EL ESTADO DEL MOVIMIENTO DE DEFENSA DEL COPYLEFT
Las encrucijadas de la cultura libre

Tras unos años de rápida
expansión, el movimiento por la
cultura libre tiene varios retos a
los que hacer frente, empezando
por su propia definición.

18/07/07 · 17:25
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Ilustración: Daveybot (flickr.com).

Conviene aclarar a qué
nos referimos por cultura
libre para evitar
equívocos. Cultura libre no es
‘cultura alternativa’ o ‘cultural
no comercial’. Cultura libre
sólo hace referencia a la
libertad, no al tipo de contenido
ni al soporte ni tampoco
al precio (no es necesariamente
gratuita). Según la define
Larry Lessig, fundador
de Creative Commons (CC),
cultura libre es lo opuesto a
la cultura del permiso, es decir,
la de ‘todos los derechos
reservados’: la que requiere
permiso por parte del titular
para poder copiar, reproducir
o modificar la obra. A diferencia
del modelo restrictivo
convencional, la cultura libre
concede algunos o todos
los derechos al público en lugar
de restringirlos y de ese
modo no requiere de permiso
previo del autor (o titular de
los derechos) para ejercerlos.

Este hecho transforma de
modo profundo el modo en
que creadores e innovadores
se relacionan con sus obras y
con el público.
Dicho esto, la definición sigue
siendo muy amplia y se
ha usado ‘cultura libre’ o ‘cultura
copyleft’ en un sentido
muy laxo. Esto ha permitido
una rápida extensión de licencias
semi-libres y de proyectos
de referencia tales como
CC (que incluye toda una
panoplia de licencias libres y
semi-libres), frente a la situación
anterior donde este movimiento
se confundía con la
llamada “piratería”, con el anticopyright
o con el desprecio
al derecho de autor. La cultura
libre no sólo no desprecia
los derechos de autor sino
que sitúa al creador en el centro,
asumiendo que la digitalización
y las nuevas tecnologías
de la información nos ha
convertido a todos de hecho
en creadores, desde el que escribe
en un blog hasta el que
publica una fotografía propia.

Pero esta laxitud también ha
creado cierta confusión, cierta
moda de usar el logo de CC
(o ‘copyleft’) sin aclarar los
términos en que se comparte
la obra, haciendo indistinguibles
unas licencias de
otras y favoreciendo estrategias
oportunistas que se presentaban
como libres sin serlo
del todo. Esta confusión no
es solo un problema ‘de principios’,
sino que supone algunos
problemas prácticos, por
ejemplo incompatibilidad
con obras realmente libres.
Una cultura libre requiere cada
vez más que no haya restricciones
(ni comerciales ni
la obra derivada) o se caerá
en la paradoja de limitar en
nombre de ‘lo libre’ la libre
circulación del conocimiento.
La Wikipedia, obra estrictamente
copyleft, es el paradigma
de lo libre fuera del software
y una buena piedra de
toque para saber si nuestra
obra es realmente libre o no.

Para ordenar este caos han
surgido iniciativas como Free
Content Definition (freecontentdefinition.
org) de Benjamin
‘Mako’ Hill.
Más allá de las cuestiones
de licencias, tras unos años
de rápida extensión, y una
vez pasada la euforia inicial,
nos encontramos en un momento
en que el movimiento
que se reivindica de la cultura
libre se encuentra en un
cierto ‘impasse’. Por un lado,
personajes significados han
lanzado iniciativas por arriba
con poca relevancia. Probablemente,
tratando de cubrir
un vacío de representación
‘institucional’ del movimiento,
que de forma natural le
habría tocado ejercer a CC
España pero que, lamentablemente,
no lo ha hecho. Sin
referentes estratégicos claros,
el movimiento se fue
agrupando en iniciativas más
o menos esporádicas (jornadas)
o grupos pequeños, localizados
o demasiado centrados
en aspectos llamativos
pero laterales (como la oposición
a la SGAE). La SGAE,
que se ha convertido en un
ministerio de Cultura paralelo,
ha tenido la virtud de despertar
a mucha gente sobre
los abusos de la propiedad intelectual
para clausurar y
controlar la creación, pero ha
equivocado el centro del problema,
que no es la SGAE
misma, sino un sistema legal
que le ha permitido abusar de
su posición y unos políticos
que se han rendido a sus exigencias.

Junto a esas leyes cada
vez más restrictivas impulsadas
por la SGAE, se suman
unos ‘legisladores’ paralelos
mucho más insidiosos y efectivos,
los fabricantes de dispositivos
electrónicos que,
ajenos a todo control democrático,
deciden unilateralmente
qué usos podemos hacer
de ellos e, incluso, vigilan
y conspiran contra el usuario.
De poco sirve que la ley
reconozca derechos al usuario
si luego los fabricantes no
permiten que se ejerzan.

En cualquier caso, la cultura
libre no se define en relación
a sus ‘enemigos’ (SGAE,
RIAA,Microsoft... y en general
a los llamados “guerreros
del copyright”), sino a la noción
de libertad y de procomún,
es decir, de los bienes
comunes, cuyo papel es cada
vez más importante en la
producción económica, social
y cultural. La cultura libre
no es capitalista ni tampoco
anticapitalista, sino que
resitúa lo que llamamos producción
creativa, que pasa
de un contexto exclusivamente
mercantilista, estatalista
o privativo a otro más
amplio, el de nuestra vida social
y nuestra cultura política
(como individuos y como
ciudadanos), que no excluye
el mercado pero tampoco lo
supedita todo a él.

DEL SOFTWARE A LA CULTURA LIBRE
_ A diferencia del software libre,
de donde procede la idea de utilizar
los derechos de autor para
otorgar derechos en lugar de restringirlos,
hasta hace muy poco
no ha existido una definición estricta
de cultura libre. En el software,
'libre' significa algo muy
preciso: derecho a usar, copiar,
modificar y redistribuir sin restricciones.
No algunos derechos,
sino todos ellos. En cambio, fuera
del ámbito del software libre,
tanto copyleft como 'cultura libre'
se ha usado de una forma
muy amplia, que permitía calificar
así cualquier obra del intelecto
que, como mínimo, permitiese
la copia no comercial.

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