FOTOGRAMAS ILUSTRADOS. Para llevar a la pantalla la novela de Philip K. Dick se utilizó la técnica del rotoscopado, por la cuál se graba primero en
vídeo digital y luego se pintan las imágenes.

Philip K. Dick (1928-
1982) es, probablemente,
el autor de
ciencia ficción más
influyente en la cultura general
de la ficción especulativa.
Con los años, el peso de
su narrativa, irregular, inconstante,
genial, fruto de
una personalidad psicótica,
alentada por las adaptaciones
cinematográficas (Blade
Runner, Desafío total, Minority
Report, Una mirada a la
oscuridad...), ha ido ganando
en relevancia y trascendencia.
Su concepto de la realidad
como algo maleable,
inestable, relativo, inconsistente
y generador de dudas y
temores supuso, en los años
60, un auténtico adelanto
desde lo fantástico a los parámetros
posmodernos actuales
(recogido en títulos
como Matrix, heredera directa
de Dick). Novelas como
Los tres estigmas de
Palmer Eldritch, Tiempo desarticulado
o Ubik, paradigma
de las narraciones de dudas
sobre la realidad, que
abordan esa problemática en
toda su dimensión (llamada
no casualmente “dickiana”
por el determinante papel de
este autor en su recreación),
se han convertido en clásicos
irrefutables.

Líneas críticas

Pero su obra no se reduce a
ello. En su producción se recoge
una línea crítica contra
el militarismo, la moral burguesa
y un cierto cinismo a
la hora de retratar su convulso
mundo circundante,
asfixiado por la Guerra Fría
y la caza de brujas.
Igualmente, las drogas, a
las cuales recurrió con asiduidad,
que encajan con la
paranoia de sus ficciones,
están plenamente presentes
en sus narraciones (Una
mirada a la oscuridad) como
alteradoras de la percepción
y, en cierta medida,
como alienadoras y elementos
de control social.
Sus colecciones de cuentos
son, sin duda, una de las
mejores muestras de narraciones
breves del género.

En muchas ocasiones sólo
sirvieron como meros ensayos
de su extensa producción
novelística (45 títulos),
pero suponen una
intensa condensación de
sus temas e inquietudes sin
los altibajos que contienen
algunas de sus novelas.
En sus últimos libros
(Valis, La transmutación de
Timothy Archer), se cuela
un elemento más místico,
incluso religioso, del que
parte desde ámbitos políticos
y sociales como sus
problemas con la CIA (Radio
Libre Albemuth), lo que
le confiere una complejidad
y una profundidad filosófica
más trascendente a
su literatura.

Consagración

Su reconocimiento llegó a
partir de su muerte, en
1982, con la película Blade
Runner, adaptación de
¿Sueñan los androides con
ovejas eléctricas?, cuyo estreno
no pudo ver. En vida,
de hecho, sólo obtuvo el
premio Hugo (el más prestigioso
del género) con su
ucronía El hombre en el castillo,
quizá su novela más
convencional, y el Campbell
Memorial por Fluyan mis
lágrimas, dijo el policía,
además de una buena legión
de seguidores de culto.
Desde entonces, su prestigio
no ha hecho sino crecer,
y su imaginería y su filosofía
de la percepción han
trascendido las barreras de
la ficción especulativa.
En un mundo que tiende
hacia la esquizofrenia colectiva,
la obra de Philip K.
Dick se presenta como una
de sus expresiones más logradas,
perturbadoras y
sugerentes a las que se
puede acceder.