Una novela sobre el asentamiento de capitalistas británicos en las minas de Río Tinto de Huelva.
inforelacionada
Coradino Vega, de Caballo de Troya. Reseña por Ramón Calandria.
Cuando el encargado de reseñar una novela ha nacido en 1978 y el escritor que la presenta ha nacido en 1976, y si se trata de un texto en el que se recuerda la selectividad, la Expo 92 y las tardes de banco en el parque, litronas y pipas, se corre el riesgo de despeñarse por la cuesta de las reminiscencias compartidas y las emociones reencontradas. Sin embargo, aunque éste sea el arreglo temporal –y aunque coincida que apela directamente al reseñista dado–, El hijo del futbolista no es una novela generacional, o al menos no solo es eso. La prosperidad provocada por el asentamiento de capitalistas británicos en las minas de Río Tinto de Huelva y el reverso oscuro de esa prosperidad derivado del Estado de excepción laboral gestionado por el capitalismo transnacional y aplaudido sin ‘peros’ por el régimen dictatorial, convierten a esta novela corta en una interesante incursión en el tema de la sociedad del trabajo y de las represiones derivadas de esa fase ya casi extinta del capitalismo occidental. A pesar de que la novela tiene un tono ceniciento, derivado del protagonismo de un adolescente en crisis (uno más), del poco humor que se permite Vega, y de diálogos algo artificiales sobre el paso a la vida adulta, El Hijo del Futbolista refleja la querella, tan de moda entre integrados en el consenso, la generación de los padres de Martín, el protagonista, y el desesperado vacío referencial de aquellos para los que Franco fue antes que otra cosa el rostro de las viejas monedas de duro con que se compraban los chicles.
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