Historias de otros tiempos
Cuando Fignon miró el paisaje

Laurent Fignon, el ciclista talentoso e
inconformista que marcó la carretera con su
personalidad en los ‘80, falleció el pasado 31
de agosto a los 50 años víctima de un cáncer.
Tuvo siempre el buen gusto de no dar ejemplo.

20/09/10 · 7:00
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Ilustración de Fignon de Carlos Velasco

Empeñados en dar ejemplo: así
son ahora los deportistas audiovisuales,
tan pendientes de
competir como de contarlo con
palabras estudiadas, expertos
en declaraciones prudentes y
vacías
. El ciclista ganador que
termina la etapa lleva preparado
un relato sobre sí mismo en
tercera persona, y ese relato debe
ser también ganador, entre
ético y épico, generoso y audaz.

No son tiempos para Laurent
Fignon, su audacia era otra.
Fignon era la rebeldía pedaleando
con un punto de osadía,
siempre en el límite, sin ganas
de disimular el esfuerzo sobrehumano
de los ciclistas. El campeón
francés, dos veces ganador
del Tour (1983 y 1984), pertenecía
a la estirpe de corredores que
amaban el ciclismo hasta llegar
a odiarlo. Excesivo, cuentan que
celebró su victoria la víspera de
la contrarreloj final del Tour de
1989. Al día siguiente, sin casco
ni manillar de triatleta, perdió la
carrera ante el estadounidense
Greg Lemond por ocho segundos.
Siempre hubo alguien dispuesto
a recordárselo.

Para el público español, Fignon
interpretó el papel de villano
con entusiasmo. Parecía muy
cómodo jugando a ser el francés
arrogante y mal encarado, altivo
con sus gafas redondas y su
coleta rubia. Tan distinto a nuestro
esforzado Perico. La prensa
francesa lo llamaba “el profesor”,
aquí se quedó con “Lorenzo”,
el alumno aventajado
proclive a los gritos y portazos.

Tras diez años en la élite, puso
pie en tierra definitivamente
en el Tour de 1993. “No pienso
llorar. Me voy sin rencor. No
puede dolerme dejar un deporte
en plena mutación y sin vida.

Los corredores de hoy son profesionales
hasta la exageración.
Las carreras han cambiado:
nadie habla, nadie ríe, no hay
tiempo de coger la bolsa de la
comida. Ya no se puede ni mear”,
dijo Fignon a la prensa en
sus últimas declaraciones al término
de una etapa.

"Hasta el último Tour
estuvo defendiendo su
visión del ciclismo de
combate y censurando
el conformismo"

Y no lloró, y tampoco quiso
edulcorar su última actuación:
“Tardé dos horas en subir ese
maldito puerto de la Bonette. Al
pie de Isola me di cuenta de que
iba a llegar con más de 50 minutos
de retraso. ¿Para qué seguir?
Todo había terminado”. Terminó
la carrera de Fignon y comenzaron
sus años de comentarista
.

Tampoco defraudó. Incluso
cayó en la tentación de escribir
sus memorias y reinterpretar
aquella tarde de la despedida.
En Cuando éramos jóvenes y
despreocupados (2009) recuerda
sus últimas pedaladas como
profesional en el maldito la
Bonette, aquella ocasión en que
miró el paisaje: “Me quedé el último
durante toda la ascensión.
Voluntariamente. Respiraba con
fuerza esos últimos tiempos de
eternidad ciclista: los míos.
Todo era armonía. El ciclismo
continuaría sin mí. La vida continuaría
conmigo”.

Una buena vida

Pocos días después de terminar
su autobiografía, le comunicaron
que padecía un cáncer intestinal
en estado avanzado. En
una entrevista en el Journal du
Dimanche dijo que no tenía ganas
de morir, pero tampoco miedo.
“No soy especialmente valiente
ni miedoso. Tampoco, en
absoluto, religioso. He sido joven
y despreocupado, y ha sido
maravilloso. Si esto se acaba enseguida,
no lo lamentaría en exceso.
He vivido una buena vida”.

Todo se acabó el 31 de agosto
en el hospital Pitié-Salpêtrière
de París. Pero durante su último
año de vida Fignon no desaprovechó
la oportunidad de
ser fiel a sí mismo.
Hasta el último Tour estuvo
defendiendo su visión del ciclismo
de combate y censurando el
conformismo.
Con una voz que
no ocultaba los estragos de la enfermedad,
aplaudió la victoria
de Contador y no ahorró críticas
a los juegos de buena convivencia
entre rivales: “El ciclismo no
es un juego entre amigos. Cuando
la carrera está lanzada no hay
amigos. Yo jamás me lanzaba en
los brazos de Bernard Hinault o
Greg Lemond”.

Maldecía y no aceptaba su enfermedad,
pero fue refractario a
la trascendencia, al discurso de
la superación. Cuando el cáncer
y el deporte se han convertido
en un binomio indigerible
y los
deportistas que lo padecen se
ven abocados a ser ejemplos de
lucha, Fignon se negó de nuevo
a dar ejemplo.

Tags relacionados: Número 133 Deportes
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Ilustración de Fignon de Carlos Velasco
Ilustración de Fignon de Carlos Velasco
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