DEPORTES // CICLISMO
Ganaron los chicos de los recados

El Mundial de Ciclismo se disputó el 27 de
septiembre en la localidad suiza de Mendrisio.
Hubo cientos de historias personales en una
carrera que llevaba 6 horas y 56 minutos
cuando Cadel Evans levantaba los brazos.

21/10/09 · 12:31
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Quedaban sólo 15 kilómetros
para meta y el suizo Fabian
Cancellara sabía que eran demasiados
en el grupo. Si se
llegaba así, cualquier sprinter
podía vencer. Así que, ante su
público, decide tensar la cuerda
con unas cuantas pedaladas
que son martillazos sobre
sus competidores, que llevan
ya en las piernas más de 250
kilómetros. El primer favorito
que cede es el cántabro Oscar
Freire, que con resignación
comprende que le quedan pocos
intentos para ganar su
cuarto mundial. Lo mismo
ocurre con otros ciclistas a los
que todos miran, como los italianos
Pozzato y Basso o el
belga Boonen. Las piernas sólo
funcionan para ir viendo
cómo se alejan, imposible
pensar en seguirles, imposible
pensar en alcanzarles.
Ahora sólo queda llegar por
detrás e irse a descansar.

Se escapan los gregarios

Por delante sólo restan 7 kilómetros
a meta, un suspiro si
llevas dando pedales otros
255. Vigilas a tus rivales mientras
evitas rotondas, escuchas
gritar tu nombre a personas
que nunca has visto y piensas
que no valdrá para nada todo
lo que has hecho en las últimas
horas si ahora te despistas
un solo segundo. Todo a la
vez y, además, a 60 kilómetros
por hora. Samuel Sánchez,
Cancellara, Cunego y Valverde
se saben favoritos y no se
quitan ojo, aunque si supieran
que ninguno va a conseguir
medalla seguro que ganarían.
Evans, Kolobnev y ‘Purito’
Rodríguez se sienten libres,
nadie grita su nombre y nadie
les vigila, la televisión no les
enfoca, y si supieran que entre
ellos está el ganador probablemente
no ganarían.

Purito se salta una isleta, su
padre es taxista de profesión, y
consigue sorprender a sus rivales.
Evans y Kolobnev se
agarran rápidamente a su rueda
mientras los otros cuatro
continúan vigilándose pensando
cuál de ellos ganará, sin darse
cuenta de que la victoria se
escapa, que a ella no la tenían
vigilada. Evans entra el primero
y casi no lo celebra, quizá
porque nunca lo ha hecho antes,
porque no tenía preparado
el discurso, porque nunca gana.
Las otras dos medallas se
lanzan al aire y caen sobre
Kolobnev y Purito. Los cuatro
favoritos llegan por detrás todavía
vigilándose, escuchando
por megafonía los nombres de
los medallistas, aquellos que
les traen el agua y les ceden la
bicicleta cuando pinchan.

Eterno segundo

Cadel Evans nunca gana.
Siempre es segundo. Así ha sido
en dos Tours y una Vuelta.
Por eso nadie le vigilaba, confiando
en que el australiano
quedaría segundo. Pero por fin
recoge su premio. Ahora, con
los ojos inundados de lágrimas,
recoge el maillot arcoíris y besa
a su mujer iluminado por los
flashes de decenas de fotógrafos.
Esos que nunca se fijaban
en él ahora se dan codazos.

Alejandro Valverde y Samuel
Sánchez siempre ganan.
Al cruzar la meta se miran
sorprendidos. Con el poco estilo
que tienen los ganadores
al perder, se abrazan dándose
el pésame, comentan lo bien
Ganaron
los chicos
de los recados
El Mundial de Ciclismo se disputó el 27 de
septiembre en la localidad suiza de Mendrisio.
Hubo cientos de historias personales en una
carrera que llevaba 6 horas y 56 minutos
cuando Cadel Evans levantaba los brazos.
que han vigilado a sus rivales,
cómo han conseguido que
ellos no vencieran. Poco a poco
se dan cuenta de que ellos
tampoco han ganado.

Cancellara en la meta tiene
la mirada perdida. Se deja caer
al suelo y se da cuenta de que
su gran oportunidad se ha esfumado.
Horas antes todos los
fotógrafos querían retratarlo,
los recatados suizos le abrazaban
y besaban, este mundial lo
corría en casa y era el gran favorito.
Pero ahora, con la cara
sucia tras casi siete horas sobre
la bici, ni el público quiere
abrazarlo ni los fotógrafos retratarlo.
Nadie le mira, nadie
se acerca para ofrecerle agua
ni para ayudarle a levantarse.
Para él todo es nuevo y hasta
se extraña de que yo me fije en
él y en su derrota.

Y, entonces, mientras todo
el mundo pone sus ojos en el
pódium, en las medallas relucientes,
en los alcaldes y el
presidente entregando ramos
de flores, el resto de ciclistas
sigue entrando en meta.
Llegan con la cara manchada
de alquitrán, mirando de reojo
los actos de celebración,
dando las últimas pedaladas
mientras el ácido láctico les
bloquea las piernas. La gente
corre en dirección contraria a
ellos para ver a los ganadores,
así que tienen que ir con cuidado
para no caer al suelo, de
donde a estas alturas les costará
levantarse. Es el resto del
pelotón, el de los chicos de los
recados, esos que ahora miran
orgullosos el pódium y
ven que allí hay algunos de los
suyos.

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