La visita del Papa ha puesto de manifiesto que, por mal que vaya la cosa, el partido de Satán no gana adeptos. ¿Tienen los satanistas los días contados? ¿Hace falta que alguien ocupe su lugar?
Hay que constatar que la visita
del Papa a este territorio tan suyo
no ha puesto precisamente
en primera página a los satanistas,
un movimiento que apenas
ha tenido capacidad de respuesta
para interferir o molestar siquiera
la agenda del cabecilla
de sus entrañables enemigos de
Roma, el alemán Joseph Ratzinger.
Que el Papa se toma en serio
a los satanistas lo demuestra
que en 1996, cuando era prefecto
de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, Ratzinger pidió
a todas sus diócesis un informe
sobre la existencia y penetración
de los grupos esotéricos,
espiritistas y satánicos.
Pese a esta no respuesta a la
visita del Sumo Pontífice de la
Iglesia Católica Apostólica, si se
atiende a los mimbres básicos
del discurso satanista, la batalla
no está perdida todavía, ya que
el demonio es capaz de transformarse
o, como dijo en Sospechosos
habituales Kevin Spacey
(y antes un teólogo llamado
Sertillanges), “el mejor truco
del diablo fue convencer al
mundo de que no existía”. Sin
embargo, aunque la Iglesia Oficial
de Satán no quiera reconocerlo
y se defienda diciendo que
no cree en el proselitismo, el
equipo de la luz suma fieles a
un ritmo que sólo es capaz de
superar el Inem.
Los iluminados “buenos” se
solazan en reuniones, conciliábulos,
merendetas de los
Kikos, del Tea Party o en las
apasionadas jiras campestres
de Prado Nuevo, en El
Escorial (Madrid). Por su parte,
la devoción a lo oscuro o se
autoinmola (como el movimiento
gótico) o aprovecha la
ola como lo han hecho toda la
vida. Entrando en la iglesia cada
domingo.
Luz, tinieblas y taquígrafo
Y ¿qué dice la Iglesia de las
sectas satánicas? Por fuerza
(de atracción) su postura es
que haberlas haylas y que la
crisis ha supuesto el aumento
de todo tipo de grupos y que
hay que tener cuidadín, cuidadín
con estas sectas y con
otras de tendencias luciferinas
que surgen de “algunas ramificaciones,
extensiones y desgajamientos
de grupos ligados
a la masonería, los Illuminati,
los Martinistas, Rosacruces,
etc., así como en las Ordo
Templo Orientis, Societas y
Ordo Templi Orientalis, etc.”.
La Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas destaca en
el Informe sobre la actualidad
del satanismo en el Reino de
España que estos grupos “no se
dan a conocer” y que los forman
grupos de no más de 30 miembros.
También establece en su
censo que hay 61 sectas satánicas
por estas tierras. Estos grupos
esotéricos, espiritistas y satánicos
tienen nombres como
Grupo Satánico de El Escorial,
Barón Rojo, Hijas de las Tinieblas,
Movimiento Radical del
País de las Hadas, Tercer Ojo o,
como si se tratara de un bar, Los
Hermanos.
La devoción a lo oscuro aquí
y ahora la practican 61 grupos
de entre 10 y 30 miembros por
grupo, es decir, unas 1.200 personas,
más todas las que dicen
que lo hacen en internet. Se
puede decir que antes había
más brujería y satanismo. Pero
esto es en parte porque lo que
se consideraba satánico eran
simples pecados, de esos que
prohíbe la Iglesia en sus múltiples
versiones. Y la diferencia
estuvo entre hacer las cosas a
la luz o en la oscuridad. Porque
siempre fue de eso.
En cuanto al folclore, éste
procedía de variadas versiones
de cientos de mitos, los del descenso
a los infiernos, las resurrecciones,
apariciones, visiones,
holocaustos, milagros y
fiestones con todo tipo de comidas
y bebidas, siempre en torno
al nacimiento del descontrol y
la muerte de la abnegación.
Estas historias fueron sintetizadas
y utilizadas en distintas
compilaciones, entre otras, la
Biblia, de las que salieron los
más conocidos demonios, brujas
y prostitutas. La mayoría de
sus nombres no han permanecido.
Hoy, los nuevos demonios
son tan llanos como una eternidad
en el purgatorio o un par de
años en la precariedad. De los
viejos se acuerdan pocos y la
mayoría de los que lo hacen llevan
sotana o hábito.
El camino de Satán
Opus nigrum, de Marguerite
Yourcenar, es una escoba de
primera para comprender el
más allá de la curiosidad de la
Europa entre el Medievo y el
Renacimiento por lo oculto,
que se asoció, así que nos acordemos,
al neoplatonismo, a la
alquimia, a la cábala, etc. De
fondo estaba que los saberes,
la salud, la erótica y la irreverencia
paganas no eran bien
vistas por la Iglesia, que ponía
un montón de ejemplos de la
antigüedad en los que todo eso
había terminado con estatuas
de sal y holocaustos.
