BALONCESTO
Ocho puntos, querido líder

Kim Jong-un heredó de su padre Kim Jong-il el Gobierno de Corea
del Norte, pero también su pasión por la NBA.

14/03/12 · 8:00
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Cuando la delegación estadounidense
aterrizó en Pyongyang
en otoño del 2000, un paquete
destacaba entre el equipaje. El
embalaje escondía una secreta y
potente arma diplomática.
Madeleine Albright, secretaria
de Estado del Gobierno de Bill
Clinton, quiso tener un gesto
con el líder de Corea del Norte
en el primer encuentro oficial de
ambos países en décadas. Al entregarle
el regalo, la cara de Kim
Jong-il se iluminó. Era una pelota
de baloncesto firmada por
Michael Jordan. Un tesoro para
él. Habían dado en el clavo.

La maquinaria yanki tenía los
informes de Gene Schmiel, un
alto diplomático que, unos años
atrás y en mitad de una reunión
con el mandatario, había sido invitado
por el ‘Querido Líder’ a
ver un partido de los Chicago
Bulls, quedándose sorprendido
de su excelente nivel de conocimientos
y la admiración que profesaba
por Jordan.
Su amor por la canasta era
difundido por la propaganda occidental
como un excéntrico capricho
capitalista
de un icono del
socialismo. Pero su interés era
real. Queda demostrado por la
visita de entrenadores estadounidenses
para impartir ‘clinics’ a
técnicos norcoreanos, como, por
ejemplo, hizo en tres ocasiones
Tony Ronzone, responsable de
que Ricky Rubio fuera elegido
por los Timberwolves. “Nunca lo
supe a ciencia cierta, pero me dijeron
que KimJong-il estuvo allí
mismo entre la audiencia”, declaró
Ronzone a un diario californiano.
No es el único indicio.

Un periódico del aliado chino publicó
que el “gran comandante”
había ideado un sorprendente
reglamento
en el que había triples
de ocho puntos si se anotaba
a dos segundos del final, las
faltas restaban un punto y los
mates sumaban tres.
Pero el baloncesto fue mucho
más que una pasión para Kim
Jong-Il. Intentó que el deporte
fuera una llave que abriera al
mundo un país azotado por las
hambrunas, tras heredar la jefatura
del Gobierno de su padre
KimIl-Sung en 1994.

Su esfuerzo fue tan grande como
los 235 centímetros que sostenían al
soldado Ri Myung Hun,
toda una rareza para un país cuya
estatura media ronda los 1,65
metros. Ri fue enviado en misión
de paz a Canadá, donde le
aguardaba el entrenador Jack
Donohue. Su objetivo era convertirlo
en el primer asiático en
la NBA. En un guiño hacia el ídolo
de su presidente, el pívot cambió
su nombre por el de Michael
Ri y trató de conseguir la nacionalidad
canadiense. Varias franquicias
se interesaron por él, pero
tras seis meses de espera, se
le negó la entrada a EEUU debido
a la ley que prohíbe cualquier
contacto comercial con el enemigo.
“El general Kim Jong-il
quiere verme jugar en EE UU,
pero gracias a él, yo también tengo
una buena vida aquí, incluso
sin un contrato de la NBA. Pero
soy un atleta de primera clase y
quiero jugar en la NBA”, dijo Ri
ante las cámaras de la CNN,
invitadas a Pyongyang para entrevistarle.
Pocos meses después,
el chino Wang Zhizhi se
convertiría en el primer asiático
en desembarcar en la NBA.

La misión de Ri no terminaría
allí. En 1999, en pleno proceso
de acercamiento con el Gobierno
del progresista Kim Jong
Dae y antes de la celebración de
una histórica conferencia de paz
en Pyongyang, encabezaría la
delegación que disputaría en
Seúl el “partido de la buena voluntad”,
que enfrentó a jugadores
de ambos países mezclados.

En 2002, Ri volvería al Sur para
participar en los Juegos asiáticos
de Busan. Tras el duelo que
enfrentó a las selecciones coreanas,
ambos equipos se fundieron
en el centro de la pista mientras
las dos aficiones cantaban
Arirang, el himno unificado de
Corea.

La victoria electoral de George
W. Bush frustró el acercamiento
y convirtió a Corea de Norte en
un miembro del Eje del Mal
y una
amenaza nuclear en el contexto
del 11-S. La tensión se mantiene
en la frontera más militarizada
del mundo, marcada con cartabón
en el Paralelo 38 tras el armisticio
de la guerra (1950-1953).

La muerte de KimJong-il el 17 de
diciembre y la subida al poder de
su hijo Kim Jong-Un no ha alterado
el panorama. El tercer vástago
de la dinastía fue elegido por
su padre pese a su edad (29 años)
porque era el que más se parecía
a él. La comparación no viene dada
solo por dotes demando o su
evidente parecido físico, sino
también por su gusto por el baloncesto.
Sus compañeros de un
instituto suizo, donde se formó
bajo una identidad falsa, según
diferentes fuentes, lo recuerdan
con una pelota entre las manos y
mostrando orgulloso su foto junto
a Toni Kukoc. “Era un jugador
muy competitivo. Era muy
explosivo. Podía hacer que las
cosas sucediesen dentro de la
cancha”, recordaba uno de
ellos en The Washington Post.
Todo un líder.

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