LITERATURA
De los piratas al porno freak. Las prótesis en la literatura

Catalejos, patas de palo, prótesis de metal y mecánicas e implantes de memoria son un accesorio fundamental del imaginario del género de aventuras hasta devenir un nicho de inspiración para la parafernalia fetichista contemporánea.

- Fukushima desde las ventanas del Manifiesto Cyborg

- Prótesis de cine

08/04/11 · 9:00
Edición impresa

Los golpecitos contra el suelo
de la posada, ejecutados por el
bastón de un anciano ciego, son
los primeros signos de suspenso
y tensión narrativa que advierten
al lector de la futura inmersión
de Jim Hawkins en el
terreno de las aventuras que se
cuentan en La isla del tesoro, la
celebérrima novela de Robert
Louis Stevenson. De tal manera,
gracias al ruido del bastón
nos sumergimos en la misma
ambigua sensación de incertidumbre,
curiosidad y deseo juvenil
que aquejan a Jim, el protagonista.

En esta obra nos encontramos
con toda una variedad
de prótesis, complementos
y prolongaciones artificiales de
diferentes partes del cuerpo,
asociadas inmutablemente al
imaginario del bandolerismo
marítimo. En tal sentido, el
miembro artificial de Long John
Silver, que reemplaza a una
pierna amputada, aparece como
un signo evidente del turbulento
pasado del pirata, aunque
éste intente camuflarse como
cocinero. Un oscuro personaje
que inquieta, a la vez que seduce,
al joven héroe de la novela.

En un pasaje del film Invernadero
(2010), el escritor Mario
Bellatín (que es manco y tiene
una prótesis en forma de gancho
en la mano izquierda) le
cuenta a su hija en la ficción que
durante mucho tiempo tuvo un
brazo mecánico en lugar de la
prótesis que actualmente usa.
En un viaje por la India, rodeado
de tanta muerte, Mario
Bellatín tuvo el impulso de sacarse
de encima ese sofisticado
aparato, cansado de tener que
enviarlo por correo a EEUU o
Alemania cada vez que tenía algún
desperfecto. Por eso, se
deshizo de él y lo arrojó a las
profundidades del Ganges.

De alguna forma, encontramos
aquí una especie de recreación,
en la clave mórbida que caracteriza
toda la estética de
Bellatín, de la mutilación del
Capitán James Garfio, de la obra
teatral Peter Pan, bautizado desde
ese momento, Hook (garfio),
por James Barrie, su creador.
Con esta especie de bautismo,
su prótesis empieza a cumplir la
función de sinécdoque: con sólo
mencionar una parte (prótesis
con forma de garfio) inconscientemente
lo asociamos al todo
(Capitán Hook), de la misma forma
que afiliamos la pata de palo
con el arquetipo del pirata, Long
John Silver.

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Pincho

Desencantadas con Assange

Comparadas con estos personajes
del imaginario del bandolerismo
más romántico, ¿no les
despierta un poco de desilusión
y nostalgia la austera elegancia
de Julien Assange, el pirata informático
más famoso del mundo,
o enterarse de las impacientes
intenciones de negociar de
los desesperados piratas somalíes?
Un signo de esta desilusión
y nostalgia contemporáneas podría
ser la frecuencia con la que
Long John Silver sigue siendo
homenajeado como una especie
de icono de virilidad extrema.

Si no lo creen, googleen ‘Long
John Silver’ y hagan click en la
primera imagen que aparece.
No se ve una vieja ilustración de
la portada de La isla del tesoro
de la colección Young Folks.
Tampoco un afiche de la adaptación
cinematográfica de 1937.
Lo que aparece es una foto de
cuerpo completo de Long Dong
Silver. Long Dong Silver es una
vieja estrella del porno que merece
ese adjetivo por la prolongación
(no sabemos si artificial
o natural) de uno de sus miembros,
motivo por el cual tuvo un
éxito fugaz a finales de los ‘70,
gracias a un film llamado (sin
ninguna suspicacia) Sex Freaks.

Se puede considerar al Capitán
Hook y su intimidante prótesis
de metal, como un antecedente
del steampunk, un subgénero de la ciencia ficción de inspiración
victoriana, donde
predomina un futuro con una
técnica superdesarrollada pero
inspirada en la tecnología mecánica
del siglo XIX. De tal forma,
funda un presente retrofuturista
y alternativo, donde tienen lugar
diferentes distopías ambientadas
en la II Revolución Industrial,
desencadenadas por un pasado
alternativo al nuestro.

Como un importante epígono
de las novelas de aventuras y de
piratas con sus respectivas extensiones
artificiales, se considera
al cyberpunk, otro subgénero
de la fanta-ciencia, que al
igual que el steampunk, incuba
un ideario reaccionario a la instrumentalización
de la tecnología
por las corporaciones neoliberales.
En Neuromante (1984),
de William Gibson, la novela de
culto del fandom, nos encontramos
con un pirata informático
que roba a sus jefes y trafica datos
a través de los implantes de
memoria en su cerebro. Un
hacker que circula por el paisaje
electrónico de una jungla de
neón donde los cuerpos humanos
devienen una desencantada
interfase entre hombre-máquina.
Esta potente representación
de la circulación de la información
transitando por las ‘autopistas’
nerviosas humanas, ha
sido defendida científicamente
desde las subversivas hipótesis
del antropólogo Roger Bartra
acerca de la evolución de la conciencia
como un circuito neuronal
externo al cerebro. Es decir,
hipótesis acerca de la conciencia
como una prótesis cultural,
una prolongación externa de las
funciones del cerebro.

Porno y una recomendación

Sin embargo, es ampliamente
comprobable que el cyberpunk
envejeció mal y su parafernalia
tecnológica no puede competir
con otras inquietantes metáforas
de la alienación contemporánea,
como las parafilias sexuales
planteadas en Crash (1973),
de James Ballard.

La pornografía, el snuff, fetichismo
y el masoquismo entre
otras prácticas sexuales ad hoc
son analizadas a través de una
pareja que se hace acólita de un
gurú que se excita sexualmente
a través de los choques automovilísticos.
Y de tal forma, los coches
devienen prótesis, prolongaciones
artificiales del cuerpo,
a la vez que el retorcido instrumento
de la excitación sexual
de los personajes. Tales prácticas
extremas (el nicho ideal para
indagar el concepto lacaniano
del goce, a medio camino
entre el placer y el sufrimiento)
desarrollan otra turbadora metáfora
ballardiana sobre un presente
de tedio y el desencanto
generalizado.

En conclusión, de las artesanales
prótesis de madera o de
metal de los piratas a los
westerns cibernéticos, hasta los
nuevos dispositivos que extienden
nuestra memoria como los
ordenadores, los teléfonos inteligentes
y los tablets es evidente
que las prótesis analógicas son
conceptualmente un vestigio arqueológico
del pasado. Sin embargo,
existe una prolongación
retrofuturista para nuestro cuerpo-
cyborg, una prótesis que ya
no sólo extiende la memoria sino
que amplía la conciencia del
sujeto. ¡Un ultramoderno cacharro,
un excitante fetiche, que encontrarán
gratis en leerestademoda.com! ¡Que lo disfruten!

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