¿Son las torrijas lo único rescatable de las tradiciones de Semana Santa? Para salir de
dudas, aportamos una visión sobre la historia de estas fiestas a cargo de Demetrio E.
Brisset, quien ha estudiado los orígenes de las celebraciones ibéricas. Música, baile, bebida,
banquete y
quizá alguna droga
son los elementos
básicos para una fiesta,
nos dice Demetrio Enrique
Brisset, que recientemente ha publicado
La rebeldía festiva.
Este libro
sigue las estaciones del año, el
ciclo de la vida y las fiestas que
tradicionalmente se han asociado
con ellas, tanto aquellas organizadas
a mayor gloria de la
jerarquía eclesiástica o de la nobleza
como las fiestas espontáneas
de lo que alguna vez se llamó
“el pueblo”. Aprovechando
que se acercan las celebraciones
de Semana Santa, hablamos
con Brisset sobre lo sagrado
y lo profano y la historia de
las fiestas, que, como él dice, es
la historia de su prohibición.
¿Cuándo surgen las fiestas de
Semana Santa?
Son celebraciones que han ido
evolucionando y transformándose
con el tiempo. La Semana
Santa, de hecho, es la celebración
de la primavera, es la irrupción
de esta estación con lo que
conlleva de buen tiempo y desarrollo
de los cultivos. La fertilidad
se anuncia en la naturaleza
e incita a tener disfrutes sensoriales
de todo tipo. Era el comienzo
del ciclo anual y se celebraba
con grandes alegrías. Lo
que pasa es que en las sociedades
estatales, sobre todo en Asia
media, se atribuyó a una divinidad
que encarnaba el ciclo vital,
de forma que esa divinidad muere
y resucita estos días. Cuando
muere es el final del invierno, y
unos días más tarde vuelve a la
vida, lo cual es estrictamente la
renovación primaveral.
Este tipo de creencias de este
ciclo de muerte y resurrección
vital, relacionadas con ciertas
divinidades como Tammuz,
Marduk u Osiris, son las que
luego fueron reinterpretadas
por la religión judeocristiana,
atribuyéndose al Hijo de Dios
esa muerte y resurrección.
Entonces se mantiene en el fondo
la misma relevancia significativa,
pero con unos personajes,
una forma, una narración
diferente. En el caso del cristianismo,
que es el que afecta a
nuestra cultura, a partir de los
Reyes Católicos es cuando empiezan
a extenderse las procesiones
más penitenciales. Esta
vertiente pasional o penitencial,
que de hecho tenía su lugar en
antiguos cultos de los Estados
asiáticos de la Antigüedad, es la
que está impregnando ahora la
imaginería de las procesiones,
pero a un nivel en general sólo
formal, de aspecto. Aunque
quedan algunas localidades en
las que la gente sigue haciendo
penitencia: los picados de la
Sonsierra, los empalados de la
Vera…, ya es, en un nivel muy
residual, porque en general entre
los cofrades hay cada vez
más niños y mujeres, y cada vez
hay una vertiente más acentuada
de atracción turística.
Destacas en el libro que a partir
de la democracia ha aumentado
mucho el número de cofradías,
especialmente en Andalucía.
También dices que
con las cofradías se escenifica
una representación de la jerarquía
de ciudades y pueblos.
Éste es un fenómeno de las últimas
décadas: por un lado hay
mayor profanidad en las fiestas,
nuevas celebraciones o algunas
antiguas que van perdiendo su
vertiente religiosa, se van haciendo
más profanas, más laicas,
desgajadas del control eclesiástico
y, al mismo tiempo, hay
un aumento de los cofrades, de
actividades semilitúrgicas, como
los rosarios de la aurora,
que estaban casi desaparecidos
y en los últimos años han vuelto
a ponerse de moda. Las cofradías
rocieras también han aumentado
mucho, lo que ha convertido
esta romería en la más masiva
del Estado español (más de
un millón de asistentes). Estas
cofradías se están multiplicando
de manera paralela a la tendencia
a lo profano. Una posible
interpretación es que los
partidos políticos han perdido
su capacidad de atracción y hay
sectores más conservadores
que buscan su intervención en
la vida pública a través de estas
agrupaciones semirreligiosas,
que les aportan relevancia, presencia mediática, en las que se
crean lazos de afinidad, se fortalecen
grupos de presión…
También influye lo que llamas
la lujuria sensorial de estas
procesiones...
Es un hecho esta tendencia a
la espectacularización de muchos
de los rituales festivos,
buscando atraer a la población
y a los forasteros con la música,
con el colorido, con nuevos
decorados y vestuarios de las
imágenes, con el despliegue
floral, el derroche de la pólvora,
que son apelaciones sensoriales,
que nos aportan intensidad
emocional y que, en gran
parte, explican el éxito de estas
celebraciones rituales, porque
son, digamos, globales.
