La razón no es una cuestión de mayorías, y en Miranda de Ebro se ha vuelto a demostrar. El Mirandés, hasta hace unos días, era propiedad de sus socios. Un equipo humilde, simpático, que aprovechaba sus recursos para lograr los mayores éxitos deportivos a su alcance, sin endeudarse como es costumbre en el fútbol actual. Si jugaban en Tercera, genial; en Segunda B, mejor todavía, y en Segunda, como esta última temporada, una hazaña histórica… que les ha salido muy cara. Porque el Mirandés, el Club Deportivo Mirandés, ha muerto de éxito; ha muerto de ambición.
La razón no es una cuestión de mayorías, y en Miranda de Ebro se ha vuelto a demostrar. El Mirandés, hasta hace unos días, era propiedad de sus socios. Un equipo humilde, simpático, que aprovechaba sus recursos para lograr los mayores éxitos deportivos a su alcance, sin endeudarse como es costumbre en el fútbol actual. Si jugaban en Tercera, genial; en Segunda B, mejor todavía, y en Segunda, como esta última temporada, una hazaña histórica… que les ha salido muy cara. Porque el Mirandés, el Club Deportivo Mirandés, ha muerto de éxito; ha muerto de ambición. En la última y polémica asamblea de socios, por un 60-30 en la votación, decidieron que nunca más existiría otra asamblea en la que pudiesen decidir como llevan haciendo 87 años; decidieron convertirse en una Sociedad Anónima Deportiva (SAD).
Y las paradojas continúan. No sólo con su propio voto han decidido privarse a sí mismos de decidir sobre su futuro, sino que los socios, hasta ahora dueños de la entidad, verán cómo se les expropia su equipo de manera que para volver a ser dueños de él tendrán que suscribir en total 2,2 millones de euros en acciones.
El CD Mirandés ha muerto de ambición, empujado al precipicio por una Liga de Fútbol Profesional que exige ser SAD para competir en Primera o Segunda División. ¿Bajamos a Segunda B y mantenemos nuestra esencia, o vendemos el alma al diablo y seguimos en Segunda? Quien no conoce la historia está condenado a repetirla, y las redes sociales se inundaban de mensajes de seguidores de otros equipos convertidos en SAD en su día, avisando a los mirandeses de las consecuencias, pero ni eso ni la oposición de un grupo de irreductibles socios bastaron. En el fútbol se da la vuelta al dicho popular: cuando el dinero entra por la puerta, el amor salta por la ventana.
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