“El flamenco vinculado a raíces sociales va desapareciendo”

Alfredo Grimaldos es uno de los estudiosos
con un posicionamiento más claro y crítico. Ha
publicado una enjundiosa ‘Historia Social del
Flamenco’, que falta hacía.

29/04/11 · 9:00

Alfredo Grimaldos es uno de
esos periodistas en peligro de
extinción, uno de los que asustan
cuando amenazan con escribir
y reciben querellas cuando
escriben. También se dedica al
flamenco, y su posicionamiento
como estudioso es uno de los
más claros y críticos. Sobre este
campo ha publicado, además de
diversos textos, un libro-disco
sobre el cantaor jerezano Luis el
de la Pica (El duende taciturno)
y, recientemente, en la editorial
Península, una enjundiosa Historia
Social del Flamenco.

En el libro defiendes que el flamenco
está ligado a una extracción
social muy determinada.

Si coges el primer cancionero
flamenco, el de “Demófilo”, la
cantidad de letras alusivas a la
represión, la cárcel y la guardia
civil son tremendas. El flamenco
siempre ha sido una música
con un gran poso de rebeldía;
una música en la que se ha cantado
a la marginación, a la discriminación
racial; en definitiva,
a la pobreza, pero sin una elaboración
política grande; salvo, como
digo en el libro, en los momentos
de la República, en los
que unos cuantos cantaores –payos,
es importante la matización–
cantan a Fermín Galán, a
García Hernández y a los capitanes
de Jaca, etc. Cantan a la
República y se comprometen
con ese proceso. Después, en los
años duros de la posguerra, se
vuelve a cantar a la pobreza y la
marginación.

“El flamenco vinculado
a las raíces sociales
desaparece, como
el lince ibérico o los
bolcheviques”

La gran transformación se
produce con Pepe Menese y las
letras de Francisco Moreno Galván,
los dos de la Puebla de
Cazalla y militantes del PCE.

Renuevan las coplas flamencas
partiendo de las raíces populares.
En los discos de Menese se
habla abiertamente de los maquis,
la guerrilla, los últimos fusilamientos
de Franco, la muerte
de Grimau y de Centeno, etc.

¿Qué queda de ese flamenco
áspero y reivindicativo?

Progresivamente, el flamenco
fue saliendo de sus círculos naturales
y se fue convirtiendo en
otra cosa en la medida en que la
sociedad iba evolucionando, se
globalizaba. No se puede analizar
aisladamente el flamenco.

Una determinada forma de flamenco,
que es la que a mí me
gusta, se está acabando. Ya no
salen cantaores de ese corte, la
sociedad es otra; el patio de vecinos
donde vivía la Piriñaca y
nació el Terremoto, el tabanco
donde cantaba el Sordera, eso
ya no existe. Ahora hay cantaores
globales, como Miguel Poveda,
que ha aprendido a cantar
escuchando discos y que lo canta
todo bien, a un nivel profesional,
pero sin sabor ni pellizco:
las alegrías no saben a Cádiz, las
bulerías no saben a Jerez... El
flamenco vinculado a las raíces
sociales va desapareciendo, como
desaparece el lince ibérico o
los bolcheviques.

¿Queda algún reducto?

El último es Jerez, pero incluso
los jovencitos que salen de Jerez
y dan cuatro voces medio bien
dadas ya no quieren ser Mairena,
quieren ser Michael Jackson,
es decir: ganar dinero con
20 años; y eso se gana en el
mundo del pop y del rock, donde
el público es poco exigente.

En Jerez sigue saliendo gente,
como el Mijita, que canta
bien, pero, como decía Gila:
“¿comparado con quién?”. Si
comparas esta generacion del
Mijita con la del Capullo, el
Torta, Fernando el de la Morena...,
y si comparas a su vez esa
con la anterior: Terremoto, el
Sordera..., verás que va todo en
declive.

“Antes había gente que
cantaba y bailaba de
maravilla y que podían
pasar a primera fila en
cualquier momento”

En los carteles de las
cumbres flamencas de los ‘80
había cien artistas, y cada uno
con su singularidad. Ves lo que
hay ahora y te das cuenta de que
esto es un embudo, que cada vez
hay menos y que lo que quedan
son artistas globalizados tipo
Poveda. Es lo que hay. Rancapino
ya no va a salir ninguno.
Eso se ha acabado.