También cuentan con cierta intervención
autónoma: en las
grandes procesiones de Semana
Santa, el espectador se está
desplazando de un sitio a otro,
no está en un lugar fijo; aunque
existan las carreras oficiales
con su silla, la mayoría busca
los sitios donde hay un entorno
más bello, valoran la estética de
las poblaciones; el paso aporta
la emoción musical, los olores,
cierta teatralidad de la propia
narración, de las propias figuras…
Tienen una fuerza dramática
que puede interesar a
cualquiera, sea o no creyente.
Hay una constante apelación
multisensorial, que, en el caso
de la primavera, es muy clara,
porque se suma a que nuestro
organismo está deseando este
disfrute.
¿Cómo se ha producido el
arrinconamiento de fiestas
profanas como el carnaval en
beneficio de otras como semana
santa, en las que el control
es más aplicable por el poder?
Para la humanidad tener ocasiones
de celebraciones de fiestas
es una constante en todas las
culturas. Llega un momento en
el que el lugar de reunión, la casa
de las fiestas, se la apropió la
casta sacerdotal e impuso sus
dogmas, sus impuestos y su
control. Buscar la historia de las
fiestas es encontrar la historia
de sus prohibiciones: una serie
de ordenamientos para prohibirlas,
regularlas, de forma que
el pueblo apenas podía celebrar
nada que no estuviera bajo el
imperio del Estado y de la
Iglesia. La gente, actualmente,
tiene ya otras opciones para divertirse
y, de hecho, surgen
nuevas fiestas profanas desvinculadas
de cualquier iglesia y
gobierno, a veces para recordar
un pasado comunitario. Por
ejemplo, en Galicia se están
dando muchas celebraciones
para recordar a los antiguos galaicos.
Se hacen ofrendas a diosas
de la vegetación, diosas del
amor y del erotismo, con bailes
colectivos, banquetes y música.
También hay nuevas fiestas primaverales,
como el Dragonfest
en la Alpujarra, a la que vienen
hippies de muchos sitios; los
macrobotellones de los estudiantes…
Son otro tipo de reuniones,
en las que están los elementos
básicos de diversión,
pero al margen de las antiguas
formas festivas, y que se acercarían
a lo que fue el inicio: la simple
alegría de reunirse y de pasarlo
bien en común. Hay una
autoorganización para esas fiestas,
en las que se comparten los
gastos y las tareas, gente que se
encarga de la preparación y la
gestión, etc. Son formas de organización
más libres, comunitarias,
no rígidas. Esto, después
del Franquismo, se ve con las
casetas en las ferias a cargo de
partidos políticos, agrupaciones,
movimientos sociales, etc.
Otra modalidad son las fiestas
en locales en centros okupados.
A pesar de estas tentativas de
control, ¿crees que se va a mantener
la rebeldía festiva, esa libertad
de que disfrutamos durante
estas celebraciones?
Hasta ahora se ha demostrado
que, a pesar de todas las represiones
y prohibiciones, los poderes
no han conseguido extirpar
el ansia de disfrute en
todos los niveles, también en
el erótico. Esto es porque la
gente ha luchado por mantener
su derecho de diversión, y
esta forma de rebelarse creo
que seguirá. Lo que pasa es
que ahora tenemos también la
vida virtual. No está claro hasta
qué punto va a influir el que
los contactos sean a distancia,
las fiestas sean en recintos cerrados,
sucedáneos de fiesta.
Desde luego al poder le interesa
que la gente esté quieta en
su casa. Y que jueguen con
Internet para que no incordien
en la calle.
Las fiestas del mañana
«Es un hecho que se puede convocar a la gente para cualquier reunión en muy poco tiempo y con gran repercusión. El asunto es que los poderes están muy atentos a que no se les escape el control de la calle y cada vez van a reaccionar con más rapidez y violencia contra los que no cumplan con las normas que se imponen para las reuniones.
Mantener un ente sagrado como 'el orden público' implica que no se deja reunirse a la gente donde y cuando quiere sin pasar por el filtro de las autorizaciones. Entonces, hay una doble dinámica porque es más fácil reunirse, pero también hay mucho más control para estas reuniones. De hecho, estamos viéndolo en el tema de los botellones urbanos. La evolución la veo en esta línea de búsqueda en el pasado colectivo de elementos de orgullo no vinculados a la religión.
Otro modelo de transformación son las fiestas de los emigrantes que vienen a España. En la fiesta del 12 de octubre, por ejemplo, desde hace tres años, comenzaron a salir a la calle emigrantes de distintos países con sus trajes folclóricos, con su música autóctona, etc. En sólo tres años han ganado tal fuerza que ahora mismo es una fiesta más importante que el desfile de las Fuerzas Armadas. Un aspecto que tener en cuenta es que cualquier celebración atrae a la gente y nos da igual celebrar el año nuevo chino bailando detrás de los dragones, participar en las fiestas de percusión de los senegaleses o que sean los diablos andinos los que nos pongan a bailar. La gente con ganas de divertirse se integra en cualquier festejo».
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