BARES
“¿Es que no tenéis casa?”

Si todavía no se ha decidido a aplicarse el lema “Deja de beber tanta
cerveza y lucha”, le aportamos una visión sobre los bares, las tabernas
y otros lugares comunes donde beberse el tiempo de ocio. Nos pasamos por unos cuantos de la mano de gente como Rafael Reig,
Kiko Amat, Kike Turrón o Silvia Nanclares.

18/02/10 · 0:00
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Ilustración: Pincho.

En su obra de referencia Bar, lugar
común
, nunca editada y
compuesta por retazos de conversación
profunda mezclados
con interrupciones técnicas del
tipo “otra de lo mismo” o “voy al
tigre… Ahora me lo cuentas”, la
persona anónima pegada a la
barra, ha expresado, con apreciable
precisión, una serie de
ideas acerca de la función de los
bares y la naturaleza de quienes
los regentan. “Partiendo del incuestionable
hecho de que cada
quien es de su madre y de su padre”,
ha dicho, “cualquier persona
ha tenido, en cualquier
bar, en cualquier momento de
su vida, algún tipo de revelación,
una alegría, una pena…
En definitiva, un momento crucial
de su vida ha transcurrido a
menos de siete metros de una
barra ante la, por lo general indiferente,
mirada de esa vaga
mezcla de chamán y funcionario
que lleva los bares”.

El campo de actuación de la
anónima parroquiana es amplio,
en su nevera apenas tiene
una botella de agua y una pera
negra. Esto le confiere a sus argumentos
la aprobación de los
parroquianos, que los consideran
“verdades como puños”. Le
hemos pedido que defina las clases
de bares más importantes y,
aunque se han quedado fuera tipos
tan interesantes como los
bares de aeropuerto, los bares
temáticos, los ambigús de tanatorios
y hospitales, las cafeterías
decimonónicas y las temibles
cantinas, lo más probable es que
sepan de qué se les habla cuando
lean esta clasificación:

Gasolinera. Varios expositores
ofertando los grandes éxitos de
Camela o Loquillo y un gran
mostrador con los productos locales:
miguelitos, almendrados,
quesos, navajas. Público fluctuante
al son de los festivos, ruido
de platos y bocadillos chiclosos.
Especial atención merecen
los que ejercen de parada para
autobuses, los precios se doblan
al mismo tiempo que se deteriora
el lustre de los baños. Olor a
naftalina.

Chiringuito. El tópico del chiringuito
permanece tan inalterable
como el incumplimiento de
la Ley de Costas. Caros, con
servicios apresurados pero eficaces,
no obstante en ellos se
ha sustentado lo que algunos
avezados llamaron el milagro
español.

Bares Paco. Allí donde el espumillón
navideño es perenne
abrazando el televisor siempre
encendido, el lugar donde te saludan
las cabezas de gamba, las
servilletas de papel (Gracias
por su visita), las colillas y los
huesos de aceituna con una
crujiente bienvenida. El espacio
donde los parroquianos extienden
sus tapetes verdes y
deslocalizan amarracos al son
de una máquina tragaperras
que anuncia escasa fortuna.
Olor a fritanga, tapas con nombre
propio y la porra futbolera.

Bar de pueblo. Cocina apreciable,
diálogo a voces entre generaciones,
cuentas pendientes apenas
ocultas para los forasteros y todas
las sensaciones que produce
salir de la ciudad, desde el “yo
sería feliz con internet y paseando por estos campos” hasta el “salgamos de
aquí que los quintos miran raro”
definen a un tipo de bar en vías
de extinción. En su versión nocturna
falta la comida y se abre la
veda de relaciones, que pueden
terminar en las eras o en una
emancipación que ya no se esperaba.
Tampoco es raro que la
noche acabe a hierro pelado.

Bar para guiris. Sangría en cantidades
industriales, paella de un
sospechoso amarillo radiactivo,
concurrencia rubia y de piel
blanquecina, ellos sin camiseta,
ellas, tacón de aguja y minifalda,
llueva o truene, ambos con mofletes
y narices rojas, berreando
preferiblemente. Suelen estar en
el centro turístico de la ciudad y
en la decoración abundan los toros
y las sevillanas. Momentos
álgidos: despedidas de soltero y
partidos de Champions.

Bar de modernos. Abundan en los
barrios gentrificados del centro
de la ciudad marca. Donde antes
había un bar de-los-de-todala-
vida ahora se erige un garito
de diseño, regentado por personas
vestidas de luto, con platos
cuadrados, baños fashion en los
que es complicadísimo mear o
lavarse las manos, tapas de sushi
y kilos de tostas, exposiciones
en las paredes y precios inverosímiles.
La clientela, moderna y
gafapastil, está formada por profesionales
cool en general.

Bar intercultural. Antiguos barespaco
que han pasado a ser regentados
por integrantes de alguna
comunidad migrante. En
su barra conviven sin complejos
y con total normalidad la tortilla
de patatas con el cerdo agridulce,
los callos a la madrileña con
arepas y frijoles, el carajillo con
el pisco-sour. La clientela es
igualmente ecléctica y los calendarios
de neumáticos conviven
con gatos que mueven el brazo
y mandan a la gente a paseo.

