Cuando se cumplen 190 años del nacimiento de Charles Baudelaire
revisamos la dualidad entre lo bello y lo feo, presente en su obra.
Animales en descomposición,
sentidos de “Spleen” y de desesperación,
mujeres de mala vida
y muerte: son sujetos que recorren
los poemas de Charles
Baudelaire (1821-1867). Sujetos
que son del mundo humano, de
la “masa vulgar” como describe
él mismo en “Elévation”. En este
poema el “morboso”, el infectado,
es la humanidad mientras
las “esferas estelares” son
del poeta. Baudelaire se considera
como el albatros, víctima
de la crueldad humana. Torpe
cuando está andando con los humanos
y gracioso en el aire, en
el círculo de la creación etérea.
La maldición del poeta es su
bendición. La Fealdad de la humanidad
es la prueba de la superioridad
del poeta, que puede
alcanzar la Belleza.
Con su obra Les Fleurs du
Mal, publicada por primera vez
en 1857, censurada por delito
de ultraje a la moral pública y a
las buenas costumbres y publicada
de nuevo en 1861, Baudelaire
intenta construir una perfecta
representación del caos de
París, de la humanidad bulliciosa,
de la agitación del espíritu
en el mal. Mantiene una ortodoxia
gramatical clásica mientras
las temáticas de sus líneas son
destinadas a otra finalidad, mucho
más moderna.
La modernidad
Baudelaire deja una mirada despectiva
sobre su tiempo cuando
dice, en uno de los proyectos de
prefacio de Les Fleurs du Mal:
“Francia atraviesa una fase de
vulgaridad. París, centro y resplandor
de la tontería universal”.
La modernidad es el fondo de su
poesía porque ilustra la Fealdad
del tiempo y del ser humano.
Además, el poeta relaciona de
forma repetitiva el cuerpo con la
descomposición. “Le Monstre”,
un poema de Les Epaves, es una
declaración a una mujer. El autor
describe hiperbólicamente el
envejecimiento de su sujeto. El
cuerpo de la mujer parece ser el
de un cadáver, su “otoño” ya es
muerte. Pero el poeta la ama y lo
dice: “viejo monstruo, te amo!”.
En la Fealdad de esa mujer,
Baudelaire canta a la Belleza. Él
puede ver más allá, puede encontrar
belleza en el infierno,
atracción en lo pútrido, porque
es el poeta quien tiene una comprensión
transcendental de la
realidad. La Fealdad es el germen
de la Belleza en el sentido
de la depreciación de lo bajo y
de la idealización de una luz empírea.
La Fealdad en la poesía de
Baudelaire es el primer paso para
alcanzar la Belleza suprema
que existe en las esferas artísticas.
Por eso, Baudelaire se considera
maldito y bendito. La
complejidad de sus obras se funda
en ese desgarro entre dos
mundos.
Forma clásica y fondo moderno
son los elementos que crean
la Belleza en la Fealdad. En efecto,
si los sujetos son muchas veces
angustiosos y macabros,
Baudelaire quiere mantener una
forma clásica. "Les Bijoux" en
Pièces condamnées, está compuesto
con alejandrinos y aliteraciones
mientras se trata de una
mujer desnuda y sensual, una
prostituta que ya es “mártir” porque
Baudelaire profetiza su futuro:
sangre inundando su “piel color
ámbar”. La Belleza en la poesía
de Baudelaire nace en la
Fealdad tanto en la forma como
en el sentido profundo de un
mundo superior del poeta.
Yuxtaposición entre mirada e interior
Les Fleurs du Mal (Las Flores del Mal) fue publicada por primera vez en 1857 pero la obra fue censurada por delito de ultraje a la moral pública. Esta prohibición fue catastrófica para Baudelaire, porque destruyó el orden de la selección. El orden de los poemas fijaba la forma particular del libro y determinaba el sentido para el lector.
Este sentido era el de la turbación de París. La turbación del ser humano y la Belleza de la poesía como lenguaje superior. Baudelaire, en lugar de cambiar los seis poemas condenados, escribió 35 nuevas creaciones. Se nota en la obra una división entre una mirada del paseante brutalmente solicitada por la vulgaridad y un revoco interior. El movimiento de mirada-revoco crea una yuxtaposición de lo banal y lo fantástico. La segunda edición empieza con el poema “Bendición” y
acaba con la sección de poemas llamada “Muerte”. Así se crea una forma circular que ilustra la obsesión de Baudelaire por la situación del poeta y por la muerte.
Una conciencia diferente, mejor
Los Paraísos Artificiales es un ensayo con referencias a Confesiones de un Inglés comedor de Opio de Thomas de Quincey. Fue publicada por primera vez en 1860. Está dividida en dos partes: "El Poema del Hachís" y "Un Comedor de Opio". Es una visión poética: superior, diferente. Según el autor, la droga permite a los hombres
transcenderse para alcanzar un ideal. La droga y el artificio crean caminos hasta ideales, hasta paraísos. En efecto, el estilo es más una observación casi clínica de los efectos de la droga que una creación artística. Pero Baudelaire trasforma esta observación en un acceso a un ideal. En este sentido la obra puede ser considerada como poética. El autor considera que la “realidad verdadera”, su ideal, es un estado superior que puede ser alcanzado en estado de trance, en el que pueden entrar un poeta, un niño o una persona bajo los efectos de drogas.
Hastío de París, sus calles y sus gentes
El Spleen de París. Pequeños poemas en prosa es una selección de textos en prosa. Baudelaire dedicó el fin de su vida a esta obra, que fue publicada dos años después de su muerte. El subtítulo de la selección ilustra el conflicto entre prosa y poesía en la obra de Baudelaire. En esta obra, el encuentro de géneros no se para en la oposición entre prosa y verso: Baudelaire añade textos parecidos a ensayos, críticas o relatos cortos. Es evidente la repugnancia de Baudelaire por la masa parisina.
No se trata solamente de “flores” portadoras de un mal general. Esta vez, el libro es más centrado en la sensación de Spleen, visto como desesperación negra, del poeta en París. Provoca creación literaria y permite al lector alcanzar otro mundo: el ideal del poeta en su fuga de la tierra hacia las esferas artísticas.
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