Se recupera en formato Blu-ray La invasión de los ladrones de cuerpos, una excelente fantasía de interpretación abierta.
A pesar del tiempo transcurrido desde su estreno en 1956, La invasión de los ladrones de cuerpos sigue manteniéndose como un pequeño enigma cinematográfico. Esta adaptación urgente de una novela seriada de Jack Finney nació en un Hollywood adoctrinador que aún no había dejado atrás el estallido propagandístico que comportó la intervención en la II Guerra Mundial. El cine estadounidense había reemplazado a sus antagonistas sin cambiar de moldes narrativos: continuaba produciendo historias de infiltración propias del pánico al sabotaje bélico, pero el enemigo ya no era fascista sino comunista. Algunos entretenimientos, como Solo ante el peligro o Filón de plata, se distanciaron de ese discurso monolítico para lamentar el terror rojo y la consiguiente caza de brujas. La invasión de los ladrones de cuerpos, en cambio, apareció como una obra esquiva, de interpretación abierta, con lecturas posibles antimccarthistas y anticomunistas.
Es una obra esquiva, de interpretación abierta, con lecturas posibles antimccarthistas y anticomunistasAl final, el resultado puede contemplarse como una advertencia de los riesgos de cualquier totalitarismo, y como un elogio a los sentimientos individuales con subtrama romántica incluída. Pero la ambigüedad ideológica no es el único aspecto controvertido de un filme condicionado por diversas injerencias de Allied Artists. El estudio también forzó la eliminación de contrapuntos humorísticos. Según el productor, Walter Wanger, eso implicó que la película perdiese parte de su humanidad. A cambio, surgió una ficción esbelta, sólida: una mirada nostálgica al american way of life en las pequeñas urbes que se convierte, inexorablemente, en una huida desesperada.
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