ESTILOS DE VIDA
Rebeldes en el mundo del “mainstream”

La reedición de The Faculty permite
rememorar las transgresiones que especiaban
unas películas condicionadas por el puritano
sistema estadounidense de calificación.

16/11/11 · 20:32
Edición impresa

El slasher, el cine de asesinatos
seriales cometidos por maníacos
humanos o por entes
sobrenaturales, languidecía a
mediados de la década de los
‘90. Un veterano como Wes
Craven (La última casa a la izquierda)
contribuyó a devolverlo
al mainstream con propuestas
aliñadas de irónica autorreferencialidad.
Tras La nueva pesadilla de Wes
Craven
llegó Scream, y con
ella otra nueva era dorada del
subgénero. Pero el nuevo salto
de los videoclubs a las multisalas
comportó peajes: si muchas
cintas anteriores ya apostaban
por una violencia explícita
pero fácilmente digerible,
la nueva ola del slasher nacía
completamente domesticada,
poco sexualizada y sin espacio
para la representación verosímil
del sufrimiento. Diseñada,
en definitiva, para no colisionar
con la junta de calificación
de la Motion Pictures
Association of America
(MPAA).

Los cineastas tenían perdida
de antemano la batalla por la
filmación de imágenes transgresoras.
En sus contratos se
suele recoger que las producciones
deben recibir la categoría
R (que permite la asistencia de menores acompañados
de adultos) en lugar de la temida
NC-17. Así que debían buscar
otras maneras de satisfacer
las necesidades de ese público
joven que suele reclamar
una pátina de rebeldía a los
productos que consume. Para
aquellos a quienes no les pareciesen
suficiente unas bandas
sonoras con pop punk, o las
miradas supuestamente profundas
y contenidamente airadas
de los ídolos teen, comenzaron
a emerger propuestas
que jugaban a la provocación
de baja intensidad.

La nueva ola del ‘slasher’
nacía domesticada, poco
sexualizada y sin espacio
para la representación
verosímil del sufrimiento

The faculty se convirtió en el
ejemplo paradigmático. En
ella, Robert Rodríguez
(Machete) optó por la mezcla
de géneros en un slasher con
pocas muertes y muchos alienígenas.
Y es en su naturaleza
de pastiche donde se puede hallar
un cierto goce cinéfilo,
porque el filme está lastrado
por una exposición algo rutinaria
y por una cierta falta de
lógica interna.

De alguna manera, el mismo
proyecto evidenciaba el triunfo
industrial de Scream: el dialecto
narrativo configurado
por esta última se había convertido
en transversal, y se veía
apto incluso para una historia
de ciencia ficción. Porque
The Faculty explica la infiltración
extraterrestre en una pequeña
high school de la
América interior con las mismas
escenas, ya convencionales,
de persecuciones en pasillos
solitarios. El antagonista,
eso sí, es un parásito que controla
las mentes de sus huéspedes
humanos. Y los protagonistas
son unos jóvenes outsiders:
un niño bien que vende
narcóticos, una chica gótica
que finge ser lesbiana, un deportista
que abandona el fútbol
americano para centrarse
en los estudios, etc.

La referencia es ‘La
invasión de los ladrones
de cuerpos’, que
permite hacer distintas
interpretaciones

La película no sólo simpatiza
con esos personajes y les
convierte en héroes, sino que asume ella misma un cierto
‘outsiderismo’ quizá de brocha
gorda pero bastante jocoso.
Valga como ejemplo que el mecanismo
para identificar a los
parasitados es su intolerancia a
un cóctel casero de sustancias
excitantes. Con ello, se incrustó
en el núcleo del relato una imagen
controvertida para la
MPAA: el uso de drogas por
parte de jóvenes
. Así, los teóricos
adolescentes esnifaban repetidamente
polvos blancos
para demostrar que no están
afectados, que toman decisiones
libremente.

