Primer acto:
LLEGADA A CANARIAS
Escena 1. El cayuco
Todos los actores entran al escenario,
uno a uno, y se sientan
en el suelo formando una
patera. Se ponen las capuchas
y se agachan. El escenario está
oscuro salvo por una luz que
ilumina la patera. Se oye el ruido
del mar. En la patera, una
persona vomita, se desespera,
intenta tirarse al mar. El resto
la retiene. De pronto, el capitán
exclama: “Creo que hemos
perdido el rumbo”.
Escena 2. El desembarco
Finalmente alguien ve tierra a
la vista. Dos guardias civiles
ayudan a la gente a bajar y la
colocan en fila, mientras dos
fotógrafos les lanzan fotografías.
Dos empleados de Cruz
Roja se ponen unos guantes y,
a continuación, recorren la fila:
reparten mantas para que se
quiten el frío y ropa nueva para
que se quiten la que llevan.
Escena 3. El sueño
El grupo de pasajeros del cayuco
está en fila. Muchos se han
sentado, cansados, algunos duermen,
otros se acurrucan entre
las mantas, otros miran al horizonte
pensativos. Uno de ellos,
el optimista, se levanta a estirar
las piernas. Otro, el incrédulo, lo
reconoce y se levanta para saludarlo.
Ambos empiezan a hablar.
El optimista da una visión
de Europa como futuro lugar de
trabajo y realización de sueños
con ideas como que las posibilidades
de trabajar son infinitas
(el optimista confunde a los periodistas
con jefes que les están
mirando para contratarlos inmediatamente),
que las condiciones
de trabajo son muy buenas:
salarios altos, pocas horas de
trabajo, vacaciones (hace referencia
a los turistas que viajan a
su país, con tiempo, dinero, cámaras
de fotos...) y que los jefes
son muy buenos e incluso te dan
préstamos para mandar dinero
a la familia. Todas las personas
que han emigrado, han vuelto
con coche, se han podido comprar
una casa... Aunque no tengas
papeles, se puede trabajar.
Es verdad que se cobra menos
dinero, pero se puede trabajar.
Está contento. El incrédulo se
muestra más desconfiado: no
cree que todo sea tan fácil, le
han dicho que la gente sin papeles
no puede trabajar y que
se pasa muy mal.
Entra un tercer personaje: el
chico que se puso enfermo
durante el viaje. Escucha al optimista
y quiere ir corriendo a llamar
a su familia para contárselo.
La visión del optimista parece
triunfar. El tercer personaje
dice “ojalá podamos trabajar,
que se cumplan las ilusiones...
Insha alá”. Se inclina y prende
una vela, los otros dos se inclinan
con él. El tercer personaje
dice una frase en wolof pidiendo
a Dios suerte. Todos juntos
repiten la frase. La vela se quedará
encendida a un lado del escenario
toda la obra hasta que
al final el mantero preso la sople
borrando la esperanza. Llega la
guardia civil y se los lleva en fila
a un autobús rumbo al Centro
de Internamiento de Extranjeros
(CIE) de Tenerife. El incrédulo
pregunta: ¿adónde nos llevan?;
el optimista afirma: ¡a trabajar,
hombre!
- “La manta no es nuestro sueño La manta es lo que hay. ¿Quién puede vivir así?”, dicen los actores en la obra. MARIO MARTIN
Segundo acto:
LA VENTA EN LA MANTA
Escena 1. El desencanto
El recién llegado acaba de aterrizar
en Madrid y no tiene donde
vivir. Se encuentra por la
calle al paseante pasota. Se saludan
en wolof, pero la conversación
continúa en castellano.
El recién llegado le pide al paseante
pasota que le acoja, pero
éste le dice que en su casa no
hay sitio. El recién llegado lo
vuelve a intentar con el mantero
1, que accede a llevarle a su casa:
cree que sí hay un sitio libre,
pero primero tiene que hablar
con el responsable de la casa.
El recién llegado y el mantero
1 llegan a la casa y allí se
encuentran sentados al responsable
de la casa y el mantero 2.
Se presentan y se sientan los
cuatro a charlar. El responsable
de la casa le pregunta al
recién llegado de dónde viene,
hace cuánto y si tiene papeles
para trabajar, a lo que el recién
llegado responde que sí, enseñándole
la expulsión de
Tenerife. El responsable de la
casa se ríe de él, le enseña el papel
al mantero 2, los dos se ríen
y le explican que ese papel es
una EXPULSIÓN y que con eso
no se puede trabajar. La única
manera de sobrevivir es vendiendo
en la manta. El recién llegado
se niega a creerlo, dice que
él tiene una profesión, que es
carpintero y que está seguro que
puede conseguir otra cosa. El
responsable de la casa y el mantero
2 le dicen que ellos también
tienen profesión, uno conductor
y otro informático, pero que no
hay trabajo y menos sin papeles.
