No encontrará apenas
nada de lo que busca
quien se acerque al
nuevo largo de los británicos
Tribute to Nothing bajo la
premisa de que lo suyo, como
lo de cientos de bandas de
medio pelo, es hardcore destinado
al consumo masivo y
acrítico, desvinculado de
cualquier sentido transgresor
que pudiera tener la etiqueta.
Tampoco resultará del agrado
de quienes consideran que
el género se agotó en las rabiosas
canciones de minuto y
medio firmadas por Minor
Threat y que, como mucho,
aceptan a Bad Religion como
última franquicia reseñable.
Tampoco. Y mucho menos
les estimará la facción que se
decantó por acercar los ritmos
rápidos a la pesadez heredada
del metal. Así, el grupo
se halla en tierra de nadie,
grabando discos que sí aparentan
nacer de la necesidad,
pero que no logran la sinceridad
destilada por sus guías
(Hot Water Music o Leatherface)
ni los brotes de genialidad
de otros obvios referentes
para ellos como At the
Drive-In. Curiosa encrucijada,
pues, la que afronta el
cuarteto encabezado por los
hermanos Turner, quienes en
esta entrega suenan mejor
que nunca, encauzan correctamente
el caos -para algunos,
impostado; para otros,
real- que conjuran en sus
conciertos y, también, terminan
aburriendo con una retahíla
de canciones demasiado
parecidas unas a otras.