Autor de ensayos como ‘El subdesarrollo social de
España’, Vicenç Navarro es una voz de referencia para
entender la realidad social en el Estado español, las
desigualdades de clase y de género, o la manipulación
de la historia desde la Guerra Civil a nuestros días.

La Guerra Civil española
se puede contar
de mil maneras. Y la
historia que vivió
Vicenç Navarro merecería
ser contada en clave lírica:
durante aquellos meses de
los años ‘30, mientras el fascismo
hacía la guerra, milicianos
republicanos hacían
el amor. Y así fue que, en el
mes de noviembre de 1937
Vicenç Navarro, hijo del
amor y de la guerra, vino a
este mundo. Sus padres, dos
maestros ilusionados con las
reformas educativas emprendidas
por la II República y
por la Generalitat de Cataluña,
combatieron en defensa
de la República (él, en el frente;
ella, en la retaguardia). La
mayoría de sus familiares
eran maestros, en una escuela
que, en 1930, se mantenía
en la práctica totalidad a la
sombra de una Iglesia reaccionaria,
parte activa en el
golpe militar y uno de los pilares
de la dictadura. “La influencia
de mis padres y mis
familiares en mí fue enorme”,
dice Navarro. “Siempre
me impresionó su gran dignidad,
modestia y compromiso
político. Eran muy representativos
de aquellos
españoles que lucharon para
mejorar su país y su pueblo,
al cual amaban profundamente.
Perdieron la guerra
pero lucharon con gran
dignidad, valentía e integridad
hasta el último día de su
vida. Mis padres en España
y mis tíos fuera de ella”.
Heridas que
no cicatrizan
Sus tíos huyeron a Francia
tras la derrota, y lucharon
allí integrados en la resistencia
francesa. “Un dato
que no es conocido en España”,
afirma Navarro, “es
que la resistencia antinazi
en Francia la comenzaron
los españoles exiliados. Dos
tías mías fueron detenidas y
llevadas a un campo de concentración
nazi. Mis padres
se quedaron, y fueron expulsados
del magisterio y
brutalmente represaliados
por haber luchado por una
escuela laica y democrática.
Mis tíos, después de la II
Guerra Mundial, se integraron
de nuevo en España en
condiciones de clandestinidad,
y más tarde emigraron
a América Latina, formando
parte del éxodo republicano...
Habiendo muerto
todos, mis padres, mis tíos
y miles y miles de españoles
como ellos, sin que el gobierno
democrático les diera
nunca las gracias por su
enorme sacrificio. El gobierno
francés del general
de Gaulle, por cierto, condecoró
a mis tíos. El gobierno
democrático español, su
propio gobierno, nunca les
envió ni una nota de agradecimiento
por haber luchado
tanto”.
Él continuó el camino: “Yo
crecí en este ambiente. De
ahí que fuera lógico que participara
desde una edad muy
temprana en la resistencia
antifascista de los años ‘50 y
principios de los años ‘60,
hasta que tuve que irme de
España, iniciándose un largo
exilio que me llevó a vivir en
Suecia, en Gran Bretaña y,
desde 1965, en EE UU, donde
me invitaron a incorporarme
a la John Hopkins
University. Mi área de trabajo
era y es la economía política
y la política social”. Desde
allí conectó con América
Latina: “Conocí a personas
que se integraron en el Gobierno de la Unidad Popular
de Chile, que me pidieron
que les ayudara cuando
se estableció el Gobierno de
Allende. Fue una experiencia
única y de gran valor.
Por desgracia terminó con
un golpe militar, la segunda
vez en mi vida personal que
el fascismo me mostró su
horrible cara. También ayudé
al Gobierno cubano a
desarrollar su sistema sanitario,
conocido hoy como
uno de los mejores en los
países del Tercer Mundo”.
¿Transición o
Transacción?
Para Navarro, “la Transición
de la dictadura a la
democracia distó mucho de
ser el proceso modélico que
aparece en el discurso oficial.
Fue un proceso hegemonizado
por las fuerzas
conservadoras, la nomenclatura
del Estado dictatorial
que impuso sus condiciones,
y en consecuencia
España tiene todavía hoy
una democracia muy incompleta
y un Estado de
bienestar muy insuficiente.
Que la Transición se hiciera
en términos muy favorables
a las derechas no quiere decir,
como comúnmente se
dice, que fueron el rey y
Suárez los que nos trajeron
la democracia. Al contrario,
fue la movilización popular,
y muy en especial la movilización
obrera, la que terminó
con la dictadura. La evidencia -silenciada por los
establishments políticos y
mediáticos del país- es
abrumadora. Ni el rey ni
Suárez tenían la intención
de establecer una democracia
de corte europeo. Fue
aquella movilización la que
forzó los procesos más importantes
en cada uno de
los cambios democráticos.
