COMICS //
Damiselas dinamita y antiheroínas feministas

En los años ‘60 surgieron un puñado de autoras en la escena del cómic underground que
reinventaron los personajes femeninos de las historietas y dibujaron viñetas que hablaban de temas
y puntos de vista no tratados hasta entonces, con imaginación y mucho humor. Desconocidas para el
gran público, este artículo nos descubre a toda una legión de creadoras imprescindibles.

26/06/09 · 0:00
Edición impresa



El cómic underground surgió
de la prensa contracultural norteamericana
a finales de los ‘60,
expresión de los movimientos
sociales más críticos con el ‘sueño
americano’. De altísimo contenido
político, la nómina de críticas
y denuncias era extensa:
la guerra de Vietnam, la guerra
fría, el control social, la violación
de los derechos civiles…
así como una denuncia sobre la
censura que el sistema de publicación
tradicional imponía a los
contenidos de los cómics.
Nacidos a la sombra del coloso
Marvel, la falta de recursos
económicos hizo agudizar el ingenio
y la autoproducción, de tal
manera que la mayoría de las
publicaciones eran revistas colectivas
de impresión económica.

Cada número era una pequeña
antología de un grupo de
los muchos del momento. Su
característica estética era una
expresión del rechazo a los trazos
armoniosos y agradables de
la industria más tradicional. Su
propuesta era una mezcla de cómic
en blanco y, sobre todo, negro;
de trazos radicales y expresivos,
así como a color, en este
caso colores ácidos marcados
por la psicodelia, influencia del
contemporáneo movimiento
hippie y su experimentación con
las drogas. La novedad, fuerza y
atractivo de estos cómics se basaba
tanto en sus trazos como
en sus guiones, historias de perfil
autobiográfico, sin inhibiciones,
muy honestas y cercanas
que facilitaban la identificación.
Producidos principalmente en
San Francisco y la costa Oeste,
aunque tuvieron dificultades para
la distribución y venta, su éxito
e influencia fue tal que consolidaron
una manera alternativa
de hacer cómic, en todos los
sentidos, que sigue su estela incluso
a día de hoy.

Son famosas las revistas Dirty
Plotte, Zap Comix y los nombres
de autores como Gilbert Shelton
y Robert Crumb, pero la historia
del cómic underground femenino
sigue sin conocerse. Como en
todas las expresiones culturales
y sociales, las mujeres estuvieron
tomando parte desde el principio,
pero pasados unos años
fueron conscientes de que el cómic
underground masculino invisibilizaba
e incluso ridiculizaba
las luchas sociales y culturales
feministas, y el tratamiento
del sexo, omnipresente en sus
cómics, era tan sexista cuando
no misógino como los anteriores.

Revistas propias

Convencidas de que las mujeres
necesitaban un espacio de expresión
propio donde analizar y reivindicar
sus temas, preocupaciones
y propuestas, se unieron para
crear revistas muy políticas y reivindicativas,
cerca del tono más
radical del feminismo y lesbianismo
de la época. La revista pionera
fue It ain’t me baby, creada en
1970 por Nancy ‘Huracane’
Kalish, Lee Marrs, Willy Mendez
y Trina Robbins. El instantáneo
éxito de su propuesta les animó a
crear en 1972 una más amplia y
continuada que se convirtió en el
referente de toda la década:
Wimmen’s Comix, a la que se
unieron los nombres y trabajos
de Lisa Lyons, Carole, Michelle
Brand Wrightson, Meredith
Kurtzman y las más conocidas,
Aline Kominsky y Diane Noomin.
Pero la revista era un experimento
más allá del gráfico. Las
autoras eran también editoras e
iban rotando la edición de los
números buscando una horizontalidad
muy femenina. La única
condición para presentar trabajos
a la revista era ser mujer, lo
que supuso ejemplares muy ricos
y distintos en cuanto a planteamientos
temáticos y visuales.

Estos cómics permitieron a sus
autoras elaborar propuestas temáticas
y gráficas muy audaces
que difícilmente habrían podido
publicar en otros espacios y formatos.
Para todos los gustos
Trina Robbins, pionera absoluta,
conocida por ser la autora de
Rosie the riveter, durante los ‘80
fue una de las dibujantes de
Wonder Woman, aunque también
en series como Las Supernenas.
Además de ser autora,
ha estudiado y publicado varios
monográficos sobre la historia
de la cultura pop en general y
del cómic de las mujeres estadounidenses
en particular. Desde
el año 2000 publica junto con
la ganadora de un premio
Eisner, Anne Timmons, el cómic
de superheroina Go Girl!
Lee Marrs creó su propio cómic:
Pudge, girl blimp (1973-77)
(Pudge, la chica gorda). Pionera,
ha tenido gran éxito en el
mundo de la animación por ordenador,
con Emmy incluido.

