artes visuales //
Fotografía y lucha de clases

El Museo Reina Sofía acogió recientemente un seminario sobre la fotografía obrera, en un intento por recuperar del olvido un movimiento plagado de apasionantes imágenes y biografías.

22/02/10 · 0:00
Edición impresa

Acercarse al movimiento de la fotografía obrera es, por muchos motivos, emocionante. No sólo estamos ante un hecho crucial en el surgimiento de la modernidad fotográfica, sino que, más de 80 años después de la patente del daguerrotipo que marcaría el inicio oficial de la fotografía, su simplificación técnica dio luz a lo que podríamos llamar la historia ilustrada de los que siempre habían carecido de historia.

Por primera vez, los trabajadores tomaron conciencia (con una pequeña ayuda de sus amigos del partido comunista) de la importancia de las imágenes en la lucha de clases. Como escribía Willi Münzenberg, creador del Periódico Ilustrado de los Trabajadores (AIZ por sus siglas en alemán): “Hace ya 30 o 40 años, la burguesía comprendió que la imagen fotográfica ejerce en el observador una impresión y un efecto muy singulares. La fotografía actúa sobre el ojo del ser humano, lo visto se refleja en la cabeza de quien observa sin que éste se vea obligado a realizar complicados ejercicios de pensamiento. De esta manera, la burguesía se muestra complaciente con la pereza de las masas populares al tiempo que hace un negocio redondo, pues los periódicos ilustrados suelen alcanzar tiradas millonarias”.

Münzenberg, apodado irónicamente como “el millonario rojo”, fue diputado del Partido Comunista Alemán hasta la toma de poder de Hitler y una pieza clave en el desarrollo de la fotografía obrera. Como jefe de Propaganda de la Internacional Comunista para el Mundo Occidental promovió la creación, en los años ‘20, de publicaciones como Sowietrussland im Bild (La Unión Soviética en Imágenes), Der Arbeiter-Fotograf (El fotógrafo trabajador) o AIZ, que llegaría a alcanzar una tirada de más de 500.000 ejemplares.

Con una importante influencia a partir de finales de los ’20 en gran parte de Europa, EE UU y México, esta nueva fotografía nace en una URSS que ejercerá de faro ideológico y en la convulsa Alemania de la República de Weimar, donde la tensión entre fascismo y comunismo se incrementaba día a día. Así, la fotografía obrera retrataría por una parte a un proletariado exultante tras los éxitos del primer plan quinquenal ruso, y por otra las miserias de la clase trabajadora alemana, que se multiplicaron con la gran crisis capitalista de 1929. Los Arbeiter-Fotografen alemanes, muchos de ellos amateur, mostraban sin tapujos la dureza de su vida en las fábricas, en manifestaciones, en la cola del paro o en su ámbito privado. Las imágenes del hambre y la pobreza proletaria servirían como armas de agitación hacia una revolución que nunca llegó. La lucha de clases se traducía así en un lenguaje universal, en una guerra de las imágenes.



Ligada a lo documental y vinculada con el discurso de la factografía soviética (imagen como “escritura de los hechos”), que la alejaba formalmente de la abstracción, la fotografía obrera sin embargo sí experimentó con la búsqueda de nuevos puntos de vista, con la inclusión de textos o con las nuevas técnicas del fotomontaje.
Los trabajos publicados a partir de 1930 por el AIZ de uno de los grandes maestros de esta técnica, John Heartfield, se convirtieron en bombas visuales que denunciaban el auge del fascismo con ayuda de los poderes económicos. Heartfield –en realidad un dadaísta berlinés apellidado Herzfeld– combinó brillantemente arte y política, satirizando la simbología nazi y la figura de Hitler. Sus fotomontajes se convertirían en iconos de la guerra visual-ideológica.

La fotografía obrera constituyó un movimiento alejado de la idea de la autoría individual, en el que en las imágenes publicadas no se hacía mención al fotógrafo. La importancia radicaba en la obra en sí, que debía servir al interés general del proletariado. Pero tras este anonimato podemos encontrar imágenes de algunos de los grandes nombres del fotoperiodismo, que confluirían en la Guerra Civil española, como Walter Reuter o Tina Modotti. Con Hitler en el poder y ante el avance del fascismo en Europa, la contienda española marcaría la fase final del movimiento, tanto en el sentido político como estético.

Tags relacionados: Número 120 Audiovisual
+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

separador

Tienda El Salto