EL REGATE
Un conjuro con forma de premio

Varios candidatos a mejor
futbolista del año
desfilan por la portada
de los diarios deportivos en
busca del voto del seleccionador
de Israel. ¿Quién tiene
la papeleta definitiva, qué dedo
mágico señalará...? ¿A
quién? ¿Acaso a la pulga-bala
que regatea y chuta y se las
pela? ¿O quizá al egocéntrico
figurín del Manchester? El
premio es la vanidad de verse
elegido, de hacerse una foto
besando una pelota dorada,
un “momento que no olvidaré
nunca”, suelen repetir,

28/11/08 · 0:19
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Varios candidatos a mejor
futbolista del año
desfilan por la portada
de los diarios deportivos en
busca del voto del seleccionador
de Israel. ¿Quién tiene
la papeleta definitiva, qué dedo
mágico señalará...? ¿A
quién? ¿Acaso a la pulga-bala
que regatea y chuta y se las
pela? ¿O quizá al egocéntrico
figurín del Manchester? El
premio es la vanidad de verse
elegido, de hacerse una foto
besando una pelota dorada,
un “momento que no olvidaré
nunca”, suelen repetir,
“para contárselo a los nietos”.

Sin embargo, el balón
de oro ha supuesto, para los
que lo ganaron, el comienzo
del declive, como el premio
Planeta: “Después de eso
nunca nada será lo mismo”.

Kaká, recuerdo que le vi
metiendo cuerpo, regateando
con un garbo alucinante –en especial en un partido
contra el United– dejó literalmente
sentado a un Neville
en la misma área y luego colocó
el balón en el ángulo
con una comba tan elegante
que Old Traford tuvo que
aplaudir a rabiar. O el checo,
Nevded: era todo empuje,
pegaba unos pepinazos tierra-
tierra que sacudían las
redes de cualquier meta. Y
ahora, ¿dónde están? Es una
pregunta retórica (de hecho
no se han movido) pero, ¿por
qué tienen pinta de ex jugadores?
Y la lista no termina
con esos dos: Owen, Cannavaro,
Ronaldo (el gordo),
Ronaldinho, etc.

Dicen, no es vanidad –no
sólo vanidad– son contratos,
publicidad, “oportunidad de
negocio”. En fin, los anuncios
de Natillas pueden convencer
a los críos que quieren atiborrarse,
pero cualquiera
que ve dos partidos al año sabe
que los que aparecen en
demasiados reclamos pierden
el qué se yo, la ginga.
Entonces, el balón de oro es
como una maldición después
de la cual han de ser verdaderos
profesionales para librarse
de tanta abulia. Los
vuelve tipos famosos que ya
no disfrutan dándole a la pelota,
les pone cara de siesos.

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