Garito. Un bar que sólo parece
una mala idea transcurridas
unas cuantas horas de abandonarlo.
Bebida que deja ciego a
varios niveles y gente con ganas
de vaya usted a saber qué. Si no
fuera porque Joaquín Sabina y
sus muchos seguidores han agotado
ese tema, escribir de lo que
pasa en uno de estos antros debería
ser suficiente para optar al
Oscar de la literatura.

Bar Ilegal. Peor que el anterior.
Quien lo regenta pide que se baje
la voz, la bebida que se sirve
en ellos es un arma de destrucción
masiva y duran poco.

Bar escoba. O mejor dicho recogedor.
Es aquel bar que o bien
no cierra nunca o abre muy temprano.
En la ciudad es el centro
neurálgico donde los nocturnos
dan lugar oficialmente el relevo
a los diurnos para que el ritmo...
¡no pare nunca! Cocina abierta
siempre, buena selección de
platos combinados. Fauna digna
de una reserva de la biosfera:
policías, taxistas o prostitutas
con gaupaseros desencajados,
obreros cazalleros o bohemios
desubicados. //


Requisitos indispensables

por Dani Garrido

Mondadientes

Conocidos como “palillos” por los
parroquianos. Se han encontrado
palillos de bronce en algunos yacimientos
prehistóricos en el norte de
Italia. El mondadientes moderno fue
creado en Norteamérica, a mediados
del siglo XIX, de la mano de
Charles Foster, creador de una
máquina que producía en grandes
cantidades. En España el mondadientes
es utilizado por mucha
gente en los bares para limpiarse
los dientes después de comer el
menú, y no son pocos los de que a
diario en todo el país juegan con el
palillo en la boca durante toda la
digestión.

Futbolín

Otro invento con una interesante historia.
Fue inventado y patentado durante
la Guerra Civil por el miliciano republicano
Alexandre de Fisterra mientras se
reponía de sus heridas en un hospital
catalán donde pasaba horas jugando
al ping pong. Fue este juego su inspiración
para reducir el deporte rey a una
mesa. Con la victoria fascista, Alexandre
de Fisterra tuvo que huir a Francia
y más tarde a Latinoamérica. Cuando
regresó a España a mediados de los
50 vio como su invento se había popularizado
en los bares españoles, e
incluso tuvo que pleitear con unos
empresarios valencianos que se autootorgaban
el invento.

Tragaperras

En España, estas máquinas fueron prohibidas
entre 1913 y 1979. En los últimos
tiempos de la dictadura los hermanos
Lao –fundadores de CIRSA–
inventaron un método para instalar sus
máquinas: llegaban a un pueblo o
barrio, las instalaban en bares próximos
a la Guardia Civil; si la máquina no era
retirada en unas horas, instalaban más
en otros bares de la zona. En cambio,
si la retiraban, huían antes de verse
obligados a pernoctar en el cuartel,
desenlace bastante habitual. A partir de
los ‘80 las tragaperras experimentaron
un boom que se ha mantenido hasta
nuestros días, representando la ruina
para muchos trabajadores.

Carajillo

El carajillo fue ideado durante la Guerra
de Cuba y su invención respondía a
la necesidad de consumir productos
autóctonos como café, ron o azúcar.
De esa mezcla aparece el carajillo, que
proporcionaba a los militares el coraje
necesario para ir a la batalla. Otra teoría
sitúa los orígenes del carajillo en la
Cataluña del siglo XIX. Según esta teoría
los chóferes iban siempre con el
tiempo justo porque se paraban en
todas las tabernas. Con los años tuvieron
que mezclar café y licor para ahorrar
tiempo y del catalán coloquial
“posa-ho junt que ara guillo” (ponlo
junto que ahora me voy) habría derivado
la palabra carajillo.

Artículos relacionados en este número:

[Hay que volver mañana->10207]
_ En el bar ideal ponen tapas. Fuera de la meseta no y eso produce oxidación moral, convence al
cliente de que todo lo que tiene en esta vida lo ha conseguido con su propio esfuerzo. Al final
desemboca en el puritanismo, el nacionalismo, la socialdemocracia y otras catástrofes del alma.

_ Por Rafael Reig

[Amor al bar,
amor en el bar->10208]
_ Un sobrecogedor relato que demuestra que los
bares amenizan los amores más hermosos y
consuela a los solitarios en sus bajones.

_ Por Diego Díaz

[Bares que
son hogares->10209]
_ Nadie mejor que un músico de largo recorrido,
acostumbrado a llegar el primero y salir el
último de cualquier garito, para reconocer la
identidad de cada ciudad según sean sus bares.

_ Por Kike Turrón.

[Se dice «cervecita»->10210]
_ No tiene un sabor especial ni huele a azahar: los bares son la
estructura sobre la que orbita Sevilla. La ciudad de la «cervecita», las
tapas, el sol se divide en dos tableros: intramuros y extramuros.

Por Silvia Nanclares

[La Bar-o-Pedia->10211]
_ «Es entonces cuando uno
logra deshacerse de las
angustias cotidianas para
concentrarse en Lo Que
Realmente Importa»

_ Por Kiko Amat.

[Un barrio visto desde la barra->10212]
_ No hay zona de la ciudad de Barcelona a la que los medios de comunicación dediquen tanta
atención como al céntrico barrio del Raval. La vida se desboca en sus estrechas calles, sin duda las
más activas de la capital y se concentra en unos cuantos bares que se resisten a la gentrificación.

_ Por Marc Lamarca.

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