POESÍA
Luis Felipe Fabre: “Me gusta desquiciar los órdenes”

El autor de ‘La sodomía en la Nueva España’, Luis Felipe Fabre revisita los Siglos de Oro de la mano de algunos de los homosexuales
ejecutados en tiempos de la Inquisición.

Texto de Gabriel Wolfson y Octavio Moreno Cabrer

24/06/11 · 18:55
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Foto: Mariguí.

Diagonal:El título de La sodomía en la
Nueva España invita a pensar
que se trata de un ensayo y, de
hecho, la materia verbal del libro
es la de la prosa legal y de
la historia. No obstante, es
poesía. ¿Por qué este juego?

Luis Felipe Fabre:
Creo que hay que sospechar de
esa poesía que es poesía de ‘pe’
a ‘pa’
o que se presenta como tal.
Me gusta desquiciar los órdenes
que tranquilizan: “nefandos afanes
de transgénero”, dice un
verso del libro. Me interesa que
el lector se formule la pregunta
de si eso que está leyendo es un
poema, como hemos tenido que
preguntárnoslo, y a estas alturas
ya sin mayor problema,
frente al arte del siglo XX. También
creo que durante el barroco,
que es la tradición con la que
dialoga el libro
, había en este
sentido una mayor flexibilidad.
En cuanto a la prosa condenatoria
de los edictos, el libro establece
un juego de alquimia, le da
la vuelta y por momentos la exhibe
para reírse de ella o volverla
hermosa a su pesar. Creo que
es también un ajuste de cuentas
poético:
desde el lenguaje hacia
el lenguaje. Y una manera de revisitar
la historia de México y los
Siglos de Oro por la puerta de
atrás. Digo Siglos en plural porque
duran más de cien años y se
prolongan no sólo en el tiempo
sino también en el espacio.

D.:¿Podríamos plantear que se
trata de una prosa ataviada de
poesía?

L.F.B.: Sí, es una no poesía disfrazada
de poesía o una poesía disfrazada
de imposibilidad
. En el fondo
lo que digo es que la poesía
me resulta insostenible. En este
momento, y más cuando México
se está cayendo a pedazos,
¿cómo sostienes la belleza?,
¿cómo sostienes lo sublime?,
¿cómo sostienes la supuesta
perfección del lenguaje? La
poesía me resulta imposible pero
al mismo tiempo me niego a
renunciar a ella. Lo que hago
–mis esfuerzos, mis renuncias y
mis parodias frente a la imposibilidad
del poema– es una suerte
de nostalgia de la poesía.

En este
momento, y más cuando México
se está cayendo a pedazos,
¿cómo sostienes la belleza?

D.: En La sodomía revisitas la literatura
de los Siglos de Oro y en
tus libros anteriores hacías lo
mismo con la estadounidense,
náhuatl o provenzal. ¿Qué hay
en este interés por volver atrás?

L.F.B.: A lo mejor es simple curiosidad,
o quizá avidez, como el movimiento
antropófago brasileño
,
que quería devorar toda la cultura
occidental y devolverla transformada.
O tal vez tiene que ver
con que no me siento capaz de
hacer lo que yo considero poesía,
y entonces lo que hago son
piececitas rotas
. Creo que sí: lo
mío está hecho de pedacería.

D.: En muchos trechos del libro, las
voces no se enuncian de manera
franca sino a través de una
mediación: lo que alguien dijo,
lo que alguien dice que otros
dijeron. Este recurso parece
que inscribe una distancia crítica
que rompe toda ilusión de
sinceridad, de emotividad directa.
¿Qué opinas de esto?

L.F.B.: No estoy muy seguro de que lo
que hago sea poesía lírica: lo que
está puesto en duda todo el tiempo
es un ‘yo’ romántico, un ‘yo’
profundo, un ‘yo’ que se exprese
allí. Creo que tiene más que ver
con la dramática o con la épica
en tanto narrativa. A veces siento
mis poemas como sketchs de
cabaret
. Mi trabajo con la poesía
es muy teatral: cuando hay un
yo, cuando llega a haber un ‘yo’,
es claramente máscara, una proliferación
de máscaras
y de cierto
tipo de personajes. Me gustan
mucho las divas sospechosamente
travestis. Al final yo también
estoy jugando al travesti, digamos,
en la enunciación. Esta
figura me parece básica porque
el travesti es una criatura artificial,
que no pretende naturalidad,
es mero artificio y al mismo
tiempo es una superficie radical
(el poeta mexicano Juan Carlos
Bautista siempre dice que a un
travesti rara vez le interesa pasar
por mujer: lo que le interesa es
pasar por travesti
). Me gusta mucho
el juego con la frivolidad y el
juego con la superficialidad porque
creo que el arte en gran medida
es una superficie, más que
un contenido. Lo importante del
travesti es que lleva esa superficialidad
a tal extremo que la
vuelve una radicalidad que muchos
que van de profundos no
podrían tener
.

Al final yo también
estoy jugando al travesti, digamos,
en la enunciación

D.: ¿Opera algún tipo de alteración
de la lectura el hecho de que La
sodomía en la Nueva España se
publicara en España y no en
México, siendo además un libro
que trata asuntos de la Colonia?

L.F.B.: Yo habría querido que apareciera
en México pero no encontré
editorial, quizá porque el tema
de la homosexualidad resultaba
incómodo. Luego surgió la posibilidad
de publicarlo en Pre-
Textos, que es una editorial que
me gusta, y por eso acabó saliendo
en España. Así es que, casi sin
querer, hay como una suerte de
justicia poética, al ser un mexicano
el que publica en España
un libro que juega con la Colonia
y que además hace una relectura
de los Siglos de Oro españoles. Y
sobre todo en este momento,
cuando España siente un enorme
desprecio por su tradición
barroca. Lo que no incomoda en
México resulta incómodo aquí, y
al revés. Eso me gusta. Me interesa
lo mal visto. //

Fabre y la
fecundación esteril

Luis Felipe Fabre (Ciudad de México,
1974) ha publicado, entre otros títulos,
la antología de nueva poesía mexicana
Divino Tesoro (Casa Vecina,
2008), el libro de ensayos Leyendo
agujeros
(Conaculta, 2005) y Cabaret
Provenza
(FCE, 2007), que recoge la
mayor parte de sus poemas. Su obra
se caracteriza por esa galería de personajes
travestidos que transitan por las
fronteras del género literario, político y
sexual. Esos monstruos son el fruto de
una potente maquinaria de interpretación
y actualización con la que Fabre
hace suyo el principio deleuziano de la
«fecundación estéril» al restaurar tradiciones
tan dispares como la canción
ranchera o la poesía trovadoresca. Sus
versos dicen y se desdicen a un lado y
otro del signo gráfico de los dos puntos:
un orificio de salida que Fabre
invierte en entrada, al estilo de los
sodomitas que pueblan su último libro,
La sodomía en la Nueva España.

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Foto: Mariguí.
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