Joana Craveiro, directora de Teatro do Vestido
La memoria política portuguesa desde la escena

Las raíces de la actual crisis capitalista y la construcción de la memoria política en Portugal son los materiales de la obra ’Calamidad’, de la compañía lisboeta Teatro do Vestido, presentada en octubre pasado en el Teatro Pradillo (Madrid). Conversamos sobre este trabajo con Joana Craveiro, su directora.

20/11/12 · 11:12
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Al final de Calamidad, Joana Craveiro, actriz y directora de Teatro do Vestido, se adelanta hacia el público del Teatro Pradillo e informa que el 5 de octubre es el Día de la República Portuguesa y que el actual gobierno y la troika financiera han suprimido su celebración.

Así de directa y personal es la obra que vimos en la muestra del Festival CITEMOR en la sala madrileña. En ella intervienen los actores Gonçalo Alegria, Tânia Guerreiro y la propia Joana, a través de acciones y palabras que desarrollan en zonas de instalación plástica que pueden simbolizar interiores de un piso, ventanas a la calle, una oficina de archivadores vacíos, álbumes de fotos y cromos, libros y láminas escolares.

Relatos de los tres actores y voces grabadas alternan para nosotros diferentes visiones de acontecimientos del último medio siglo en Portugal, desde la dictadura de Salazar, pasando por la Guerra Colonial en África (1961-1975), la Revolución del 25 de Abril de 1974, hasta llegar al sombrío presente que sirve de gran pregunta para la investigación.

“En este espectáculo intentamos trazar una genealogía de cómo llegamos a este estado de sitio. Creemos que la memoria es un ejercicio fundamental para saber cómo vinimos a parar aquí”, escriben en el programa de mano. Son relatos cotidianos, en primera persona. Cómo era la vida de la gente en el campo, cómo emigraron a la ciudad, qué se enseñaba en la escuela, cómo fue la infancia y la adolescencia de los que hoy tienen 35 años, qué piensan hoy de la Revolución de los Claveles, de la crisis… En un pasaje, Tânia Guerreiro habla cara a cara con un espectador: “Cuando terminó sus trabajos en el campo, mi abuela le dijo a mi madre: ‘Toma, márchate, aquí no hay futuro’”; le coge la mano y le entrega un papel arrugado. Es un billete de cinco pesetas de 1951.

Teatro do Vestido cumple diez años de experiencias escénicas políticas. Calamidad es la primera parte de un tríptico de investigación titulado Monstro. Se presentó en agosto de este año en el Festival CITEMOR, de Montemor-O-Velho (Portugal), y después de Madrid, estará en Lisboa desde el 27 de noviembre al 1 de diciembre en el Espaço Alkantara.

Entre diciembre de 2012 y abril de 2013, la compañía desarrollará en Lisboa y São Paulo las siguientes obras del proyecto, Hecatombe y Apocalipsis, y piensa mostrar el tríptico completo en Lisboa.

CONVERSACIÓN CON JOANA CRAVEIRO

Joana Craveiro en Calamidad. Foto Joâo Paulo SerafimEn Calamidad investigáis en escena sobre la construcción de la memoria política en Portugal. ¿Tenéis un una previsión de los temas y formas escénicas para la continuación en Hecatombe y Apocalipsis?

Es difícil hablar de formas escénicas antes de que ocurran. En Calamidad la forma escénica se construyó haciendo improvisaciones diarias en nuestro espacio, que está sobre una discoteca, en Cais do Sodré, en Lisboa, y debajo de una pensión que alberga sobre todo a prostitutas y sus clientes.

En este momento no conseguimos prever lo que seguirá en las partes 2 y 3, pero sabemos que queremos continuar investigando en lo que nos ha traído hasta aquí como país, en esta desesperación que está empezando a transbordarse a las calles, en la incomprensión frente a lo que nos quieren vender como una fatalidad, y que es una deuda que no sabemos quién contrajo y un presupuesto del Estado para 2013 que hipoteca las esperanzas de las personas.

Los relatos de la performance describen vivencias de gente de vuestra edad (niñez, estudios, trabajo, relación con los mayores, etc.). ¿Empleáis en ellos materiales personales?

Sí, como metodología general usamos materiales personales, una especie de autobiografía que es más bien una auto-etnografía, si consideramos que la auto-etnografía describe una conciencia sobre la realidad social en que se inserta nuestra autobiografía, y al mismo tiempo presupone una mirada que, en cierta manera, se distancia del ’yo’. Hacemos auto-ficciones más que auto-biografías. Hablamos con un tono deliberadamente personal y buscamos una autenticidad en la forma en que hablamos con el público cuando estamos en escena.

Yo nací en 1974, Tânia en ese mismo año, Gonçalo en 1975. Ya vivimos dos intervenciones del FMI en nuestro país. Lo que recuerdo de esas primeras intervenciones son los guisantes hervidos con huevos escalfados, que era la comida de muchos días. Hace un tiempo mi madre me explicó que fue cuando el FMI estaba acá. Crecimos con una conciencia política que viene naturalmente del hecho de haber nacido en 1974/75. Algunos de nuestra generación se metieron en la política, nosotros nos metimos en el teatro, que es el equivalente. Cuando digo (en la función) que yo conocía a los chicos que mostraron el culo en el parlamento contra la subida de las tasas de matrículas es verdad. Muchas veces hablamos más de lo que vemos que de vivencias reales; ficcionamos a partir de eso y tenemos una mirada crítica también sobre nosotros mismos, nuestros vicios de clase media privilegiada, nuestros prejuicios y contradicciones.

