ENRIQUE FALCÓN, POETA ANTAGONISTA
“La poesía inocente no existe; y mucho menos la pretendidamente neutral o apolítica”

Unas de las voces más críticas y de mayor calidad
de la poesía española en la actualidad parte de
Enrique Falcón, un poeta ligado a grupos sociales
de base y de apoyo a personas presas, y a su lugar
de nacimiento, el barrio del Cristo, en Valencia.

24/07/06 · 20:09
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// Alberto Diolli

Enrique Falcón es
uno de los más sólidos
‘poetas de la
conciencia crítica’
actual. De sus obras destacan
Amonal y, sobre todo, La
marcha de 150.000.000, un
proyecto en continua expansión
y varias partes que recibió
el premio Ojo Crítico al
mejor libro de poesía publicado
en España durante el ‘98.

DIAGONAL: ¿Cómo puede
la voz personal convertirse
en voz colectiva?

ENRIQUE FALCÓN: De una
manera muy sencilla: negando
la brutal separación que
entre ‘lo público’ y ‘lo privado’
ha establecido falsamente
el discurso neoliberal. Ya
no es sólo que sea cierto que-
como bien expresan los nuevos
movimientos sociales de
base- ‘lo personal es político’,
es que, además, la suerte
de la gente y de los pueblos
forma parte del entramado
de cada una de nuestras historias
y vivencias personales.
En un mundo interconectado
como éste, una ‘voz personal’
aislada presupone una tremenda
ingenuidad, aunque
me temo que también sobre
ese ensimismamiento, sobre
esa separación, pivotan precisamente
los intereses de un
sistema que desea tener a los
ciudadanos (y, entre ellos, a
los poetas) perfectamente entretenidos
o atemorizados en
sus pequeños mundos ‘privados’.
Frente a ello, existe hoy
un punto de intersección entre
prácticas poéticas y prácticas
sociales que se nutren
de los vínculos, esto es, del
salir afuera, de renombrar
con otros las cosas, de compartir
luchas concretas y de
dejarse interpelar por ellas.
Nuestras prácticas (literarias,
ciudadanas) habitan el espacio
de las luchas presentes,
habitan la posibilidad de un
futuro común y restauran la
memoria de todos los caídos
con la complicidad trenzada
de los otros.

D.: En tu poesía, los hallazgos
formales están planteados
para aumentar la expresividad,
para potenciar el
contenido. ¿Es éste el camino
para conseguir una preocupación
formal pero huir del
esteticismo?

E.F.: Estoy personalmente
convencido de que el lenguaje
es intermediario fundamental
en las relaciones de
dominio y explotación, pero
también en nuestras posibilidades
de emancipación, desvelamiento
y resistencia. Más
allá del mero juego formal,
creo que en poesía el llamado
‘estilo’ es también un acto de
elección moral. Un poema es
un ‘artefacto de palabras’ y
por ello es importante el trabajo
que se haga sobre esa
materia que es lenguaje, pero
tampoco hemos de olvidar
que un poema es también un
‘gesto sobre el mundo’. Dicho
esto, me parece un buen quebradero
de cabeza para un escritor
el hecho de que se tenga
que preguntar, poema tras
poema, cómo conciliar ambas
realidades, pero sin tener que
caer (sabiduría y tensión del
equilibrista) ni en el mero
panfleto ni en un esteticismo
insustancialmente vacío.

D.: Como parte del colectivo
Alicia bajo cero, publicaste un
interesantísimo estudio muy
crítico sobre la poesía española
contemporánea, Poesía
y poder. ¿Qué te parece la
denominada ‘poesía de la
experiencia’?

E.F.: En ese trabajo que mencionas
(agotado en papel pero
disponible en la biblioteca digital
del Manual de Lecturas
Rápidas de Supervivencia, en
www.nodo50.org/mlrs) los
presupuestos de la llamada
‘poesía de la experiencia’ quedaron
al descubierto, creo que
con suficiente rigor crítico.
Las claves con que la denunciábamos
residían, entre otras
cosas, en su profundo conservadurismo
ideológico y en la
defensa que este tipo de poesía
ha hecho de individuos ensimismados
y autosuficientemente
redondos. Yo añadiría
ahora, además, su escasa relevancia
emocional, su nula
innovación expresiva, su vocación
tranquilizante y su excesiva
previsibilidad.