JPG - 65.6 KB
Escena de ’The Faculty’

Tradición anticomunista

La naturaleza aparentemente
colectivista (en realidad algo
contradictoria, quizá por un deficiente
trabajo de guión) de la
amenaza puede remitir a la tradición
de la ciencia ficción anticomunista,

que representa a
alienígenas hostiles unidos por
fuertes nexos grupales, sin espacio
para la elección individual
e incluso para la reacción
sentimental. Pero la gran referencia
es la ambigua La invasión
de los ladrones de cuerpos
,
que permite interpretaciones
anticomunistas, antimacartistas
o sencillamente contrarias
a cualquier totalitarismo. Los
mismos personajes de The
Faculty
aluden repetidamente
al clásico de Don Siegel. Pero
aunque aparezca un alien colectivizador,
tan inquietante
en el marco de una cinematografía
individualista como la
estadounidense, la propuesta
parece más orientada a empatizar
con el imaginario existencial
de la juventud que a
articular comentarios políticos.
“Prefiero pasar miedo”,
grita uno de los personajes
cuando le prometen un mundo
sin dolor
. Y en esta ocasión
el miedo parece nacer sobre
todo del pánico adolescente a
ser asimilado por las convenciones
adultas, del horror a
seguir el camino vital diseñado
por los padres. Al fin y al
cabo, los primeros y más violentos
parasitados son las formas
de autoridad naturales
del campus: su directora y el
profesorado. Y Rodríguez subraya
esa pulsión antiautoritaria
a golpe de “another brick
in the wall”.

En ‘The Skulls’ se
explota el pánico
a la uniformización
para acceder
a un buen estatus social

Después de un desarrollo algo
formulario, el desenlace
puede interesar al espectador
resabiado. Tras tanto intento
de transgredir, ¿puede haber
algo de irónico en esa resolución
de apariencia desaforadamente
feliz, con rebeldes que
pasan a estar perfectamente integrados?

Porque Stokely y
compañía no cesan de repetir
que en La invasión de los ladrones
de cuerpos
ganan los extraterrestres.
¿Se escenifica, por
el contrario, un acceso pactado
y tranquilizador a esa vida
adulta que atemorizaba? ¿O se
trata de una imposición de los
productores, y el realizador exageró la artificiosidad del final
insinuando su disconformidad
como el Eastwood de
Ejecución inminente?

Más apocalípticos integrados

La existencia de un enemigo exterior
justifica que se cohesione
el grupo heterogéneo de marginados
de The Faculty. Pero el
microcosmos estudiantil aparece
representado en otras películas
como una realidad muy atomizada,
lejos del dualismo de
muchas ficciones de los años
‘80. En otra pequeña provocación
fílmica, Comportamiento
perturbado
, uno de los personajes
ofrece al protagonista una
panorámica de diferentes grupos
de estudiantes con aspecto
de tribus urbanas. Como en el thriller conspirativo
The Skulls se explota el pánico
adolescente a la uniformización
para acceder a un buen estatus
social. Y de nuevo hay referencias
a The Wall en la historia de
un joven que, recién llegado a
una high school, descubre un
proyecto científico que convierte
a los jóvenes dispersos pero
con buenas aptitudes en alumnos
modelo... a medio camino
entre la manada zombi y las juventudes
hitlerianas. Quienes
pasan por las manos del doctor
Caldicott no pueden materializar
sus impulsos sexuales sin
cortocircuitarse, pero sí pueden
asesinar. Y ese parece un
apunte crítico que tanto puede
señalar a los criterios censores
de la MPAA como cuestionar
una cultura que combina el horror
al sexo y el gusto por la
violencia.

El terror para
adolescentes suele
castigar el ejercicio de
la sexualidad lanzando
advertencias moralistas

En realidad, el terror para
adolescentes suele castigar el
ejercicio de la sexualidad, lanzando
un amasijo de signos
que pueden entenderse como
advertencias moralistas sobre
las relaciones premaritales, o
como fantasías homicidas del
nerd resentido con sus sujetos
de deseo. Partiendo de esa base,
Cherry Falls (2000) ofreció
una efectiva vuelta de tuerca al
presentar a un asesino de jóvenes
vírgenes, destacando sencillamente
por devolver el sexo
a la centralidad de la narración
aun sin usar imágenes gráficas.
Y es que el slasher del momento
sólo mostraba la importancia
de esos impulsos en la tardoadolescencia
bajo el prisma
deformante de la parodia, como
en la escatológica saga
Scary Movie.

Tags relacionados: Número 161 Audiovisual
+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

Escena de ’The Faculty’
Escena de ’The Faculty’
separador

Tienda El Salto