Artes Escénicas//
Mujeres, migrantes y teatreras

Egly Larreinaga es la directora del grupo Mujeres Teatreras, una experiencia de mujeres migrantes que han estrenado recientemente Donde germina una constelación, una obra que se nutre de sus experiencias y sus vidas.
Texto de B. Malo.

16/07/09 · 13:12

 

No hay que verlas como alumnas
de un taller de teatro. Son
Gladys, Cristina, Irma, Silvia,
Vicky, Lucrecia, Germania,
Claudia, Marjorie, Lilian, Rosa
Alicia y Mayra. Son ellas y los
mundos que acumulan. Juntas
conforman el espacio “donde
germina una constelación”.
El grupo Mujeres Teatreras
nació con el ánimo de fortalecer
la participación social y la visibilidad
de las mujeres migrantes.
A partir de la iniciativa de los
dramaturgos Marco Canale y
Virginia Mihura en 2006 y con
el apoyo de la Asociación Minka
se generó un primer grupo cuya
creación Mujeres andando fue
estrenada en 2007, dentro del
Festival Madrid Sur.

Donde germina una constelacion
es la obra que estrenaron el
pasado mes de junio en el
Centro Cultural de Arganzuela.
La experiencia del teatro vivida
por estas mujeres va más alla
de la puesta en marcha y la representación
de una obra. Es
una aventura que les atraviesa
como individuo, conformando
un colectivo que explica y se explica
la situación que viven como
mujeres migrantes en
Madrid.

En una agradable conversación,
Egly Larreinaga, la directora
salvadoreña del grupo, nos
relata cuál ha sido el proceso de
trabajo a lo largo de algo más de
un año.

La labor comienza generando
un espacio donde prime la cercanía
y la confianza frente al resultado
final, puesto que el proceso
es lo más importante. Este
grupo de doce mujeres, algunas
de ellas participaron en el primer
montaje y otras que nunca
habían disfrutado de una representación
teatral, parten de las
emociones y las experiencias vitales
para, a través de diferentes
ejercicios, recrear situaciones
reales que darán pie a la impro-
visación. ¿Recuerdas el último
día en tu casa esperando para ir
al aeropuerto?, ¿la última vez
que te miraste en el espejo, antes
de coger la maleta, cuando
no pudiste despedirte de un ser
querido? Al compartir sus experiencias,
muchas de ellas comunes
(la tristeza al dejar sus casas,
sus costumbres, los agotadores
trabajos, la violencia por
parte de sus parejas o familiares),
se generan fuertes lazos de
amistad, respeto y apoyo mutuo.
Algunos días todas han llorado,
incluida la directora, pero no se
trata de una terapia mediante el
teatro a pesar de que tiene algo
de eso sin pretenderlo. Un punto
de partida para elaborar una
dramaturgia conjunta, hilvanada
por Óscar Morales.

Este proceso, que no parte de
un texto a priori, es una creación
colectiva donde cada una de las
escenas es discutida, revisada y
corregida por las actrices, la directora
y el dramaturgo. El resultado
hacia afuera es una colección
de escenas donde representan
su vida, transitando por
aeropuertos, calles y locutorios.
Donde la ficción permite mostrar
la realidad en gran medida
silenciada por los titulares, curiosamente,
que no provocan reacción
a sus lectores; mostrando
esa realidad como la mejor de
las ficciones pues, de otro modo,
no se podría entender que una
mujer reciba 0,75 euros a la hora
por cuidar niños. Aquí, hoy, en
esta ciudad.

La mayoría han sufrido maltratos
por parte de sus parejas,
eso es algo que inmediatamente
apareció en el proceso de creación
y así quedó reflejado en la
obra. Bastantes son madres solteras.
Otras llevan más de ocho
años en la península pero apenas
tienen redes sociales, dos no
disponen de permiso de residencia,
son a las que más les cuesta
ir al taller, puesto que el gasto y
las horas del desplazamiento es
tiempo que no destinan a obtener
recursos para su subsistencia.
Pero ese esfuerzo y
motivación les reporta una reafirmación
de su existencia,
la constatación de su presencia
en la sociedad que las necesita
pero las invisibiliza.

La parte más real, el proceso
de creación requiere un silencio
y una concentración. Ellos corren,
juegan, se meten en escena,
gritan, caen y lloran, ¿quién
cuida los niños de las cuidadoras?
En ocasiones, algunas personas
han colaborado para
mantenerlos entretenidos, para
permitir que sus madres memorizaran
el texto, otras veces se
El día del estreno, tras
dos meses ensayando,
hay nervios a flor de
piel, amigos y familiares
en el patio de butacas
“Hasta nos planteamos que definitivamente
participaran en la
obra”, comenta la directora para,
a continuación, admitir que,
ante situaciones verdaderamente
tensas, es preferible parar, salir,
fumarse un cigarrillo y continuar
con la labor.

El día del estreno, después de
dos ensayos semanales en el último
mes, los nervios a flor de
piel y el patio de butacas a rebosar
de amigos y familiares pero
también de muchas otras personas
migrantes. Previamente las
mujeres teatreras se habían preocupado
de publicitar la obra en
los locutorios, esos centros gravitacionales
que concentran las
esperanzas de las remesas y la
desazón de la distancia. Aplausos
y lágrimas confirman los
efectos de la transformación de
sus experiencias en voz común.
Saludan sobre el escenario, a
continuación aparecen sus hijos,
protagonistas sin duda.

Deseosas de seguir sobre las
tablas, se confirman varias representaciones
para otoño pero
planea la incertidumbre de la
continuidad del proyecto por falta
de financiación para mantener
unas condiciones mínimas.
“La responsabilidad de no poder
dejarlas, sobre todo ahora que
ya probaron el gusto” apunta
Egly al finalizar la entrevista.

En esta experiencia que va
más allá del mero espectáculo,
donde la fuerza reside en estas
mujeres que trabajan desde la
sinceridad y la honestidad hacia
el público, y lo más importante,
hacia ellas mismas, avanza, desde
hace tiempo, la posibilidad de
replicarla como una herramienta
de empoderamiento. El trabajo
con el cuerpo y las emociones
permite descubrir y compartir
situaciones, un espacio para hablar
sin sentirse culpables y expresar,
se cuestionan valores, se
generan ideas y se muestran con
gran generosidad. //

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