BARCELONA 1936: JUEGOS POPULARES Y OBREROS
Las Olimpiadas que nunca fueron

La Guerra Civil anegó una iniciativa que ligaba el deporte y la resistencia al fascismo: la Olimpiada
Popular de Barcelona de 1936. Surgida como reacción a la Olimpiada de Berlín -oficial y nazi
al mismo tiempo-, fue impulsada por organizaciones culturales y deportivas catalanas con el fin
exaltar la fraternidad entre los pueblos. En la víspera de su inauguración, cuando numerosos
atletas se encontraban ya en el estadio de Montjuïc, todo terminó menos la guerra.

22/07/06 · 19:04
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Carteles de propaganda de la Olimpiada delante de una barricada en el
Paralelo de Barcelona. 19 de julio de 1936. // Fuente: Archivo histórico de la ciudad de Barcelona

19 de julio de
1936, según la
crónica de A.
Delaune en el
periódico francés Sport: “A
las cinco de la mañana, los
atletas fueron despertados
por tiros de fusil, de ametralladora
y de cañón: las fuerzas
fascistas intentaban derrocar
la República. Pero,
rápidamente, vimos que el
Frente Popular había preparado
la respuesta: gracias a
aquella unidad, los ataques
de los fascistas fueron rechazados.
¡Qué coraje el del
pueblo catalán! Decenas de
hombres fueron puestos a
nuestra disposición para
protegernos. Viendo a aquellos
hombres nos dijimos
que el pueblo catalán y español
no podía ser vencido”.

19 de julio de 1936, según
los recuerdos de Eduardo
Vivancos, que participaba
en las Olimpiadas Obreras:
“Aquel día los barceloneses
sentirían el sonido de un continuo
tiroteo y, a las cinco de
la mañana, un llamamiento
patético desde Radio Barcelona:
‘Barceloneses, el momento
tan temido ha llegado; el
Ejército, traicionando su palabra
y su honor, se ha levantado
contra la República. Para
los ciudadanos de Barcelona
ha llegado el momento de las
grandes decisiones y los grandes
sacrificios: destruir este
Ejército faccioso. Que cada
ciudadano cumpla su deber”.

19 de julio de 1936, según
el diario de un atleta belga de
nombre desconocido: “Las
calles están vacías bajo un sol
abrasador. En la plaza del
Comercio chocamos con las
primeras barricadas, cientos
de metros más lejos vemos a
unos sindicalistas armados.
Todas las calles laterales están
bloqueadas, nos deslizamos
a lo largo de las fachadas
de las casas. Las balas silban
a través de la plaza. Instintivamente
doblamos la espalda
y nos refugiamos en un
portal. Vemos claramente cómo
desde el campanario de
una iglesia los francotiradores
disparan por la espalda a
los trabajadores que se encuentran
tras las barricadas”.

El día después

El día después del golpe,
Barcelona debería haber inaugurado
en el estadio de
Montjuïc la Olimpiada Popular.
Delegaciones de 23
países y regiones habían
desfilado por las Ramblas
en la tarde del 18 de julio;
hasta 6.000 atletas se disponían
a participar en la respuesta
a las Olimpiadas oficiales
de Berlín, convertidas
en decorado para la exaltación
del nazismo.

Del 19 al 26 de julio, Barcelona
quería ser una ciudad de
encuentro y resistencia, en la
que pueblos con estatus de
Estado o sin él -Alsacia, Argelia,
Palestina y los judíos inmigrantes
contaban con sus
propias delegaciones- se sirvieran
del deporte como nexo
fraternal. Atletas de élite, expertos
y aficionados estaban
convocados en categorías
amplias y escasamente competitivas.
Muy lejos estos
Juegos de la exhibición corporal
de jóvenes rasurados,
de la coreografía de multitudes
uniformes de las Olimpiadas
de Berlín.

