechaba
amistades indiscriminadamente
en esta misma red social. Contactos
que luego serían encauzados
hacia el perfil de la editorial,
inaugurando una serie de fakes,
simulacros y otras hilarantes
ocurrencias que hacen que hoy
tengan bastante más de 7.000
contactos en Facebook.
Estas iniciativas de comunicación
directa con el potencial público lector pueden entenderse
como un indicio de un nuevo
modelo de comunicación y promoción
del libro, donde el productor
se salta la crítica literaria,
la prensa especializada y los libreros,
es decir, las mediaciones
tradicionales de la industria de
la edición y la venta de libros, para
dialogar directamente con el
potencial consumidor.
En esta dirección, otra joven
editorial que emergió recientemente
en el mercado español,
convoca a sus amigos en Facebook
para que sugieran versiones
de traducciones de los títulos
de los próximos libros. Así
lo hace Alpha Decay desde el
perfil de su colección Héroes
Modernos, al solicitar sugerencias
de sus seguidores para traducciones
de diferentes apuestas
de su catálogo, como el debut
literario de Mica P. Hinson
o un futuro tratado sobre la
subcultura hipster.
Otra editorial independiente
que también puede considerarse
como un modelo de creación
de comunidades en torno a su
sello es Periférica. Dirigida desde
Cáceres, Extremadura, por
ese superhéroe polifacético (editor-
escritor-galerista) que es
Julián Rodríguez, esta pequeña
firma ha organizado una serie
de conciertos de música indie en
Madrid para celebrar su quinto
aniversario. Y por tal motivo, ha
lanzado su rediseñada página
web, donde cuentan con un canal
propio en YouTube, desde donde comparten
vídeos de diferentes entrevistas
a Fogwill, Gordon Lish, Valerie
Mréjen y otros autores de su exquisito
catálogo.
Aunque el recurso a este tipo
de estrategias de comunicación
editorial en la web 2.0 quizá tenga
más que ver con la experiencia
generacional de los gestores
del proyecto (que rondan los 30
años) y a pesar de que, en sentido
estricto, no sean nativos digitales,
es evidente su habilidad
innata para manejar aquello que
los lumbreras de la cultura empresarial
han denominado como
‘gestión de comunidades’.
Sin embargo, debemos destacar
que este tipo de iniciativa ya
no es exclusiva de las pequeñas
editoriales. Los sellos de los
grandes grupos, con sus amplias
tiradas destinadas a un público
joven, también ejecutan este tipo
de campañas, como lo ha hecho
Destino con Oxford 7, la última novela de Pablo Tusset.
Cabe aclarar que la campaña en
Facebook, previa al lanzamiento
oficial del libro, estuvo motorizada
por la iniciativa del propio
autor de participar activamente
en la generación de contenidos
para promocionar su libro en las
redes sociales, así como en su
desinterés por desarrollar un
plan de medios tradicional como
el que ejecuta esta empresa
con cada apuesta importante.
Sin embargo, a diferencia de
este sello de larga tradición, las
editoriales independientes recurren
a las redes de forma permanente,
sin un plan de medios o
una estrategia de marketing estrictamente
planificada. Y quizá aquí esté una de las
claves para mantener la fidelidad
de un potencial público lector
que deviene comunidad de
colaboradores en el diseño y la
creación de productos editoriales.
En tal sentido, hay que destacar
algunas iniciativas exprés
que se promocionan a través de
Facebook y Twitter, como sorteos
de packs de libros y merchandising.
Así lo está haciendo
Blackie Books con el lanzamiento
de Ultraviolencia, de
Miguel Noguera mediante concursos
dinámicos de preguntas
y respuestas.
Y de esta misma
manera, la editorial Libros del Asteroide, promueve la participación
de los lectores mediante
un concurso de preguntas a
Ricardo Yglesias, autor del Un
matrimonio feliz. Dicho sello
cuenta, además, con una dinámica
web donde se destina un
espacio para que dialoguen los
lectores de su comunidad y un
canal propio de YouTube, donde
Luis Solano, su director, comenta
en persona las novedades
de su catálogo.
Prosumidores todos
Otra editorial que hace un uso
del potencial de las redes sociales
es Sajalín. Este sello, que
cuenta en su catálogo con un
excelente dream team de escritores
malditos, como Hubert
Selby Jr., Edward Bunker o
Dan Fante, ha lanzado un concurso
de microrrelatos para
apoyar el lanzamiento de El koala
asesino. Relatos humorísticos
de la Australia profunda,
de Kenneth Cook. Una iniciativa
que cuenta con más de 1.500
participantes. De tal manera,
estas pequeñas editoriales gestionan
la promoción de su catálogo,
a la vez que convierten
a su público lector pasivo en lo
que los más rancios manuales
de mercadotecnia definen como
un prosumidor, un consumidor
activo que produce contenidos
e ideas.
En conclusión, podemos afirmar
que ante la incertidumbre
generalizada que acarrea el desembarco
de los nuevos soportes
y toda una modernísima parafernalia
digital en el mercado
editorial español, ese terrible futuro
que los más apocalípticos
avizoran ante el advenimiento
de nuevo modelo de negocio ya
llegó. Y quizá las pequeñas editoriales
independientes ya estén
entrenándose para sobrevivir a
la gran catástrofe, con estas rudimentarias
armas digitales que
van de la autopromoción a la
creación de comunidades.
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