ENTREVISTA A ZIAD DOUEIRI, DIRECTOR DE 'LILA DICE'
“Cuando no hay conflicto los personajes ni se desvisten ni cambian”

Lila dice’: una peculiar historia
de amor adolescente en un barrio
de población árabe. La puesta
en escena del juego de la
seducción. Dirige Ziad Doueiri.

23/06/06 · 22:30
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DE RODAJE EN MARSELLA. El director, Ziad Doueiri, conversa con la protagonista de ‘Lila dice’, Vahina Giocante.

Dirá la gente que mi
película es un drama
social, una crónica
de los enfrentamientos
religiosos y culturales
en la Europa mestiza
tras los atentados del 11-S,
pero no es así. Antes, mucho
antes, esta historia es de
amor. Y yo la defino como un
techno-hip”. Lo dice por la
música (Air, Vanesa Daou) y
por el estilo envolvente que
viste este precioso y tórrido
enamoramiento entre una
chica blanca y un adolescente
magrebí en los suburbios
de la Marsella actual. Así habla
Ziad Doueiri, 41 años, director
libanés que un día de
1983 emigró a Hollywood
cuando la guerra civil llegaba
a su culmen, y que en menos
de una década ha filmado dos
joyas (West Beiruty Lila dice)
alejadísimas en la superficie,
pero anudadas por las corrientes
subterráneas que traza
su ágil mirada, que se acerca
con emoción al despertar
adulto, cuando la niñez se
resquebraja.

DIAGONAL: Vale, pero los
conflictos sociales y políticos
recorren Lila dice, aunque
sea una historia de amor...

ZIAD DOUEIRI: Es que
cuando no hay conflictos los
personajes ni se desvisten ni
cambian. Pero las dificultades
no están ahí como mensaje,
sólo desde un punto de
vista dramático. Para que
prenda la relación amorosa
tiene que haber dolor. Ellos,
para mí, son dos flores en un
estercolero.

D.: Sitúas la historia tras el
11-S... ¿Alguna intención?

Z.D.: La obvia. El mundo se
ha vuelto un lugar algo más
feo tras esa fecha. Quería datar
la película. Además, cuando
cayeron las torres ponía el
punto final en el guión. Y quería
sacar también a la cadena
árabe Al-Yazira. Para nosotros
es importantísima: la
primera forma libre de expresión.
Para los europeos la democracia
es una cosa adquirida,
pero para los árabes no,
estamos en ello... Si algún día
me dieran un Oscar por esta
película, se lo dedicaría a la
cadena televisiva.

D.: Naces en Líbano, emigras
a Hollywood, te conviertes
en el cámara de Tarantino
y ruedas tus dos películas
con dinero francés.
Vaya mezcla, ¿no?

Z.D.: Será por mi país, que es
una amalgama de culturas y
confesiones distintas... Nací
en la capital de Líbano, así
que mi niñez y adolescencia
trascurrieron en esas calles
que luego mostré en West
Beirut [1998]. Pero a los 18,
cuando los israelíes entraban
en mi ciudad, emigré a
Estados Unidos, donde estudié
cine y acabé trabajando
de cámara en las películas de
Tarantino. Y en cuanto a
Francia, quizá es porque sigue
siendo de los pocos países
que producen películas
de fuera. Debe ser por su mala
conciencia colonialista.
“¡Os jodimos, pero al menos
ahora os damos dinero!”, parecen
decir.

D.: ¿Y qué tal fue trabajar con
Tarantino de Reservoir Dogs
a Jackie Brown?

Z.D.: Una experiencia fantástica.
No sólo por cómo escribe
y piensa. Sobre todo por el
tremendo entusiasmo que
muestra hacia el cine, que
arrastra a todo el mundo. Es
como un niño con un juguete.
Jamás hablaba de política
cuando rodaba. Todo, salvo
el cine, le importaba menos
que nada.

D.: Y tus dos películas, ¿qué
tal han funcionado en tu país?

Z.D.: No me puedo quejar.
Las dos han sido éxitos, y pasaron
la censura. Además,
West Beirut fue la película
más taquillera allá tras
Titanic y Armaggedon, imagínate.
Líbano es un país
donde la industria de cine
quebró con la guerra. Y que
ahora comienza a caminar
de nuevo.

D.: ¿Cómo ves la situación de
tu país? ¿Vislumbras la famosa
primavera?

Z.D.: Tras el asesinato de
Hariri, se vive un momento
de giro total. Nadie se esperaba
que un tercio de la población
saliera a la calle exigiendo
más democracia y una mayor
laicización de la sociedad.
Porque el mundo árabe sólo
avanzará tras la separación
de la Iglesia y el Estado. Que
el asunto sea entre tú y Dios,
¡en tu casa! Pero este fanatismo
está en todas partes. Lo
digo en Estados Unidos, donde
vivo: “Aquí tenéis un integrismo
tan grande como el
nuestro”.

D.: Hollywood es un claro
ejemplo de ese integrismo,
¿no?

Z.D.: Sí, aunque asume riesgos.
Hay películas que critican
al FBI o la CIA. Y otras,
como Hotel Ruanda, que
muestran la dejadez occidental
en África. Pero Oriente
Próximo sigue siendo un tabú
que hunde sus raíces en el
conflicto árabe-israelí. Tocar
ese tema, según una lógica
perversa, es desacreditar el
Holocausto. Entre 1998 y
2004 escribí un guión, El
hombre atrapado, que analiza
la política de los EE UU en
esa zona, pero se frenó la financiación
tras el 11-S. No
era el momento, según los
productores. Ahora se ha
puesto de nuevo en marcha.
Quizá porque, con la gran
mierda que han montado en
Iraq, la gente reclama otros
puntos de vista.

TODO EMPEZÓ
EN UN CUADERNO...

La historia de Lila dice parte de
un hecho real: en 1995, la editorial
francesa Plon recibió dos cuadernos
manuscritos firmados por
un tal 'Chimo', y titulados Lila dit
ça. Contaban una historia de
amor que sucedía en los suburbios
de París. Se publicó en 1996
y se convirtió en una novela de
éxito, pero nunca se llegó a conocer
la identidad de su autor.

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