Del 19 de enero al 15 de febrero pasaron por
Madrid 23 compañías de teatro experimental
del Estado y de Europa. Tomamos el pulso a
las prácticas escénicas que inciden dentro y
fuera de los escenarios.
- Foto: Jan Stradtmann
En su X edición el Escena Contemporánea (Madrid) se ha hecho bajo el paraguas ’La mirada hacia el otro’, con menos medios y mucha ilusión por parte de sus organizadores. Fue en 2001 cuando La Asociación Cultural Escena Contemporánea (Teatro Pradillo, Sala Cuarta Pared, ARTEMAD y la Coordinadora Madrileña de Salas) organizó este encuentro que comenzó dirigiendo Javier G. Yagüe en 2002.
En esa diversidad que genera el hecho de estar vivo, el Escena Contemporánea lleva una década moviéndose.
Una vez concluida esta edición y dado que me he recorrido el festival de arriba a abajo (un buen grupo de gente hace esto de abonarse al teatro) me atrevo a hacer una selección de los trabajos que han merecido la pena (obvio que esto es subjetivo). Con aciertos y también fracasos, son 23 las compañías que han presentado sus piezas.
Es un festival que intenta reunir “las propuestas escénicas más arriesgadas, el teatro no convencional, las nuevas dramaturgias y las piezas multidisciplinares, con el fin de convertirse un reflejo de la creación contemporánea”. Y ya van diez febreros descubriendo artistas reveladores o, cuando menos, tocantes.
Pero en las filas de entrada al teatro la gente se pregunta qué es eso de “contemporáneo”. Y yo también me lo pregunto.
Juntemos palabras y categorías (contemporáneo, postmoderno, moderno...) y agitémoslas bien para hincarle el diente a algunos artistas, compañías y, también trayectorias.
Las artistas al poder
La mirada de las artistas en este festival ha sido especialmente rica. Desde los solos de danza de Shantala Shivalingappa (Namasya, Soli Contemporains), hasta Louisa Merino (Mapping Journeys), se ha visto un abanico de miradas.
Las perspectivas feministas se cuelan con inteligencia a través de obras creadas e interpretadas por artistas que llevan unos años investigando desde la escena. El cuerpo político, la diversidad sexual, la identidad de género… Son cuestiones que cada vez se incorporan más.
Sonia Gómez (Conversaciones con un desconocido) sigue ya una línea cañera que rebosa ingenio y movimiento; y Paloma Calle (Hello myself), con un experimento, hecho performance, de búsqueda de su doble. En su experimentacion audiovisual, Sara Serrano (N1m) muestra un "circuito de identidad" interactivo que juega con el minuto como una unidad temporal flexible y te hace partícipe del teclado. Cuando te dejan escribir, alguien se ha ganado el perdón.
Leire Ituarte (Look at me Bang Bang y Azul en tres actos) llama a su trabajo ‘danza feminista’ y explícitamente investiga la performatividad del cuerpo de las mujeres. En dos piezas diferentes, hace un pequeño homenaje a Barbara Kruger (a lo agente 007), y después una sugerente coreografía de un cuerpo con otro cuerpo, con muchas imágenes, dislocadas, ritmadas y bellas.
En la parte internacional del festival, desde Berlín, Antonia Baehr (Reír) muestra una impresionante investigación creativa sobre el cuerpo y la risa. (De)construye un universo estético a partir de partituras de risa. Y replantea la convención social de los roles que vienen parejos. A pesar de haber investigado mucho en teoría teatral (o justamente por eso), Baehr tiene problemas para definir los espectáculos y hablar de lo contemporáneo: “Cuando puedes nombrarlo todo es que ya ha muerto. Las cosas interesantes han preguntado en las fronteras”.
El problema de nombrar
Es complicado nombrar algunas cosas. Aunque caigamos siempre en ponerle nombre a todo. Obra de teatro, performance, danza, danza-teatro, performance teatral, cabaret, circo, ópera, musical, objetos animados, títeres, instalación audiovisual/sonora… Dentro de la programación del Festival los nombres y categorías han sido casi tantos como compañías y artistas. Exagero. ;-)
En Etiquette, Rotozza (Reino Unido) nos propone un juego de ‘autoteatro’ sobre un tablero con figuritas y miniobjetos para manipularlos a partir de lo que una grabación te dice lo que debes hacer y decir frente al otro, frente a la otra, en tu obra.
Les Ateliers du Spectacle (Francia) hacen una ‘pieza teatral de objetos animados’, À distances. Quienes tuvieron el privilegio de verla dicen que nos hemos perdido una joya en bruto (quizás hacen un dvd, como Las Tribulaciones de Virginia, de los Hermanos Oligor).