D.: Eres parte del consejo de
redacción de la revista online
de poesía antagonista
Lunas Rojas y buena parte de
tu obra está disponible en la
red. ¿Qué permite internet a
la poesía?

E.F.: Pues permite cosas que
la distribución en papel de libros
y revistas no consigue ni
alcanzar. La red es, por ejemplo,
especialmente apropiada
para el formato de un poema:
favorece su publicación y, sobre
todo, que llegue finalmente
a mucha más gente y
por redes geográficas sustancialmente
más diversas. En
concreto, es especialmente
fructífero el diálogo que, precisamente
gracias y a través
de la red, se está estableciendo
entre poetas peninsulares,
canarios y latinoamericanos
en un momento como éste en
el que la poesía en Latinoamérica
suele estar a años luz
por delante de la que se escribe
en España.

D.: Hablas de ‘poesía del conflicto’
y remarcas que “la literatura
no es una estructura
inocente” pues implica un posicionamiento.

E.F.: En efecto, la poesía inocente
no existe. Y mucho
menos la pretendidamente
neutral, apolítica o desideologizada.
Todo gesto de habla,
cualquier acto de lenguaje
(poesía incluida) va,
por necesidad, ideológicamente
cargado. Sin embargo,
el discurso político conservador
negará que todo
poema conlleve un particular
posicionamiento ante el
mundo y hará pasar por ‘natural’,
‘normal’ y ‘neutral’ lo
que en realidad no lo es. Una
poesía del conflicto ha de denunciar
estos enmascaramientos
ideológicos que el
poder procura pasar por ‘naturales’
y, al mismo tiempo,
visibilizar los conflictos sociales
que ese mismo poder
pretende escamotear y esconder
bajo la alfombra.

D.: Igualmente adviertes que
“cada producción discursiva
en situación de emergencia
irá históricamente entrando
en determinados procesos
de asimilación y absorción
por parte de esa constelación
dominante”.

E.F.: El capitalismo te acabará
vendiendo hasta el ladrillo
que hoy le arrojas. Su poder
de etiquetación, asimilación e
integración es poderosísimo,
y tal capacidad de absorción
está activando serios debates
entre los movimientos y los
proyectos antagonistas que
tanto en el orden político como
en el artístico pretenden ir
más allá de las meras reformas.
En las experiencias actuales
de plazo corto sí se dan
ejemplos de inasimilación de
la protesta, pero sinceramente,
no estoy seguro de si, a largo
plazo, una experiencia contestataria
de resistencia puede
evitar que se la catalogue finalmente
para ocupar un sitio
concreto en el museo-escaparate
del orden de cosas dado.

INCENDIOS CRÍTICOS

D.: ¿Puede decirse que hay una
corriente de poesía crítica en
España hoy?

E.F.: Te diré sin temblar un
ápice que poesía crítica siempre
ha habido en España. Otra
cosa es que últimamente se
movía por espacios sociales y
culturales prácticamente invisibles
(es decir, invisibilizados).
Miguel Ángel García Argüez, uno
de los poetas resistentes del
colectivo La Palabra Itinerante
suele decir que la sequía es el
tiempo más propicio para los
incendios. Pues bien, ese incendio
crítico sería hoy un frente-
eso sí, mestizo y diverso- formado
por poetas como el
mismo García Argüez, Antonio
Orihuela, Jorge Riechmann,
Eladio Orta, David González,
Antonio Méndez Rubio, David
Méndez, Isabel Pérez Montalbán,
Mª Ángeles Maeso, David
Eloy Rodríguez, Ángel Calle,
Verónica Pedemonte, Pedro
Montealegre, José Mª Gómez
Valero, Daniel Bellón, David
Franco Monthiel, etc.

BIBLIOGRAFÍA

El día que me llamé Pushkin
(Ed. del Ayuntamiento de Sevilla,
1992).
La comunicación irracional
(1993).
La marcha de 150.000.000
[1]: «El Saqueo» (Rialp, 1994).
Las prácticas literarias del conflicto
(1995).
La marcha de 150.000.000
[1 y 2]: «El Saqueo» y «Los
Otros Pobladores» (Germania,
1998).
AUTT (Crecida, 2002).
No doblar las rodillas: siete proyectos
críticos en la poesía
española reciente (2002).
Nueve poemas (Ed. Universidad
de Valencia, 2003).
Cuatro tesis de mayo (2004).
Amonal y otros poemas (Idea,
2005).
El amor, la ira [Escritos políticos
sobre poesía] (2006).

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