“Los dientes podridos", “un día en blanco y negro", son motivos recurrentes en la obra; se convierten en una imagen muy poderosa de una época. ¿Cómo recibe la obra la generación de vuestros padres? ¿Los jóvenes?

Los dientes podridos vienen de un comentario de una amiga nuestra sobre una película de un documentalista que retrató el proceso revolucionario después del 25 de Abril de 1974. Ella dijo: “En esa película, la mayoría de los portugueses que hablan tienen los dientes podridos. Este era el país que teníamos”.

“El día en blanco y negro” además de simbolizar muchas cosas de nuestra historia, también corresponde al primer día de ensayos, que era algo así, negro y blanco, ensombrecido por la muerte prematura de un joven pianista portugués. Nos preguntamos: ¿Por qué? ¿Para qué? Los amigos que vieron ensayos abiertos en nuestro local eran mayoritariamente de nuestra generación y se identificaron con muchas cosas. Les gustó el discurso político más directo sobre el país sin memoria (dentro del armario), les gustó sobre todo el hecho de que fuéramos directos en una época en que en el teatro se vuelve difícil ser directo, porque parece que tenemos que disfrazar y “decir de otra forma, sin decir”.

Es también la herencia de que nuestro país haya tenido un fortísimo Proceso Revolucionario (PREC), en que el teatro político tuvo un papel importante y por eso, hoy en Portugal hablar de teatro político o hacerlo es algo difícil. Tenemos que superar prejuicios e ideas preconcebidas. En Montemor-o-Velho, en CITEMOR, tuvimos un público muy joven, que no sabía bien lo que era el 25 de Abril, ni siquiera quién era Lucky Luke. Por fin, acompañados por profesores o tutores, no sé, visitaron nuestro escenario como si fuese un museo. En parte de la generación mayor, sentí una complicidad y una comprensión de lo que se estaba hablando. Pero tampoco sabían cantar “Força, força companheiro Vasco!” (Canción de apoyo a Vasco Gonçalves, presidente de los gobiernos provisionales en 1974 y 75) y creo que se sintieron avergonzados por eso...

En algunos pasajes, Tânia Guerreiro describe el "progreso" de su familia a través de los cambios de automóviles, de los cambios de muebles, de la cocina, el baño, etc.  Y cuando habla de los automóviles, repite el diagnóstico de su madre: aunque se cambia de modelo de coche, la situación es incierta, hay crisis. Por otra parte, habláis de un país sin memoria, "encerrado en un presente eterno". ¿Cuál es vuestra visión del "progreso", del bienestar, del consumo, de la transición de la dictadura a la democracia?

Sí, la historia del paso de la dictadura a la democracia es también la historia del boom del consumismo, de los créditos, de lo superfluo, de lo excesivo. Pero eso también es una herencia del gobierno de Cavaco Silva, que trajo consigo esa mentalidad, el ultraliberalismo, la destrucción de la agricultura y de la pesca, las autopistas, las tarjetas de crédito, el acuerdo ortográfico... Antes de esto, Mario Soares trajo consigo la idea de adhesión a la CEE, ese proyecto europeo hoy UE, cuya ideología se vuelva cada vez más clara y flagrante –no es una red humanista, no es una alianza sustentada en una solidaridad social. Es un proyecto de hegemonía de los países más fuertes sobre los más débiles, cada uno intentando defender sus intereses –no es una idea de nosotros. Si la hay, está separada por muros, intereses y fronteras cada vez más marcados que antes de su abolición. En mi país no hay memoria histórica. Es un hecho. Para encontrar las responsabilidades de la presente crisis solo se consigue retroceder una legislatura (hasta el gobierno de Sócrates). Así no es posible comprender nada.

Porque las raíces de la profunda crisis en que nos vemos sumergidos son mucho más profundas que eso, y se inscriben también en una mentalidad que tiene siglos. Antes de la Dictadura del Estado Novo tuvimos siglos de Inquisición. Tuvimos dependencia de países extranjeros desde casi siempre –nuestra primera alianza con Inglaterra se remonta al siglo XII

Nuestra visión sobre todo esto es de mucha pena porque los avances en los valores humanistas no sean los mismos que en los bienes de consumo. Constatamos que no hay una relación entre tener más bienes de consumo y tener un comportamiento humanista, valores de integridad y de defensa de la justicia social. Parece que es al contrario: que cuanto más tenemos, menos sabemos comportarnos. En la raíz de todo esto está una codicia profunda, que como civilización aún no conseguimos superar.

¿La celebración del Día de la República sólo se suprime por los recortes económicos?

Pienso que esa es la motivación principal, pero hay que mirar con mayor profundidad. Hay historiadores, como Fernando Rosas, que han demostrado sólidamente la excesiva “demonización “ de la República –la gente que dice que la República nos llevo al “caos”, que después tuvo que ser “salvada” por el Estado Novo de Salazar. Es como si la culpa de todo, inclusive de nuestro presente, la tuviese la República. De modo que, francamente, no creo que importe a nuestra memoria nacional la mantención de este festivo, porque nos interesa hacer nuestro revisionismo galopante a ver si llegamos más rápido a la ausencia total de memoria que nos permita liberalizar todo como si no hubiese mañana. Oí rumores de que también puede ser suprimido como festivo el 1 de mayo, e incluso el 25 de abril. Si esto no es reescribir la historia, entonces, ¿qué es?

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\’Calamidad\’ en el Festival CITEMOR. / Joâo Paulo Serafim
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