La compañía de circo experimental Cirque Ici, de Johann Le Guillerm (Francia), reventó la idea tradicional de circo con Secret y nos transportó a un mundo de cachivaches y arquitectura creativa admirables. ¡Fue un relevo a lo macro de las invenciones del gran Alexander Calder!
En Optimistic vs Pessimistic de L’Alakran/Oskar Gómez, la ‘acción terapéutica’ que proponen no resulta tan participativa como, en principio, esta compañía vasco-suiza plantea en una sala con comodidades e incomodidades. (Silencio)
Este artículo puede ser algo aburrido, pero si has llegado hasta aquí, por lo menos ya tienes un pequeño despiece de lo que se está haciendo desde el teatro alternativo (¡he usado la palabra!). También puedes hacerte la pregunta del millón: ¿por qué estoy leyendo un artículo sobre un festival de teatro “contemporáneo”?
Ruptura de la narración
Si echamos la vista a la década que este año se cierra, el teatro está contando cosas muy ligadas a lo que leemos, oímos y vemos cada maldito día. En medio de esta crisis social, económica y política. Parece que las prácticas culturales se avivan cuando vienen las vacas flacas.
Artistas que han participado en ediciones anteriores del festival, cuyas direcciones de Mateo Feijóo y de Paz Santa Cecilia han dejado huella, continúan armando sus cada vez más interesantes trayectorias: Carmen Werner y su compañía Provisional Danza, Elena Córdoba, Cuqui Jerez, Marina Oroza desde la danza; y desde el teatro Angélica Liddell con la compañía Atra Bilis, Rodrigo García y La Carnicería Teatro, Juan Domínguez, Carlos Marqueríe, Lucas Cranach… Busca en el Youtube sus nombres (seguro que encuentras cosas bien interesantes).
En la ruptura con el texto dramático clásico (parece no poder ser utilizado ya tal cual), las dramaturgias están hechas por los propios artistas, polifacéticos, que ya no encarnan a personajes sino que se manifiestan como individuos que accionan. No hay línea argumental, no hay relato, ni narración, sino una multiplicidad de acciones, textos y registros. Es ya una tendencia, la no representación de los hechos, si no la presentación de las situaciones.
Para ejemplo de mezcla de formatos, Muriel Romero y Pablo Palacio, que han presentado Catexis en esta edición, segunda parte (la primera, Acusmatrix) de una trilogía sobre la "interacción entre el gesto sonoro y el gesto dancístico", como ellos han dicho, "transformaciones digitales de objetos fonémicos emitidos por el bailarín, que funcionan como una bioextensión sonora de su movimiento corporal".
O David Fernández, que autodefine su acción El corazón, la boca, los hechos y la vida como un trabajo donde Benhard Bach "habla a través de una estructura narrativa tecnológica" (y David, de Verano Azul).
Repolitizar las artes escénicas
Pero el teatro, además de personas, está hecho de espacios y de laboratorios. Como la Red de Teatros Alternativos, y en especial el Teatro de los Manantiales, que resiste en Valencia, o la Sala Nasa en Santiago de Compostela. Como el centro Párraga en Murcia o la propia Laboral en Gijón, hervideros de trabajos escénicos de gran calidad.
En esta misma línea, el Circuito de la Red de Teatros alternativos programa cada año a casi una veintena de artistas que recorren las salas de la red de todo el Estado. Mar López y Anuska Alonso (10&10 Danza, Madrid)) con A dos centímetros del suelo, el grupo Chévere (Galicia) con Testosterona, o la cía El Pont Flotant (Valencia) son una muestra actual de gente joven que está haciendo cosas muy, muy sugerentes. A partir de materiales caja de resonancia de esas pequeñas y grandes cosas que se cruzan en nuestro cotidiano.
No es casual la similitud de los últimos trabajos del Pont Flotant (Ejercicios de amor) y de La Tristura en Madrid (Actos de Juventud), presentados respectivamente en el Festival Madrid Sur (octubre de 2009) y el Escena Contemporánea (febrero de 2010). Ambos hablan de la edad y también de la inocencia, y de la amistad, y del amor. En el difícil equilibrio de hablar desde el corazón sin caer en la artificialidad o la ñoñería, ambos grupos disparan a una misma cosa, la edad como elemento de discriminación.
La experimentación contemporánea se repolitiza. Está en estos montajes que llaman a una interpretación del mundo, que intentan sobrepasar los mensajes televisivos y las imágenes de la industria cinematográfica.
Topografías de la imaginación
Cuatro trabajos del último Festival Escena Contemporánea desafían nuestras maneras de mirar paisajes, acciones y gentes desde la elipsis y la metáfora.
Por José Henríquez
- Foto: Isaac Torres.
