Fiel a su estela, Antonio
Fernández Lera vuelve
a proponer en Memoria
del jardín un acto escénico
que invita al asistente a
la contemplación y la escucha
sosegadas y atentas a las
reverberaciones de sus diversos
registros yuxtapuestos.
Emplea como eje un relato
homónimo propio, publicado
en su rica colección Pliegos
de Teatro y Danza, y que dedica
a su inspirador, el pionero
artista escénico Esteve
Graset (1948-1996). En una
prosa sencilla, de rico lirismo,
tres narraciones construyen
la experiencia interior de la
enfermedad de un hombre y
su redescubrimiento del deseo
y la vida, entre dos otoños:
su diario, que en la escena
entrega el actor Celso
Giménez, los coloquios de su
amada, que asume la bailarina
Ana Buitrago, y una narración
de su salida del hospital,
con la figura y la rica palabra
del veterano Gonzalo Cunill,
en un vídeo del propio Fernández
Lera que abre la ficción
a la extrañeza. Hay un
sutil contrapunto de las voces
de actor y bailarina con las
mínimas imágenes corporales
que compone ella, ambos
concentrados en el disfrute
del relato. El espacio elemental
de una cálida estancia
interior y sus atmósferas,
creado por Carlos Marqueríe,
hilvana con luces, sombras y
transparencias los primeros
planos y vaivenes del relato.