El libro El final de la dictadura
documenta con mayor
detalle lo que yo ya había
subrayado en Bienestar
insuficiente, democracia incompleta.
La historia oficial
de la Transición modélica
es una tergiversación
de la historia real del país”.
Navarro denuncia que, 30
años después, el Estado español
sigue siendo el que
menos gasto público tiene
de la UE-15. Sobre el déficit
sanitario, Navarro precisa
que sería deseable que
“señores como Solbes, el
guardián de la austeridad
del gasto público en España
y en Europa, tuvieran
la experiencia de poder ver
al médico durante sólo seis
minutos” (promedio de visita
en España al médico
general, también el peor
pagado de la UE-15).
La ofensiva mediática
de la derecha española
“Esta tergiversación ocurre
también en la historia de la
República y de la Dictadura.
En realidad, la amnistía que
se pactó en la Transición
significó la amnesia, permitiendo
que la versión conservadora
de lo que fue la
República y la Dictadura se
reprodujera y continuara
siendo la dominante”, apunta
Navarro. Hoy en día vivimos
una ofensiva revisionista
por parte de un grupo de
intelectuales de derechas,
que pretenden revivir ideas
oportunistas como que la
Guerra Civil no fue sino un
plebiscito armado, o que la
inició el PSOE en el ‘34 llamando
a la revolución en
Asturias, con el objetivo de
justificar el golpe militar como
un mal menor para restablecer
el orden. “Pero hay
otra revisión de la historia
que me preocupa también”,
avisa Navarro, “que se está
haciendo por parte de historiadores
liberales como
Santos Juliá -quien dice que
el mayor enemigo de la derecha
española era el liberalismo-,
o incluso historiadores
de izquierdas como
Gabriel Jackson, negando
que la Falange fuera fascista”,
sentencia. Navarro publicó
el pasado otoño un extenso
trabajo en Cuadernos
republicanos, donde repasa
con detalle estos revisionismos
y hace un análisis certero
apuntando las causas
más objetivas del golpe del
‘36: la herida de muerte en
los privilegios de la Iglesia
Católica (la República estableció
la escuela pública,
terminando con la hegemonía
del clero, así como el derecho
al aborto y al divorcio,
y la reforma agraria era una
ataque al máximo terrateniente
del Estado); de los
círculos empresariales (se
estableció el derecho de organización
laboral) o del
Ejército (la Constitución de
1931 reconocía el carácter
plurinacional del Estado,
además de que se llevó a cabo
una reforma del mismo
Ejército). Iglesia, patronal y
Ejército demostraron que la
democracia dura lo que dura
la obediencia del pueblo
a sus principios.
CLASE SOCIAL Y GÉNERO
Un tema recurrente
en sus reflexiones, y
del que encontramos
análisis muy
exhaustivos en sus
libros y artículos, es
la persistencia de la
lucha de clases en
el Estado. En la
espiral de la violencia
de clase, la
mujer es quien sufre
una doble carga, ya
que en servicios
públicos como
escuelas de infancia
o servicios de
dependencia y protección
es donde
menos gasto social
encontramos. En las
familias trabajadoras
que no pueden
llevar a sus hijos ni
a sus ancianos a los
centros privados,
este tipo de tareas
nunca reconocidas
ni remuneradas
recaen sobre la
mujer, que vive una
doble condición de
subdesarrollo social.
En la página web
vnavarro.org encontramos
la gran parte
de los escritos de
Vicenç Navarro.
Él manifiesta: “no
tengo ningún inconveniente
en que mi
trabajo se utilice
ampliamente sin
consideraciones de
copyright”. Acaba
de publicar Neoliberalism
globalization
and inequalities.
PERSISTENCIA DEL FASCISMO
Para Navarro, “la Ley de
la Memoria Histórica es
un buen indicador de lo
que pasa en nuestro
país. Hoy continúa
habiendo miedo y
temor, no sólo en los
pueblos de España sino
en el Gobierno y en las
Cortes españolas. La
Ley de la Memoria no
ve al sistema democrático
español como heredero
de la República y
continúa reproduciendo
la ideología conservadora
hablando de bandos,
como si golpistas y
luchadores por la
democracia fueran dos
bandos de un conflicto
entre las dos Españas.
1936 vio un golpe militar
que necesitó tres
años para vencer, a
pesar de tener toda la
ayuda militar frente a la
República, que prácticamente
carecía de
Ejército. Como bien dijo
el embajador de EE UU
en Madrid, lo que se
llamó una Guerra Civil
era la lucha de un Ejército
en contra de su
pueblo. En el cuartel
general del Ejército
español en Barcelona
todavía hoy existen los
símbolos fascistas, y el
Gobierno catalán no se
atreve a sacarlo para
no ofender a los militares,
¿imagina algo
parecido en Alemania o
en Italia?”.
comentarios
0