La idea había surgido de
las organizaciones culturales
y deportivas de los barrios
populares y obreros de
Barcelona, en particular de
Sant Andreu, Sant Martí, Poble
Nou y Sants. La ciudad
había perdido la carrera por
las Olimpiadas oficiales en
beneficio de Berlín, y cuando
los nazis alcanzaron el poder
en Alemania, el movimiento
de rechazo ante el fascismo
se concretó, en su vertiente
deportiva, en la creación del
Comité Català Pro Sport Popular.
El Ateneu Enciclopèdic,
el Centre Gimnàstic Barcelonès
y el Club Femení i
d’Esports estuvieron en el
origen de este movimiento,
que en vísperas del 1 de
Mayo de 1936 constituyó el
Comité Organitzador de
l’Olimpiada Popular (COOP).
Entre las conclusiones de su
primera reunión señalaba:
“Los organizadores de la
Olimpiada Popular quieren
la afirmación del auténtico
espíritu olímpico, del ‘Fair
Play’, del ‘Joc Honrat’, y es
por eso que ésta será la verdadera
fiesta olímpica de la
paz y la fraternidad”.

Aunque el debate respecto
al sentido o sinsentido de reclamar
el ‘espíritu olímpico’,
de clara inspiración burguesa,
estuvo también presente
en el COOP, este comité funcionó
como un aglutinador
de fuerzas opuestas al fascismo.
Así, el presidente Lluís
Companys se convirtió en su
presidente de honor, la
Generalitat se puso al servicio
del evento, y la República
española y el Gobierno francés
proporcionaron ayuda
económica.

El otro debate, alentado
por los partidos conservadores,
mantiene una inquietante
actualidad. “Sería absurdo
que en una eliminatoria internacional
España tuviera
que enfrentarse con Euskadi
o Cataluña”, afirmaba en el
periódico deportivo As Rafael
Sánchez Guerra, presidente
del Real Madrid. El ‘enfrentamiento’
deportivo nunca
se produjo, en parte porque
la delegación española
acudió fragmentada en un
mosaico regional y, sobre todo,
porque se impuso otro
género de enfrentamiento y
de fragmentación.

Plaza de la República

Recuerda Eduardo Vivancos
que en la noche del 18 de julio,
Pau Casals dirigía los ensayos
de la Novena Sinfonía
de Beethoven que la orquesta
iba a ejecutar al día siguiente
en el teatro Grec de Montjuïc
en la inauguración de la
Olimpiada. Un emisario oficial
irrumpió en la escena para
anunciar que esa noche habría
un alzamiento militar en
toda España. Casals, consternado,
animó a músicos y coristas
a ejecutar por última
vez la sinfonía. “Nosotros
cantábamos el himno inmortal
de la hermandad, mientras
en la calle se preparaba una
lucha que tanta sangre haría
verter”, recordaría Casals.

Cinco días después de
aquella noche, la plaza de la
República era ocupada por
una manifestación de atletas
que agradecían a la ciudad su
hospitalidad y animaban a la
resistencia. Algunos de ellos
no regresaron a sus países y
formaron parte de las primeras
brigadas internacionales.
Si la guerra no hubiera tenido
lugar, tres días después, el 26
de julio, la plaza de España
habría recibido a los participantes
en la carrera de 25 kilómetros,
última prueba prevista
de la Olimpiada Popular.

'L'ALTRA OLIMPIADA'

Rastrear la gestación y el desarrollo
interrumpido de la Olimpiada Popular
no es tarea sencilla dado que el archivo
de este evento desapareció en el
camino de huida hacia el exilio y no
se ha podido recuperar posteriormente.
Así, la obra L'Altra Olimpiada.
Barcelona '36 (Llibres de l'Index,
1990), de los profesores Xavier
Pujadas y Carles Santacana, es por
su prolija documentación y rigor expositivo
la principal obra de referencia-
y fuente principal para la elaboración
de este artículo-. El libro será
reeditado este año con motivo del
aniversario de la Segunda República
y ambos autores actuarán como comisarios
de una exposición conmemorativa.
Otros textos significativos-
también aquí citados- son: Los
otros Juegos Olímpicos de Barcelona,
de Eduardo Vivancos (Flama, Toronto,
1992) y Las Olimpiadas Obreras, de
Jakvo Schram (Sennaciulo, 2004).

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