DEPORTES // EL TEMA
Futbolistas quiere la Iglesia

Desde 2006, seminaristas y sacerdotes que estudian en Roma
disputan cada año la Clericus Cup, un torneo de fútbol en el que se
enfrentan 16 equipos. No es la única apuesta de la Iglesia católica
para ganar influencia en los campos de juego.

- Que cobren más

10/04/10 · 0:00
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En estos días en que el cristianismo,
y la Iglesia católica en
particular, recupera parte de su
protagonismo perdido al evocar
la muerte y resurrección de
Cristo, los ritos que no hace tanto
tiempo fueron sinónimo de
imposición y humedad de sacristía
se visten de folclore local, tradiciones,
identidad, etc.

En el terreno deportivo, la
Iglesia católica tampoco ha
ahorrado esfuerzos en los últimos
años para adaptarse a la
realidad de su tiempo, o al menos
intentarlo.

En 2004, Juan Pablo II instituyó
la Oficina de Iglesia y Deporte,
que dirige el sacerdote estadounidense
Kevin Lixei. El pensamiento
y los propósitos que
inspiran al padre Kevin y su
obra pueden resumirse en este
fragmento de un artículo que
publicó con motivo de la Copa
del Mundo de Fútbol de 2006:
“Sin duda, vemos el espacio cada
vez más amplio que ocupa el
deporte en la vida de nuestra sociedad.
Al mismo tiempo, vemos
a tantos jóvenes que se alejan
más y más de Cristo. Podemos
ver también que la práctica de
las diversas disciplinas, sobre
todo a niveles profesionales,
tiende a alejarse cada vez más
de los ideales originales del deporte.
Considerando todo esto y
las enseñanzas del Magisterio,
es urgente la necesidad en la
Iglesia –es decir, en cada uno de
nosotros en la medida de lo posible–
de bajar al campo y entrar
en este ‘areópago’ de la nueva
evangelización que nos espera”.

Convertido pues el terreno de
juego en campo abonado para la
evangelización, la Iglesia trata
ahora de reforzar los pilares teóricos
de su doctrina. Y como
quiera que en los evangelios según
Mateo, Marcos, Lucas y
Juan o en las palabras de los primeros
discípulos de Cristo no
hay rastro de nada que se parezca
al deporte, ha resultado ser el
apóstol Pablo de Tarso (que vivió
en el siglo I d.C.) el fundador
del discurso deportivo del cristianismo.
Un discurso que alterna
la dicotomía entre atletas y
cristianos –“Los atletas se privan
de todo, y eso ¡por una corona
corruptible!; nosotros, en cambio,
por una incorruptible”– con
el uso del lenguaje deportivo para
relatar la propia experiencia
paulina –“Olvido lo que dejé
atrás y me lanzo a lo que está por
delante, corriendo hacia la meta,
para alcanzar el premio a que
Dios me llama desde lo alto en
Cristo Jesús”–.

Amore e Vita

A lo largo de los últimos cien
años no han sido pocos los papas
que han incluido el deporte
en sus discursos. Pío XI, Pío
XII, Juan XXIII y Pablo VI destacaban
en esta faceta hasta la
llegada de Juan Pablo II, quien
en sus 26 años de pontificado
pronunció alrededor de 120 de
las 200 intervenciones papales
en la materia.

Sin duda, Karol Wojtyla pudo
apreciar en sus múltiples
viajes la imparable globalización
de algunos deportes y las
posibilidades y riesgos que ello
comportaba. A buen seguro
percibió cómo el movimiento
evangelista en América Latina
había ganado terreno a la
Iglesia católica a la hora de relacionar
deporte y religión, y es
imaginable que observara con
recelo el auge de la organización
evangelista brasileña Atletas
de Cristo, a la que pertenecen
futbolistas como Baltazar,
Donato y Kaká.

Aunque la apuesta más llamativa
del papa polaco fue la
alianza del Vaticano con el
equipo ciclista Amore e Vita,
que luciendo en sus camisetas
los colores de la Santa Sede
emprendió en los ‘90 una singular
cruzada contra el dopaje
y el aborto. Hoy en día Amore e
Vita conserva su nombre y su
ideario, pero desde 2008 lo patrocina
McDonald’s.

La Oficina de Iglesia y Deporte
no es la única herencia de
Wojtyla. En 2008 nació la Fundación
Juan Pablo II para el
Deporte, y cada año aumentan
los grupos de reflexión, los seminarios
y las publicaciones sobre
el papel que ha de jugar el
catolicismo en la educación y la
práctica deportiva. En definitiva,
la Iglesia trata de afinar en el siglo
XXI su discurso de cara a sus
propias instituciones y acentuar
su influencia en los principales
foros internacionales.

Con motivo de los Juegos
Olímpicos de Vancouver celebrados
el pasado mes de febrero,
el papa Benedicto XVI se
congratuló de la iniciativa ecuménica
Más que Oro –destinada
a ofrecer asistencia espiritual a
los participantes y voluntarios–
y recordó unas palabras de su
predecesor referentes a cómo el
deporte puede contribuir a “la
construcción de la civilización
del amor”. Unas palabras más
oportunas que las que el propio
Ratzinger empleó para recordar
las dos horas diarias de actividades
deportivas en la escuela:
“Una completa tortura”.

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