Al igual que en toda revolución, la causa quizá tenga más que ver con las circunstancias que con el idealismo, pero el fenómeno existe: el hincha de a pie está volviendo (con cuentagotas, sí, pero volviendo) a las gradas de los campos del fútbol humilde. En muchos casos es por la simple razón de que estando en paro o trabajando precariamente, el aficionado no puede pagarse el abono del Madrid o Barcelona (o sus equivalentes de provincias). En otros, simplemente, la razón es que se ve superado por un fútbol que cada vez le es más ajeno.
Al igual que en toda revolución, la causa quizá tenga más que ver con las circunstancias que con el idealismo, pero el fenómeno existe: el hincha de a pie está volviendo (con cuentagotas, sí, pero volviendo) a las gradas de los campos del fútbol humilde. En muchos casos es por la simple razón de que estando en paro o trabajando precariamente, el aficionado no puede pagarse el abono del Madrid o Barcelona (o sus equivalentes de provincias). En otros, simplemente, la razón es que se ve superado por un fútbol que cada vez le es más ajeno. Y entonces uno recuerda, seguramente idealizando, cómo vivía el fútbol antes: el club cuando de verdad era “el suyo” y no una sociedad anónima; o aquel otro equipo del barrio, en el que jugó de pequeño, que a duras penas gestionaban un grupo de viejos apasionados y un par de chavales voluntariosos…
La tendencia se ha invertido, la burbuja especulativa disfrazada de espectáculo algún día tenía que explotar, y hoy apenas resiste gracias a los parches que suponen las inversiones de algunos oligarcas árabes o rusos, los sospechosos fondos de inversión o el injusto reparto de los derechos televisivos. Si algo positivo está teniendo el fútbol-negocio y su dictadura televisiva es que ha acelerado el colapso de un modelo insostenible e insoportable para cualquier futbolero de bien.
Los aficionados, engatusados por la comodidad de la tribuna, el césped de última generación y los futbolistas oliendo a perfume del caro, están descubriendo que, rascando en la superficie de unos colores que un día les representaron, asoma un mundo que no es el suyo. Porque de eso trataba todo esto: los del negocio por un lado y los de la pasión por el otro. Y, claro está, para mantener a los primeros hay que seducir a los segundos; no tenemos más que mirar alrededor.
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