¿No tenías esperanzas en
Fernando Terremoto hijo?

Bien, pero comparado con
Terremoto padre... El hijo era
buen cantaor, pero Terremoto
padre era otra dimensión.

Como Vicente Soto Sordera
respecto a su padre Manuel,
¿no?

Pero Vicente Soto, por conocimiento,
por vivencia, porque tiene
un compás de la hostia, porque
ha cantado para baile..., es
uno de los grandes actuales, es
el enlace con la vieja generación.

Como Enrique de Melchor
(en la guitarra) o José Mercé.
Mercé puede hacer pamplinas,
pero cuando se sube a un escematanario
la cosa va por derecho, y si
hay que cantar por seguiriyas y
partirse los riñones, a ver quién
se mide con Mercé.

Recuerdo que una vez, después
de entrevistarle sobre un
disco suyo , ya en el bar, le pregunté
si cuando grabó el disco
Bandera de Andalucía, con letras
de Caballero Bonald, él, un
gitanito de Jerez con 20 años,
sabía lo que estaba cantando, si
sabía de esas cosas autonomistas,
o era como esa gitana que
durante la Guerra Civil, cuando
bombardeaban Madrid los fascistas,
decía “¡ay madre mía la
que han liao aquí los payos!”. Y
me respondió: “Sí que lo sabía;
estuve trabajando cuatro años
con Gades. Lo primero que hizo
Gades fue explicarnos un poco
el tinglado y de allí, nos llevó al
cine a ver Morir en Madrid de
Fréderic Rossif...

No quiero que
haya ninguna guerra, pero si hubiera
alguna sabría cuál es mi
bando”.

 

El flamenco espectacular ha
existido desde los años ‘50 (los
de la ópera flamenca), pero
siempre quedaba algo al margen.
¿Se ha perdido?

Lo que había entonces era mucha
gente no profesional que
cantaba, bailaba y tocaba la
guitarra de miedo pero que
quizá luego tenía miedo escénico
o trabajaba a gusto en otra
cosa. El último ejemplo de esto
es Luis el Zambo. El Zambo se
hace profesional con 50 años.

Era pescadero, pero como vio
que el trabajo iba decayendo y
que faltaban cantaores como
él, dio el salto. Es uno de los
grandes cantaores que hay
ahora, su eco es una cosa fuera
de serie. Antes era habitual encontrar
cantaores semiprofesionales.

Había un caldo de cultivo
en los barrios (en las familias)
de gente que cantaba y
bailaba de maravilla y que podían
pasar a primera fila en
cualquier momento. Ahora no
hay ya. Siquiera se reúnen.

¿No queda una escena flamenca
compartida? ¿Una vivencia
común entre sus intérpretes?

Cuento en el libro que en los
‘70 se gastaban el dinero conforme
lo ganaban en comerse
un pollo, beberse una botella
de vino y escucharse cantar
uno a otro. Ahora no. Mercé
mismo te dice que él se pasa el
día en su casa viendo el fútbol,
sale en su coche, actúa, vuelve
y no se relaciona con otros flamencos.

Y no es el único. No
hay ese mutuo enriquecimiento.
Si ya lo traes de familia
puesto, no te lo puede quitar
nadie, pero los nuevos... Fijaos
en la diferencia: Mercé sale de
una familia de gitanos, escuchó
cantar en su bautizo y todos los
días de su vida, su tío es el
Sordera, su tatarabuelo es
Paco la luz... ¿Cómo va a a cantar
ese igual y con el mismo soniquete
que el que nace en
Alpedrete y empieza a cantar
escuchando discos? Se puede
hacer otro flamenco, musical y
profesionalmente de calidad,
pero ese flamenco con saborcito
y pellizco; ése ya...

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comentarios

1

  • |
    anónima
    |
    02/05/2011 - 10:29pm
    El sábado escuché un programa por la radio y hablaba Manuel Curao de este mismo tema. Citaba a Manuel Gerena, al Cabrero y, por supuesto, a Meneses. Repasó algunas letras, realmente beligerantes desde el punto de vista social. Tuvieron dos cojones en el momento en que les tocó vivir sabiendo a lo que se exponían. Hicieron un perfecto uso de su arte al servicio de las carecias del pueblo.
  • Alfredo Grimaldos / Juan Carlos Rojas
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