El recién llegado dice que él
no ha venido a Madrid para
vender en una manta. El responsable
de la casa le da 50 euros -
para que pueda ir tirando en
Madrid y le dice que puede quedarse
unas semanas en casa sin
pagar, pero que luego tendrá
que pagar su parte del alquiler.
El recién llegado insiste en que
va a encontrar otra cosa. El responsable
de la casa le invita a
darse una ducha: el recién llegado
se levanta y se va a duchar.
Escena 2. La decisión
El mantero 1, el mantero 2 y el
mantero preso (MP) están vendiendo
en la manta: pasa un
comprador y se lleva un par de
cedés. Aparece el recién llegado
también con una manta: el
mantero 1 y el mantero 2 le
presentan al MP y luego le preguntan
sorprendidos qué hace
allí. El recién llegado les explica
que no ha encontrado nada,
que necesita dinero para pagar
la habitación y la comida en casa
y que no le queda otra alternativa.
Pero el recién llegado
está muy nervioso: mira a un
lado y a otro todo el tiempo. En
un momento dado, por detrás,
llegan dos policías: los cuatro
manteros salen corriendo. El
policía pilla al MP, pero el resto
consigue escapar.
Escena 3. La ira
El recién llegado llega corriendo
a casa y se encuentra al responsable
de la casa. El responsable
de la casa le ve muy alterado
y le pregunta qué le pasa.
El recién llegado responde indignado:
“¿Cómo que qué me
pasa? Llego corriendo de la policía,
me han perseguido casi
hasta el portal. Estoy harto de
sentirme acosado, de no poder
caminar tranquilo por no tener
papeles. No somos animales,
somos personas. ¿Por qué no
nos dejan trabajar?”. El responsable
de la casa le da unas
palmadas y se va. El recién llegado
se echa en la cama, intentando
tranquilizarse y dormir,
pero no puede. Le vienen a la
cabeza sonidos de la policía.
Tercer acto:
LABERINTOS DE LA CÁRCEL
Llega el MP al patio. El resto de
presos anda en círculo. El MP se
queda a un lado, hasta que el
preso incrédulo habla con él. “¿A
ti por qué te han metido aquí?”
,“Por vender cedés”. “No me tomes
el pelo, aquí no se entra por
estas cosas”. “¿Cómo que no? Yo
estoy preso por eso”. “¡Joder! ¿Y
por cuánto tiempo?” “Pues eran
seis meses pero no tengo pasta
para pagar ni la indemnización
ni la multa y no me sueltan hasta
el año”. “¡La leche, chaval!”
“Lo peor es que están intentando
expulsarme, sustituir la cárcel
por la expulsión y ¿cómo se
vuelve a tu tierra con esta historia?”
El preso incrédulo le da
unas palmaditas al MP. “Un año
no es nada” y vuelve a andar. El
MP hace un rap sobre la cárcel.
Escena 2. El teléfono
Cola en el teléfono. Habla el preso
1 por teléfono. Después le toca
al MP: llama a su mejor amigo,
que vive también en Madrid.
“Me he enterado de que estás en
la cárcel”. ”Sí, una mierda, ya
ves”. “¿Y cómo estás?”. “Pues
bien dentro de lo que cabe”.
“Oye, ¿tu familia sabe algo?”
“No y no les cuentes nada... Para
ellos la cárcel es lo peor, pensarán
que he hecho algo malo,
nunca creerán que estoy aquí
sólo por vender cedés” “Joder,
es que tu madre no para de llamarme
y no sé qué decirle. Está
convencida de que te pasó algo.
Ayer me contó que, después de
visitar a un marabut, había tenido
un sueño donde veía que te
pasaba algo malo” “Joder (silencio),
invéntate lo que sea, pero
no le digas que estoy en la cárcel”
“Le he dicho que estás de
viaje”. Sonido de teléfono. “Oye,
me llama justo tu madre... hablamos,
¿vale? ¡Cuídate!”. El MP
deja la cabina. La luz ilumina sólo
al amigo, que coge el teléfono.
Otro foco ilumina a la madre.
Toda la conversación transcurre
en wolof: ante la insistencia
de la madre, el amigo le
cuenta la verdad. La madre recibe
la noticia como un golpe. Se
despiden y la escena queda a oscuras”.
Devenires después de la
cárcel: el horizonte de los
papeles
Para saber el final hay que ver
la obra.
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