Este extraordinario y doloroso poemario nos acerca a la “guerra contra el terror” y al fanatismo (islamista o capitalista) desde los trabajadores: “El World Trade Center era, señor / el portorriqueño que lo limpiaba”. Enfoca así el 11-S y la II Guerra de Iraq desde las víctimas, sin suplantar su voz.
Este extraordinario y doloroso poemario nos acerca a la “guerra contra el terror” y al fanatismo (islamista o capitalista) desde los trabajadores: “El World Trade Center era, señor / el portorriqueño que lo limpiaba”. Enfoca así el 11-S y la II Guerra de Iraq desde las víctimas, sin suplantar su voz.
Se compone de poemas breves, extremadamente certeros, de una gran precisión y concisión, empleando muy hábilmente un tono contenido, que deja espacio para la sugerencia, pero que no escamotea realidad. En todo ello, destaca cómo no sucumbe la voz del ‘yo’ al horror; cómo el autor mantiene ese potente tono lírico con el cual se acerca a situaciones muy crudas y que le permite, precisamente, trazar una lectura global de los sucesos, sin cerrarse en acontecimientos concretos. De hecho, Pedro Flores no personaliza, pero sí individualiza (se dirige a las víctimas con un ‘tú’). En ese sentido, hace posible una reflexión sobre la historia y su presencia omnipresente y repetitiva. Igualmente, pone de manifiesto la relación entre todas las víctimas, entre todos los pueblos. También ironiza ferozmente sobre la influencia de los medios de información. Así, escribe en Censores de visión nocturna: “Habrá quien piense / que la noche sobre Bagdad, / como la de Belgrado, / como la de Kabul, es verde”.
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