LAS EXPERIENCIAS FÍLMICAS QUE REGISTRARON LA REVUELTA
Mayo del 68 visto por sí mismo

La búsqueda de nuevos espacios y modos de hacer de la insurrección afectó con igual intensidad a las prácticas cinematográficas. Se aprovecharon todas las posibilidades del medio para registrar las luchas, cuestionando al tiempo formas y modelos heredados.

01/05/08 · 1:00
Edición impresa

Texto de David Cortés y Amador Fernández-Savater

Mayo del 68 por
sí mismo. Ése
fue el título escogido
para estrenar
en 1978 un conjunto
de películas, entre ellas
Grands soirs et petits matins,
de William Klein, que
habían sido rodadas durante
el propio acontecimiento.

Así pues, una temprana
y decidida afirmación
de que el medio cinematográfico
poseía el privilegio
de conservar los
perfiles de una experiencia
de ruptura que ya, tan
sólo diez años después de
haberse producido, se estaba
haciendo paradójicamente
invisible por un exceso
de reinterpretaciones
que tendían a aniquilar toda
su radicalidad. Y así, la
plena visibilidad de la imagen
aliada a la evidencia
de la palabra –frente a la
muda presencia de las mucho
más difundidas fotografías
del período, la palabra
(escrita, hablada o
cantada) es básica en estas
películas– posibilitaban
que mayo pudiera expresarse
“por sí mismo” a
través del cine.

Las películas rodadas en
mayo recogen, en la móvil
corporeidad de la cámara
al hombro, prácticas polí-ticas como las manifestaciones,
las ocupaciones de fábricas,
los enfrentamientos
con la policía, la reapropiación
de la calle o los
Comités de Acción, exaltan
la casi vertiginosa toma de
la palabra por parte de
aquellos que siempre han
estado excluidos de ella, pero,
ante todo, aparecen
imantadas, en su factura,
por las mismas cuestiones
esenciales que irrumpieron
en mayo: la autonomía, la
superación de las fronteras
sociales, el surgimiento de
nuevas subjetividades, la
negación de toda forma de
representación (política,
sindical, intelectual)…

Filmes colectivos

Surgen así iniciativas cinematográficas
que proponen
alternativas a la noción de
autoría, como los trabajos
colectivos desarrollados por
los grupos ARC (Le droit à
la parole) o Dziga Vertov
(Un film comme les autres),
o que incluso optan por un
radical anonimato, tal y como
se produjo en los cinétracts
o cine-octavillas, unos
sencillos y breves cortometrajes
de dos a cinco minutos
de duración destinados,
como señalaba un panfleto,
a “Oponerse- Proponer-
Sorprender-Informar-Interrogar-
Afirmar-Convencer-
Gritar-Reír-Denunciar-
Enseñar”, en una anónima
labor de contrainformación
tras la que se ocultaban los
nombres de Alain Resnais,
Godard o Chris Marker,
quien también estimuló el
nacimiento de una de las experiencias
más extraordinarias
de aquel momento, como
fue la formación de los
grupos Medvedkin. Grupos
constituidos por obreros
que rodaron películas militantes
(Classe de lutte o
Nouvelle société) en las que
ellos mismos reflexionaban –creando su propia imagen
en primera persona del plural–
sobre su condición, sin
estar mediados por la mirada
del profesional.
Películas que se oponen a
cualquier valor mercantil,
que buscan canales alternativos
de difusión y que reclaman,
ante todo, valor de uso:
generar un debate, ser discutidas
y dialogadas. Películas
donde la forma cinematográfica
es interrogada, recusando
cualquier didactismo o
modelo documental convencional
y lanzándose a una experimentación
que permita
así generar entre fotograma y
fotograma la vibración de esa
nueva política que emergió
en mayo. Y es precisamente
esa interrogación –¿cómo representarse?
¿cómo construir
una imagen política?– la exigencia
que plantean a 40 años
de su realización.

* David Cortés y Amador
Fdez.-Savater han dirigido el
ciclo de 'Con y contra el cine. En
torno a mayo del 68', que se
proyectará en Sevilla (6-21 mayo),
Barcelona (14-29 mayo) y
Madrid (28 mayo-4 junio).

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