Sharon Rudahl creó su propio
personaje en Adventures of
Cristal Night, un cómic de aventuras
con heroína nada al uso.
En el año 2007 se publicó A dangerous
woman, una biografía
gráfica de la famosa anarquista
Enma Goldman, todavía sin traducir.
Terry Richard ha seguido su
carrera como ilustradora, e incluso
ha realizado una película
animada: Private eye.
Aline Kominsky, creó junto
con Diane Noomin la antología
Twisted Sister: A Collection of
bad girl art, editada en la actualidad
por Viking Penguin.
Durante los años 1981-1993 editó
Weirdo, la revista underground
de mayor importancia e
influencia, junto a su compañero,
el famosísimo Robert
Crumb.

Diane Noomin, todo un referente
en el mundo del cómic,
creó al personaje Didi Glitz, admirado
y reflejado en la obra de
Gloeckner Diario de una adolescente
en 1975. Joyce Farmer
y Lyn Chevely editaron en 1973
un cómic pionero sobre el aborto,
Abortion Eve. Posteriormente,
crearon la también revista
de cómic de mujeres Tits
and Clits, muy crítica con el sexista
mundo del underground
masculino. Con ellas han colaborado
otras mujeres como Dot
Bucher, autora de la heroína
Bosomic woman, que vencía a
sus enemigos con la fuerza de
sus dos inmensas tetas.

Grandes logros

Los logros de la primera década
de Wimmen’s Comix son impresionantes:
visibilizó los nombres
y trabajos femeninos; ayudó a
crear revistas propias con las que
profundizar, matizar o radicalizar
el discurso y propuestas de
las mujeres e incluso criticar la
propia cultura underground; creó
una red de ilustradoras por toda
la costa Oeste; realizó una aguda
y constante crítica a los modelos
femeninos sexistas y construyó
figuras, personajes femeninos
más reales. Igualmente, usaron
todo el potencial reivindicativo
que tenían personajes femeninos
de cómics anteriores (Olivia,
Little Lulu, Wonder woman,
Juliet Jones…) y sobre todo, hablaron
y dibujaron sobre sexo de
una manera no sexista, lejos de
los modelos masculinos de la
época, visibilizaron a las lesbianas
y el sexo lésbico, y por primera
vez en la historia se trataron
temas como el feminismo radical,
el control de la natalidad, la
maternidad impuesta, el aborto
legal y el ilegal, la violación, los
abusos sexuales, la regla… de
una manera directa, honesta, crítica
y nada victimista. Todas estas
obras están llenas de una ironía
y un irreverente y cáustico
humor muy atractivo, incluso en
la actualidad.

Como se puede comprobar,
acercarse a la producción femenina
asombra por la variedad,
riqueza, calidad y compromiso
social de sus obras. Los logros
de estas mujeres han sido muy
importantes y la historia del cómic
no sería la misma sin sus
aportaciones, aunque la mayoría
hayan sido invisibilizadas en
antologías e historias del cómic.
Esperamos que este artículo
pueda estimular el interés por
visibilizarlas, reivindicarlas y lo
que es más importante para conocerlas,
traducirlas. //


Los años ‘80

J.M.

Lee Binswanger revitalizó la
revista en los ‘80, con contenidos
menos políticos y mucho
más autobiográficos, y nuevas
autoras como Doris Soda, pionera
en el cómic autobiográfico,
cuya prematura muerte no
impidió un reconocimiento e
influencia en su época y posteriores,
o Kathryn Lemieux
que, además de colaborar en
el Wimmen’s Comix, puso en
marcha Six Chix. Por su parte,
Caryn Leschen, publicó durante
casi toda la década la tira
cómica feminista Ask aunt
Violet (Pregunta a la tía
Violeta), al igual que Carol
Lay, con la exitosa tira Story
minute. Otras autoras serían
Lora Fountain, Janet Wolfe
Stanley, Chris Powers, Carol
Tyler, Penny Van Horn, M.K.
Brown, Terry Boyce o Caryn
Leschen.

A esta década y posteriores
pertecenen las autoras traducidas
al castellano. La más representativa
y radical es Roberta
Gregory, autora de una revista,
Feminist Funnies, una tira semanal,
Dynamite Damisels, una
serie de televisión y tres obras
de teatro. Es mundialmente conocida
por su personaje Bitchy
Bitch, El Putón, en su versión
castellana. En Ha nacido un putón
(Recerca, 2003) nos cuenta
cómo una joven ingenua y confiada
llegó a ser la mujer desconfiada,
malhumorada, irrespetuosa
y sexualmente compulsiva
que encontramos en las
otras dos entregas: Todo lo guarra
que ella quiere ser y De vacaciones
y en la oficina con el
Putón (Recerca, 2003 y 2006).

