FILMOTECA
Monstruos de la codicia

‘Mátalos suavemente’ mezcla thriller y comedia negra. Usa a la mafia como espejo turbio de los cínicos del crack financiero en EE UU.

29/11/12 · 11:13
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Después de dirigir un western elegíaco, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, Andrew Dominik se ha acercado al thriller más oscuramente cómico con Mátalos suavemente. El realizador propone una especie de Pulp fiction del crack crediticio, actualizando algunos rasgos diferenciales del cine de Quentin Tarantino y sus imitadores, como los repartos corales o el uso de diálogos extensos que desbordan las convenciones del género. La misantropía de los hermanos Coen sería otra de las influencias. Pero, quizá por la huella de la novela que adapta, el filme también puede tener algo de apropiación posmoderna del thriller estadounidense de los años ‘70, de un realismo sucio casi desaparecido tras el fenómeno Star Wars.

El punto de partida es un robo. Dos delincuentes de poca monta asaltan una timba de cartas organizada por la mafia, e intentan culpar a otro para desaparecer con el botín. Este planteamiento hobbesiano acaba de reforzarse con la irrupción de Jackie Coogan, un despiadado sicario que debe investigar lo ocurrido y eliminar a los responsables. Al situar la acción en la primera campaña presidencial de Obama, Dominik evidencia un impulso crítico ausente en la ingenua ironía retrocool de Pulp fiction. Y lo subraya al incorporar fragmentos de parlamentos políticos (de George W. Bush, de los aspirantes a sucederle) como banda sonora de varios momentos de transición. Así, ofrece un resumen del crack del sector financiero y su posterior rescate estatal endulzado con llamadas al “Yes we can”.

Mátalos suavemente quizá sea, tras In time, lo más parecido a un blockbuster de la crisis que ha propuesto el Hollywood reciente. Aunque su verbosidad, unida a un uso moderado de la acción, la alejen del cine más estrictamente orientado a reventar taquillas. Es posible que el resultado no sea, conceptualmente, nada más que una pataleta superficialmente nihilista, quizá antipolítica. Pero sus responsables no temen incomodar a la audiencia con escenas extensas, y muestran una notable ambición en lo visual mediante usos creativos del montaje. O representando la violencia de manera muy diversa: conviven los estallidos brutalmente secos con una escena a cámara hiperlenta, cuyo exagerado detallismo vacía de pathos una muerte ridiculizada mediante un acompañamiento musical naïf.

Codicia sin contrapesos

Estos Estados Unidos de 2008 los pueblan tanto colgados hijos del primer Tarantino como residuos decadentes del cine de Scorsese, pero en ningún momento hay espacio para escenificaciones litúrgicas de lealtad en la famiglia. La mafia es un negocio empresarial más, cuya mano de obra está a las órdenes de ejecutivos invisibles.

Con su “América no es un país, es un negocio” final, Coogan no hace más que acabar de explicitar un antidiscurso diseminado de parlamentos presidenciales Con su “América no es un país, es un negocio” final, Coogan no hace más que acabar de explicitar un antidiscurso diseminado de parlamentos presidenciales, de coacciones para que los perseguidos se delaten entre sí... y de las charlas que el asesino mantiene con un mando intermedio perplejo ante sus drásticas propuestas. El mundo del crimen es un espejo deformado de la sociedad en general, y la película se acerca con cinismo a un presente igualmente cínico.

La codicia no tiene contrapesos éticos ni sentimentales, hasta el punto de provocar fisuras entre el sicario y su interlocutor. No cabe el lamento por los vínculos traicionados que vertebraban El asesinato de Jesse James, porque el personaje sólo busca su recompensa crematística. Así, la búsqueda del lucro y la eficacia máximas, sin que importen los medios empleados, produce monstruos que pueden incomodar a sus propios creadores. O, sencillamente, dejarlos sin resortes con los que manipular a sus subordinados. Porque con el deshumanizado Coogan no se puede apelar a la fraternidad ni a la obediencia dentro de un colectivo, se trate de la mafia o de la ciudadanía estadounidense, encabezada simbólicamente por su actual presidente.

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Escena del filme Mátalos suavemente
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