L'Alternativa y hacia dónde va el cine independiente
Encrucijadas del cine alternativo español

Entre el 12 y el 20 de noviembre tuvo lugar en
Barcelona la última edición del festival de cine
L’Alternativa, una cita ecléctica que se hace eco
del difícil momento por el que pasa el cine
independiente español.

15/12/10 · 13:50
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Entre el 12 y el 20 de noviembre de noviembre tuvo lugar en Barcelona la última edición (y van diecisiete) del festival de cine independiente L’Alternativa, una cita ecléctica en la que tuvieron lugar más de doscientas proyecciones, tres secciones oficiales, secciones paralelas, sesiones gratuitas, mesas redondas… un amplio abanico de actividades destinadas al público en general y al medio profesional en concreto. L’Alternativa vuelve a pasar con nota en su conjunto a pesar de algunos desequilibrios, haciéndose eco, por otra parte, del difícil momento por el que pasa el cine independiente español.

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La cuestión es sensible: las televisiones privadas sólo apuestan por los valores consagrados, las públicas tienen su cupo, los distribuidores apuestan por el cine comercial, las salas flojean con según qué contenidos. Y, dominando la perspectiva desde una cercana colina, la difícil tesitura en que internet ha puesto a la cosa. Se hace cine pero, ¿quién lo paga?. El espectador de escuálidos ingresos elige el P2P, las productoras imploran a la Administración, los pequeños realizadores se dedican a lo que pueden. La crisis no les pilló de sorpresa, no han conocido otra cosa, ha sido su pan de cada día, hasta que decidieron prepararse unas oposiciones. La nueva Ley del Cine, parece extendida la opinión, no arreglará gran cosa. Aquella bonanza profetizada por la aparición de los canales temáticos de TV y la irrupción del canal Cultura de RTVE no fue más que humo. Las televisiones están pagando entre 1.500 y 2.000 euros por un trabajo acabado que ha llevado meses o años a un equipo de varias personas. ¿Y bien?. El realizador depende de productoras, las productoras dependen de distribuidores, los distribuidores de las salas y del público que las frecuenta, y el cine no comercial, en definitiva, pende de un hilo. La industria del cine en su conjunto sufre una dependencia total del Estado, directa e indirecta, económica y legislativamente. Pero, ¿acaso hoy toda la cultura no se sostiene así?. Cultura deficitaria, cultura subvencionada para un público ¿independiente?. El debate no se plantea en estos términos, siquiera. Es ya una cuestión de mera supervivencia, pero ahora también para los que antes vivían con algún desahogo. Sólo los festivales parecen ofrecer alguna plataforma para visibilizar contenidos, para llegar a un espectador colectivo. Exceso de oferta y demanda comedida, si no exigua. ¿Será posible la existencia de un cine independiente gracias a sus espectadores?. Absolutamente improbable. ¿Entonces?. La teta de la leche materna estatal es la única causa que sostiene al cine o, lo que es lo mismo, a la industria cinematográfica. Lógicamente está el recurso de internet, pero ni las producciones más solventes dan con la tecla afortunada para hacer viables sus contenidos. Va quedando claro, en todo caso, que uno de los futuros/presentes de la distribución pasa por el streaming y el Vídeo On Demand (VOD) como sostiene el portal Filmin. El medio anda como loco por ver por dónde sopla el aire y así se demostró en las sesiones que organizó L’Alternativa. Si ni tan siquiera Lluís Miñarro/Eddie Saeta, productor de Lacuesta, Recha o Lisandro Alonso, es capaz de hacer rentables actualmente sus producciones, léase Aita, El extraño caso de Angélica, o Uncle Boonmee, aviados vamos el resto. El momento de absoluta incertidumbre por el cambio de panorama, de paradigma dicen algunos, azotado lógicamente además por la crisis, tiene al medio audiovisual acojonado. Y no es para menos. Desde que Edison ganó la partida a los hermanos Lumière respecto de la forma en la que consumir cine, el personal anda a tientas.

L’Alternativa invitó a Ripstein, homenajeó al difunto Nunes, dio cancha a las experiencias comunicativas saharauis y nos dejó alguna que otra grata sorpresa. Dos de ellas vinieron de la sección paralela dedicada a México: La fórmula secreta (Rubén Gámez, 1964) y Los albañiles (Jorge Fons, 1976). Otra de las paralelas, con más corporeidad que las secciones oficiales -y esto puede dar que pensar-, destacó con la retrospectiva dedicada al francés Raymond Depardon, cineasta indispensable para comprender la sociedad contemporánea y sus instituciones. Gustaron Un monde pour soi de Yann Sinnic y Les racines du brouillard de Dounia Bovet-Wolteche. Gustó también Causa 661/52. La insolencia del condenado de Falconetti Peña aunque había quien comentaba ya la última película de éste, de nombre Portales oscuros. No gustó la restricción del acceso a prensa al seminario de música de Pascal Gaigne ni los seminarios de las escuelas y másters de cine, que rezumaban autobombo.

Recapitulando, de la desigual competición oficial finalmente salieron victoriosas ex aequo Time’s up del dúo Marie Theiler-Jan Peters y Triumph of the Wild de Martha Colburn (Mejor Cortometraje); Glubinka 35x45 de Evgeny Solomin (Mejor Largometraje Documental) y Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo de Marcelo Gomes y Karim Aïnouz (Mejor Largometraje de Ficción), “la mejor película que he visto en mucho tiempo”, según me comentó un amigo. No recuerdo qué hacía en vez de estar viendo esta película, quizá despistado por la sobreprogramación que se ha convertido en la norma actual de los festivales. Pero a buen seguro que andaría todavía acojonado. Ya digo, no es para menos.

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