Elípticos son los paisajes, gentes y poemas que activan visiones de nuestra imaginación en dos trabajos del teatrero hispano-peruano Fernando Renjifo, El lugar y la palabra. Conversación interferida. Beirut, y Tiempos como espacios, que radicalizan su trayectoria de síntesis del acto escénico y su mirada desde la migración, emprendidas en las tres versiones de Homo politicus (Madrid, México DF y Río de Janeiro, 2003-2006).
De manera análoga al insólito Líbano que nos descubría Walid Raad en los “archivos” ficticios del Atlas Group (2009), en El lugar y la palabra..., en una pantalla sin fotos ni imágenes, somos invitados a imaginar un Beirut caliente, de voces y lenguas diferentes; creamos los rostros y gestos de ocho vecinos en sus conversaciones, trabalenguas, suspiros y risas, les “vemos” con los oídos. Hablan de su vida cotidiana y sus recuerdos, del duelo por los muertos y las opciones personales (irse, quedarse, intervenir), de las culturas y religiones que se enfrentan o conviven, en una ciudad de guerra y violencia permanentes.
La traducción de sus palabras en pantalla se alterna con el diálogo de poemas de Antonio Gamoneda, Ibn Hazm, Mahmud Darwix, Adonis – metáforas de guerras, destrucciones, exilios, servidumbres, ausencias- proyectados y leídos en árabe y castellano, en la intimidad de una lamparilla, por el actor libanés Ziad Chakaroun y el madrileño Alberto Núñez. En medio, dos acciones reales y una incitación a prolongar la contemplación con el encuentro: los actores yacen en el suelo, uno sobre otro, invirtiendo luego el orden de sus cuerpos; el público es invitado a entrar en su recinto.
En Tiempos como espacios, África y Níger son un juego de espejos y figuras hacia el interior y el exterior de la escena. Los actores nigerinos Pitoua Alheri y Aboubacari Oumaru, sobriamente vestidos de beige y verde, escriben en el aire una serie de figuras inspiradas en las teatrales esculturas de Juan Muñoz, expuestas en 2009: seres humanos extraños, suspendidos o estáticos en frágiles equilibrios sobre los bordes y asientos de unas sillas, o junto a los muros de la sala...
Improvisan charlas en sus lenguas (djermá, hausa, peul), bromean, ríen, comentan el amplio poema del viaje africano de Renjifo – un inquietante ejercicio de mirar con ojos nuevos- que lee frente a un espejo Alberto Núñez, interrogan a las esculturas de Muñoz, otra elipsis, comentando un catálogo que no vemos.
Alteridad máxima. Dos cuerpos africanos, negros, en situación puramente teatral, jugando a la mimesis de figuras artísticas de nosotros, seres humanos, alterados, mirados “otros” por el escultor. En el encuentro con el actor blanco, que busca “la realidad” y viaja ante un espejo, ellos, completamente “otros”, incomprensibles, inabarcables, como sus lenguas, su lentitud, su despojamiento, su estar en escena como en su casa.
Instantáneas de la memoria
En Una tierra de felicidad (E. C. 2007), en relato y baile filmado de personas mayores de Alcalá de Henares, Louisa Merino nos asomaba a las realidades, contradicciones y fantasías de La Casa como espacio de vida, memoria y deseo. Ahora, en Mapping Journeys, en tres momentos, fundimos las mínimas vivencias recordadas de la iniciación sentimental de jóvenes de los años cuarenta y cincuenta con breves escenas callejeras de jóvenes actuales. Realizada en Móstoles, con vecinos y vecinas de esa ciudad, esta “Cartografía de los días” yuxtapone el relato de tres personas mayores (las primeras citas, el primer regalo, la primera corbata, el primer vestido... en tiempos de hambre y apreturas), con un paseo posterior en calles de Móstoles.
Allí la coreógrafa, cámara en mano, crea las pausas y el marco de una docena de “instantáneas” de chicos y chicas que viven situaciones similares (en nuestra imaginación reviven las que hemos escuchado). El tercer momento es un abrazo: en una plaza, tras un leve y entrañable baile en coro, que recuerda el Kontakthof de Pina Bausch, un grupo de mayores camina al encuentro de los jóvenes actores que hemos visto en el recorrido... y con nosotros.
En las rampas y vestíbulos de Atocha Renfe Cercanías, Kamtchàtka, del colectivo barcelonés homónimo, que dirige Adrián Schvarzstein, invita al público a acompañar la llegada de ocho hombres y dos mujeres, caracterizados y vestidos sutilmente de migrantes de los años 40 y 50.
Su coreografía teatral itinerante, en constante y mudo diálogo e incitación con los paseantes, inventa una serie de acciones que alteran el lugar y sus rutinas. Invita a verlos (y ver a nuestros mayores, y también vernos), y emocionarnos hasta llegar al abrazo, en la agridulce experiencia de quien llega a una ciudad / frontera desconocida, provisto solo de una maleta y una fotografía del amado o la amada que está lejos, o quizá espere en esa estación.
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