El Putón es uno de los personajes
femeninos más originales,
excesivos y desinhibidos del cómic
occidental. Gregory es una
maestra en el uso del humor
más obsceno y brutal. Su trazo
es ágil y muy expresivo, con la
boca de la protagonista como
zona expresiva. El Putón es una
antiheroína inolvidable, una implacable
crítica a la doble moral
de la sociedad norteamericana.
De Mary Fleener, podemos
leer El alma de la fiesta
(Glennat, 2007). De corte más
autobiográfico, deslumbra por
la capacidad de la autora de ir
modificando el trazo según
avanza la narración, cada vez
más lisérgica, cubista e irracional.
Magnífico retrato crítico
del mundo underground, el
rock’n’roll, el sexo y, sobre todo,
de las drogas, omnipresentes
en la historia de una mujer
joven que gracias a su lucidez
conseguirá salir adelante.

Así inicia una serie de cómics underground
femeninos que son
esa misma crónica de los arduos
procesos de madurez que
tuvieron que vivir las mujeres
de su época, especialmente expuestas
a abusos sexuales y
emocionales, pero también refleja
las capacidades que éstas
tienen para superarlas y seguir
adelante. Como en muchos de
ellos, la autora utiliza el humor
como principal herramienta de
crítica social. Fleener también
tiene un cómic sobre la autora
afroamericana Zora Neale
Hurston aún sin traducir.
De Melinda Gebbie, de momento,
sólo se han traducido
los tres volúmenes de la serie
Lost girls (Planeta, 2007) creada
junto con su marido, el famoso
Alan Moore. De alto contenido
erótico, queda fuera del
cómic underground que aquí
comentamos. //


Los años ‘90

J.M.

Muchas de las autoras que hemos
comentado han seguido
creando y publicando, pero han
sido las nuevas incorporaciones
las que han llegado al panorama
español.

La canadiense Julie Doucet
consiguió, gracias a Diario de
New York (Inreves, 2001), un rápido
reconocimiento. En él se
narran las vicisitudes de una
mujer joven que intenta sacar
adelante su vocación de dibujante
en la ciudad de Nueva York,
una ciudad sucia, caótica y desequilibrada
que resulta inquietante
y amenazante. Las habitaciones,
los espacios cerrados
caóticos y asfixiantes, y la autora
se presenta rozando el colapso
emocional y nervioso, suma
de la tensión vital, una difícil relación
de pareja y el abuso de las
drogas. El fruto de todo esto es
un cómic de viñetas abigarradas
y trazos muy intensos con un
uso del blanco y negro cercano
al grabado expresionista pero
que no resulta difícil de leer, ya
que el tono intimista, honesto,
autocrítico e irónico con leves
toques de humor lo aligera, así
como el optimismo final. Su otro
cómic, El caso de Madame Paul
(Inreves, 2002) planteado como
un thriller underground, es mucho
más ligero y divertido.

Estructurado como historias
cortas que se publicaron a lo largo
de los ‘90, el impactante pero
delicado cómic La muñequita de
papá (La Cúpula, 2000) de
Debbie Drechsler, enfoca directamente
sobre el tema de los
abusos sexuales incestuosos. De
nuevo con la textura del grabado,
las viñetas son oscuras y asfixiantes,
y la mezcla de un trazo
aparentemente infantil con un
detalle extremo consigue transmitir
de manera muy acertada la
amenaza, el miedo, angustia y
trauma con el que la protagonista
vive el día a día. Evidencia cómo,
en contra de lo que se ha solido
pensar, el interior del hogar
puede ser el lugar más peligroso
y amenazador para las mujeres.

En su siguiente trabajo, Verano
de amor (La Cúpula, 2007), la
autora se centra en las dificultades
para la adaptación y los estados
de ánimos, intensos y contradictorios
de una adolescente.

Para ello incorpora una personal
técnica: al tradicional blanco y
negro suma el rojo/pardo y el
verde como sombreado y fondo
de las distintas escenas. Además
de reflejar con acierto el siempre
cambiante, a veces cruel, inseguro
e incómodo mundo que es la
adolescencia (magníficamente
metaforizado en el bosque que
rodea a la casa), logra reflejar
con gran efectividad cómo el estado
emocional modifica la vivencia
que se hace de los momentos
y los espacios.

Vida de una niña y Diario de
una adolescente (La Cúpula,
2006 y 2007) ambos de Phoebe
Gloeckner, tienen una estética
marcada por el cómic underground
de los ‘70. De nuevo, la
temática es autobiográfica; en
el primero se estructura en forma
de historias cortas y en el
segundo de diario. Una vez
más, la infancia, la adolescencia,
el alcohol, las drogas y el
sexo son parte de la ambientación.
Phoebe, de nuevo, denuncia
el abandono emocional y
los abusos sexuales que sufrieron
muchas de las niñas que
crecieron durante la llamada
‘revolución sexual’, muy conseguido
esta vez vía el sórdido
realismo de sus ilustraciones.
Y nuevamente, es la crónica de
un proceso de madurez que se
consigue incluso desde las condiciones
más traumáticas.

Hay más autoras: Aniel,
Penny Van Horn, o M.K. Brown,
quien también ha creado una
exitosa tira, Aunt Mary´s kitcken,
y otros cómics: Mama! dramas!,
Manhut, Wet satin,
Bizarre sex, Dyke short… todavía
sin traducir. //

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