Como material de consumo,
todo el conglomerado de supersticiones
y tradiciones comenzó
a ser trasegado por el
paladar occidental en base a variadas
idas de olla basadas en
las obras de Milton, Goethe,
Blake, Mary Shelley, Lovecraft,
Huyssmans, etc.
Por lo que atañe a Occidente,
las sociedades limitadas entre
cultos y poder se encargaron de
promocionar y prohibir las sectas
según salía en el horóscopo,
o si el macho cabrío se había
puesto robusto, como pasó en
la ciudad alemana de Münster.
Cuando ciencia y razón, las llamadas
luces, se convirtieron en
caballo ganador, salió Nietzsche
del sanatorio para sembrar
de dudas el progreso. Pero
nosotros de eso no sabemos.
Paganismo liberal
Entre los románticos del folclore
satanista hay que destacar
la vida de Eliphas Lévi
(1810-1875), que ha dado pie
a un completo artículo en
Wikipedia. Lévi inició en prácticas
herméticas a “eruditos
pertenecientes a la más rancia
aristocracia” francesa y fue
imperator de una logia masónica
de las caras, Los Hermanos
Mayores de la Rosa Cruz.
Antes había tenido tiempo de
dirigir una revista de izquierdas,
en pleno 1848, en pleno
París, que sólo sacó cuatro
números; y de ganarse un
proceso por sedición gracias
a su Biblia de la Libertad.
De la misma época es Helena
Petrovna Blavatsky, madre de
la teosofía moderna, una pseudociencia
en caída libre que influyó
en la conformación de la
New Age. No para nuestros cánones,
pero para el mundo en
el que prosperó Blavatsky los
cinco símbolos que la teosofía
adoptó –la estrella de David, el
Anj, la Esvástica, el Uróboros y
el Om– constituían lo último en
decoración de interiores. Entre
otros efectos del tsunami Blavatsky
estuvo el nacimiento de
la Ouija, un juego cuyas ventas
batieron récords después de las
guerras mundiales y después
de que Poltergeist se estrenara
en vídeo. En cuanto a la influencia
del ocultismo en la New
Age, como apunta el informe
citado arriba, “los grupos neopaganos
practican brujería en
su acepción más amplia”.
‘Crowley lonely hearts club’
Comentan que un frágil David
Bowie se topó con las obras
completas del brujo de los brujos,
Aleister Crowley, y perdió
la cabeza unos meses en Los
Ángeles preguntándose si era
ángel o demonio y vistiéndose
de gauleiter nazi. Bowie luego
se fue a Berlín a meterse heroína
(y Satán tan contento),
mientras el influjo de Crowley
pasó directamente a la vena de
Jimmy Page, guitarrista de
Led Zeppelin y segundo coleccionista
del mundo de las obras
de ‘La Bestia’ Crowley.
También cuentan que Anton Szandor
LaVey, que según la leyenda urbana
hace de diablo en La semilla
del Diablo, fue quien abdujo
a Marilyn Manson para
que bajara con él al sótanode
Satán. Un músico con mundo
como Marilyn Manson justificó
así su pertencia al satanismo en
estos tiempos: “Los satanistas
son superiores a las masas que
creen en una deidad. No necesitan
de nadie ni de Dios, pues
cada uno es su propio dios”.
Aparte del segundo de los
Manson, muchos grupos de
música, especialmente de
heavy y específicamente de
black metal, se han reivindicado
hijos de Satán. Internet
está lleno de oprobiosos comentarios
en varios foros en
los que los satanistas dan largas
listas de jevatas pseudosatánicos
que son en realidad
cristianos “haciendo el moñas”.
Pero la muestra más evidente
de la legalización del satanismo
que impulsó LaVey en
EE UU es que una activista del
Tea Party, Christine O’Donnell,
se marcó un pequeño
picnic sobre un altar satánico
cuando era joven y rebelde.
A pesar de su satánico nombre
y de su larga y oscura tradición,
el Reino de España no
cuenta con satanistas dispuestos
a renunciar a su anonimato
para tomar las riendas de la lucha
contra el Papa. La revista
Mondo Brutto ha dado fe del
fin de los tiempos en los que
Alaska cantaba al maligno.
Entre las honrosas excepciones
a favor del satanismo no
exclusivamente estético en el
continente europeo está la música
del compositor John Zorn,
que ha sonado en películas que
sí tratan realmente sobre el
mal, como Funny Games, de
Michael Haneke, un director
con cuernos y rabo.
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