A CUARENTA AÑOS DE LA OLEADA REVOLUCIONARIA QUE SACUDIÓ EL MUNDO
Un fantasma recorre Europa, es el fantasma del 68

¿El 68? Por lo que repite el coro de
voces mediáticas, podría parecer
que todo se reduce a una nostalgia
despolitizada. Pero no, señores.
La revolución sí tuvo lugar.

01/05/08 · 13:00
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En cada efemérides,
y vamos por la
cuarta, resurge la
pregunta por el 68.
De nuevo cada vez, importantes
pensadores mediáticos
nos aseguran que el ciclo
está acabado. Sí, hubo
una “revolución”, un “intento
de revolución”, cierta
“efervescencia revolucionaria”,
una revolución fracasada,
frustrada, derrotada…
Llevan razón: si algo fue
el 68 fue una revolución. El
término aparece continuamente
en los noticiarios y en
los informativos. Consúltese
la propia prensa española:
La Vanguardia, Triunfo…;
léase Le Monde –los días que
lograba salir–; váyase a los
archivos de las televisiones.
Siempre la misma palabra:
revolución, revolución, revolución…

¿Qué tipo de revolución?:
¿política, cultural, sexual,
económica, de las costumbres,
de los lenguajes? Al
inicio fue política y cultural,
no sólo en Francia sino en
todo el mundo. Después fue
sexual, de las costumbres y
de los lenguajes. Y hubo
también una revolución
económica en la forma perversa
de una contrarrevolución
neoliberal, que se
profundiza durante los
años ‘80 y ‘90 y que, al socaire
de las grandes palabras
del 68, introduce la
desregulación, la precarización
y una explotación sin
límites del trabajo juvenil.

Así pues, conviene destacar
el carácter cultural del
68, no porque sea secundario,
sino, al contrario, porque
es prioritario. A la vez
que intentaban cambiar el
mundo, los ‘sesentayochistas’ –que, por cierto, no incluyen
a tod@s l@s que tenían
entonces 20 años, sino
a l@s que se dejaron afectar
por los acontecimientos y no
han renegado de ellos– se
cambiaron a sí mism@s y
pusieron en discusión los
viejos roles, las formas culturalmente
institucionalizadas
de hacer y vivir, los modos
clásicos de expresarse.

Se acudía con más interés
y expectación a un concierto
de rock o a un montaje del
Living Theater que a una
asamblea de facultad; una
película de Godard bien valía
una escapada a París o a
Perpignan; una indigesta
discusión sobre “el primado
del significante” despertaba
pasiones dignas del diván
del analista.

Al tiempo, toda una generación
de jóvenes trabajador@
s y estudiantes renegaron
de los valores sociales
de sus padres, de su devoción
por el trabajo bien hecho
y de la sumisión a la autoridad,
especialmente cuando
envolvía la explotación
en la fábrica y en el trabajo,
insoportables y de por vida;
había mucha revuelta existencial
unida al desafío de construir nosotr@s mism@s
nuestras propias vidas.
Las chicas aprendimos a
mirar de frente y a exteriorizar
nuestros deseos.
Desafiamos nuestro destino
de futuras madres y esposas,
y colgamos en el armario
de los zapatos de tacón
y de las faldas estrechas la
obediencia a nuestros padres
y maridos; intentamos
quererlos de otra forma, de
una forma que ellos no supieron
aceptar.

Empezamos a cambiar, individual
y colectivamente.
Surge como de la nada una
cultura colectiva nueva y
desconocida, en la forma y
en el contenido. Nuevos tipos
de comunicación social
emergen con formas inéditas:
grupos musicales; panfletos,
pasquines, libros y revistas;
editoriales y librerías;
grupos de teatro alternativo;
cine; radios libres. Se hace
una nueva cultura con la que
desbancar la industria cultural
que desde los años ‘30 del
siglo pasado no sólo funcionaba
como uno de los puntos
privilegiados de rentabilización
económica sino de
construcción de subjetividad.

A la semana de trabajo
le seguía la tarde de cine de
los domingos; a la sensación
de ahogo que dominaba
nuestras casas, la excitación
de los conciertos multitudinarios
y de los debates en los
cine-fórums. Como dijo
Walter Benjamin con su habitual
maestría: “Nuestros
bares y nuestras calles, nuestras
oficinas y amueblados
apartamentos, nuestras estaciones
y fábricas, nos parecía
que nos aprisionaban sin
esperanza. Y entonces vino
el cine e hizo saltar con la dinamita
de sus décimas de segundo
ese mundo carcelario.

Y ahora, entre sus esparcidas
ruinas, emprendemos viajes
de aventuras”. La cultura del
68 es un gigantesco viaje que
se aventura en un paisaje
inédito de creación y de exploración
cultural, el mapa
que recoge los incipientes
gestos de innovación política,
que documenta los esfuerzos
de la imaginación
por abrir brechas en la extenuante
dinámica de la cultura
de consumo.

¿Quién ha recuperado el
68? Nadie puede recuperar
algo que, como dijera provocadoramente
Gilles Deleuze,
“no ha tenido lugar”. Su
lugar está ahí, en la fuerza y
en la energía compartida de
tod@s aquell@s que siguen
batiéndose por formas alternativas
de vivir, de crear y
de pensar.

[Mayo del 68 visto por sí mismo->5888]

[¡Al diablo con el pasado!->5887]

INTERNACIONAL SITUACIONISTA : FOGONAZO CONTRA LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO
_ [«Allí donde había fuego, llevábamos gasolina»->5889]

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