MONOGRÁFICO // 'LIPSYNCH', ÚLTIMO MONTAJE DEL CANADIENSE ROBERT LEPAGE
Nueve horas de obra de teatro... Cuando los técnicos también son actores

La compañía Ex-Machina y
Théâtre sans Frontières rompen
los moldes teatrales con una obra
polifónica que rastrea las voces de
la calle entre 1975 y 2005.

11/12/08 · 0:00
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ESPECTÁCULO TOTAL. Lepage integra en un solo montaje todos los recursos artísticos posibles / Ex-Machina

Hace pocas semanas
pudimos ver
en Madrid la última
obra del autor
quebequés Robert Lepage:
Lipsynch. Mi experiencia
con este dramaturgo y director
se remonta a 2003, con la
representación, también en
el Festival de Otoño, de La
Trilogía de los dragones.
Cinco horas y tres cuartos,
me dijeron en aquella ocasión
que duraba. ¿No era eso
un poco desmedido para una
función de teatro? Me intrigó
que alguien fuera capaz
de mantenerme sentado durante
ese tiempo.

Fui a verla y la experiencia
fue muy grata. La disposición
del público, la puesta
en escena, las constantes
sorpresas formales y las ocurrencias
para significar lugares
y momentos me resultaron
novedosos. Nunca me
había emocionado viendo teatro
y, en esta ocasión, en
una escena de danza que representaba
el horror de la
Segunda Guerra Mundial, el
dragón que fuera consiguió
estremecerme.

En esta ocasión Lepage ha
vuelto con su compañía Ex-
Machina, junto con Théâtre
sans Frontières, y esta vez
con una obra de nueve horas
(en realidad, seis horas y
media a las que se añaden
los descansos). Y he constatado
de nuevo cómo una representación
teatral puede
durar tiempos que hasta hace
poco consideraba reservados
a la ópera.

Supongo que es debido a
que las pretensiones de
Lepage son un poco wagnerianas.
Es decir, integra en
el mismo espectáculo todos
los recursos artísticos posibles
para conseguir un espectáculo
total. Por ello la
extensión de sus obras es, en
cierto modo, operística.
Acción dramática, música,
vídeo, sonido e iluminación
constituyen una amalgama
artística. Combinación de
canto, música pregrabada y
en directo, imágenes trucadas,
proyecciones... Y en cada
escena no sólo presenciamos
la labor de los actores
(que explora la respuesta
emocional clásica), sino que
el espectador experimenta
también el placer de observar
cuáles son las motivaciones
por las que aparecen dichas
manifestaciones miméticas,
pues en cada fragmento,
además de avanzar argumentalmente,
se descubre
un guiño, un truco, una urdimbre
técnica y escénica
que nos hace sonreír.

Lipsynch consiste, pues,
en un despliegue, no sólo de
contenidos, sino también de
estrategias teatrales. Lepage
desarrolla el aspecto polifónico
que parecía reservado a
la novela y, en este caso, dicha
polifonía trasciende la
obra misma, pues el trabajo
escenográfico y el dramático
se combinan de manera colectiva
y coral tanto en la
creación, como en la realización
y puesta en escena.
Robert Lepage se convierte
en un coordinador de esfuerzos,
en un director de orquesta,
en un coreógrafo.
Los decorados aparecen y
se transforman con rapidez
y eficacia. Los encargados
de montar y desmontar se
desenvuelven en el escenario
como bailarines que observamos
sin el obstáculo de
un telón. Da gusto observar
la sincronización de sus movimientos
y percibir la planificación
previa a través de la
armonía en esas transformaciones.
La obra está dividida en
nueve partes, dedicada cada
una a un personaje diferente.
Cada parte, a su vez,
se organiza en cuadros, de
duración variable, pero de
no más de diez minutos, en
los que el espacio escénico
(o la perspectiva del mismo)
cambia. La acción dramática
no es trepidante, pero sí
el cambio constante de situaciones.
Y cada cuadro es
una ocurrencia, un fragmento
de teatro que derrocha
originalidad. En todos
ellos existe un aspecto que
lo marca y lo destaca, algún
tipo de matiz específico que
lo caracteriza.

Al mismo tiempo, la rapidez
en la sucesión de decorados
nos permite asistir a
una visión panorámica de
nuestro mundo actual: diferentes
domicilios, un tren,
un avión, un metro, un estudio
de radio, una sala de operaciones,
una iglesia, una librería,
una comisaría, un automóvil,
un cementerio, un
estudio de grabación, un decorado
de película, una sala
de prensa, un prostíbulo,
una taberna, una discoteca,
una sala de doblaje, un hospital,
un restaurante... A través
de estos espacios la obra
se expande y da la sensación
de abarcar gran parte del orbe
referido, de no encontrar
limitaciones para la representación.

La utilización de la tecnología
es magistral. Lepage
explota dichos recursos integrándolos
en el guión, de tal
manera que no se hacen ajenos
al desarrollo de la obra.
El motivo de Lipsynch es la
voz. Y explota y exprime todo
lo relacionado con ella:
playbacks, afasias, voces en
la radio, doblajes, la voz cantada,
la voz olvidada, la voz
ausente, la voz reeducada, la
voz interior, la voz recordada,
las voces de los automóviles
y de los electrodomésticos
del futuro... La voz de los
muertos, el silencio.

El texto mantiene una tensión
de fondo que a veces no
es primordial. Por eso, en
ocasiones, no es fundamental
entender los diálogos,
que se producen hasta en
tres lenguas distintas. En las
obras de Lepage se habla
francés, alemán, español, inglés,
chino... Habría que
achacar el mestizaje al trabajo
de los actores, pues éstos
participan en el proceso
de creación. Gracias a ello
también asistimos en esta
obra a la multiplicación de
personajes: nueve actores
escenifican casi 50.
El guión dramático pretende
asomarnos a la acción
como testigos, casi de modo
documental. Los sucesos
abarcan desde 1975 hasta
2015, y en ese periodo de
tiempo asistimos a nacimientos,
uniones y rupturas,
encuentros, muertes, reencuentros,
viajes, toda una
colección de situaciones que
retratan buena parte del
mundo que nos rodea.

La historia se desarrolla de
tal modo que parece derivar
hacia otros relatos de manera
imparable, como la vida
misma. Pero al final la búsqueda
por parte del protagonista
de la identidad de su
madre muerta se cierra en
un bucle argumental completo.
Entre algunos retazos
de crítica social y golpes de
humor negro, la trama va cobrando
coherencia y se reserva
el momento más intenso
para el final... Aquí también
llegamos al final, y yo
he vuelto a disfrutar, en este
caso, durante más tiempo.

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