Poca cosa: las pequeñas formas de la escritura

Lo pequeño siempre ha estado ahí, ineludible y perseverante, a veces en el margen (una rareza, un
detalle...), a veces en el centro (una fábula moral o un mandamiento...), a veces (la mayoría de las
veces), ni en uno ni en otro, sino sólo pululando a la espera de una mirada atenta que lo signifique.

17/12/10 · 8:00
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Existe una obsesión inmemorial
de la cultura escrita por las
formas mínimas: versos, máximas
y epigramas, fábulas, citas
y cuentos, emblemas y refranes,
etc. Es una obsesión de
compleja estirpe. Pero hemos
decidido aglutinar los siguientes
textos en torno a esta idea:
las pequeñas formas son una
respuesta a la asfixia provocada
por los grandes sistemas
(los filosóficos, los culturales,
los políticos); una respuesta a
la sensación de falta de aire
que va unida a cualquier forma
de hegemonía.

Imprevisibles,

Sin embargo, una forma mínima
no es una forma contrahegemónica.
A veces incluso responde
a un intento de afianzar y
hacer comprensible un gran sistema:
a veces, las formas pequeñas
trabajan en favor de las formas
hegemónicas. Pero, sin embargo,
no deja de ser cierto que,
incluso cuando esto es así, la pequeña
forma sigue resultando inquietante. Es malinterpretable,
genera dudas, está transida
de ambigüedades y, por lo tanto,
jamás se la deja operar a solas.
Así ocurre que una ley o un
mandamiento requieren de una
exegética anexa que fije y complete
el sentido de tal ley o mandamiento.

Es curioso que
cuanto menor es una forma
más espacio hay en ella para
la aparición de sentido, incluso
de uno indeseable: cuando las
leyes no van acompañadas de
esos comentarios e instrucciones
de uso se convierten en poemas
y, en consecuencia, dejan
de ser efectivas, funcionales.

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MARÍA CALZADILLA

trastornadoras,

Esa necesidad de lo pequeño se
traduce también en la obsesión
por encontrar fragmentos perdidos,
manuscritos no publicados,
correspondencia, anotaciones al
margen de autores cuyo corpus
ya parece estar definido. También
se traduce en una incesante
búsqueda de autores marginales,
olvidados y heterodoxos.
Independientemente de que muchas
veces se trate de un abyecto
ejercicio de carroñeros para
rentabilizar las sobras, está, asimismo,
arraigada firmemente la
creencia de que una simple línea
puede cambiar el sentido de una
historia, que un autor marginal
ha podido entender o nos puede
hacer entender de otro modo su
tiempo o el nuestro. No deja de
ser más una manía que una
práctica reforzada por el éxito.

Rara vez ocurre nada de esto, rara
vez un nuevo texto cambia
nada; pero quizá sea el mismo
ejercicio de búsqueda el que resulte
precioso.
Pasolini muestra intensamente
esta obsesión en un escalofriante
texto de su libro Divina
Mimesis, “Per una ‘nota dell’editore’”.
En ese fragmento describe
la determinación del editor
de las obras completas de cierto
escritor a no dar por finalizada
su investigación hasta clasificar
y fechar hasta ciertos papelillos
con pequeñas anotaciones
que el escritor olvidaba dentro
de libros que no había acabado
de leer, o cuartillas que se encontraron
en la guantera de su
coche, o una hoja de libreta que
llevaba en el bolsillo de la chaqueta
el día en que le mataron
a golpes en Palermo.

Se piensa que la pequeña forma
puede crear sentido, tergiversarlo
o destruirlo con más facilidad
que las formas mayores.
El pequeño, indiferente a las
grandes peleas de los grandes e ignorado (la mayoría de veces)
por estos puede jugar a otro juego:
crear pequeños espacios en
que poder respirar. La hegemonía
es irrespirable; incluso para
el que está en su cúspide.

diletantes, perezosas,

Se puede argumentar también,
y con razón, que las formas pequeñas
son formas muchas veces
perezosas (de perezosos),
que, por ejemplo, el microrrelato
se ha puesto de moda ahora
(como hace no tanto la poesía
sin verso) por la ínfima cantidad
de recursos mentales que consume
en el usuario medio.

Efectivamente las formas mínimas
son de fácil manejo y eso
las hace más proclives a ser usadas
indiscriminadamente. Resulta
difícil pensar que ese compañero
de trabajo que nos dice
en un descuido que escribe poesía
haya elegido esa breve forma
porque se ciñe más a sus obsesiones
que los tractatus philosophiae
o la ópera. Y, sin embargo,
pese a que su manejo es sencillo
y las posibilidades de
“éxito” mayores por una mera
cuestión de probabilidad, escasean
en estos géneros los
Virgilio Piñera, los Tito
Monterroso, los César Vallejo o
los Francisco Pino.

Al final, resulta más difícil
escribir un poema o una ley
aceptables que un buen ensayo
sobre Hegel. El último tiene
unas normas complejas pero
efectivas; los primeros, simples
pero inútiles.

proliferantes...

En los textos que siguen tratamos
de esbozar el primer bocado
del infinito mapa de las pequeñas
formas: la potencia de la
gramática, la insuficiencia formal
de lo llamado microrrelato y
el fragmento que no necesita ser
leído... La lista de formas que dejamos
aparcadas es larga, varia
e insuturable:

Cuento, microcuento, microrrelato,
fábula, entremés, sainete,
panfleto, libelo, poema,
coplilla, epigrama, antipoema,
aforismo, cita, exergo, fajilla,
resumen, esquema, sinopsis,
epitafio, artículo de prensa, crítica,
resumen, apunte, esquema,
carta, postal, telegrama, correo
electrónico, sms, mensaje
embotellado, lema, refrán, máxima,
chiste, trabalenguas, adivinanza,
pintada (en calle, en
cuarto de baño...), nota recordatoria
(si es en la mano, también
es escritura efímera), bando,
manifiesto, tarjeta de visita,
mandamiento, ley, orden, informe,
acta, chuleta, greguería,
parte, autorización, hypomnema,
haiku, saludo, despedida,
agradecimiento, carta al director,
diagnóstico, receta, citación
judicial, rara vez una sentencia
jurídica, contraindicación,
significado, descripción,
secreto (pero, ¿para qué escribirlos?),
insulto, maldición,
buenaventura, piropo, escaleta,
encabezado, titular, factura,
aviso... Pero esto ya para otro
día... al fin y al cabo son sólo
obsesivas menudencias.

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MARÍA CALZADILLA
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