Cómo disfrutar aún más del Mundial

Si vive usted deprimido por la coyuntura y ni
siquiera le ilusiona el Mundial, aquí tiene
unos consejos para recuperar la alegría de
mirar a 22 hombres corriendo tras un balón.

10/06/10 · 6:00
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Es forzoso comenzar reconociendo
la dificultad que implica
vivir por y para el fútbol. Por culpa
de la inagotable exuberancia
de sensaciones que produce ver
a los heroicos jugadores intentando
superarse jornada tras jornada,
quizá usted haya abogado
por olvidarse del fútbol ante la
imposibilidad de seguir el excitante
ritmo de partidos que han
programado desde hoy hasta el
fin de nuestros días. Pero comienza
el Mundial y se nos plantea
un dilema crucial: ¿Cómo
puede alguien resistirse a algo
“que sólo se repite cada cuatro
años”?

Es imposible no verse afectado
por ese ejemplo de cooperación
empresarial y publicitaria

que se resume en la imagen de
un Iker Casillas gritando “¡vamos!”.
Sería una terrible falta de
educación. No, puede que usted
esté al borde del desahucio, pero
la posibilidad de asistir al primer
gol de Argelia en la copa del
mundo es demasiado irresistible
para no olvidar todos sus problemas
o, al menos, postergarlos
hasta septiembre.

Un Mikasa y dos toallas

Solucionado el debate sobre la
conveniencia de dejarse arrastrar
por el amor a los megaeventos,
le proponemos realizar
una serie de ejercicios para disfrutar
mucho más (si cabe) de
la Copa del Mundo. En primer
lugar, bájese a la piscina de su
bloque o, si no tiene piscina,
apúntese con una manguera o
una pistola de agua en la cabeza

(es importante que el agua
tenga cloro). Una vez que tiene
los oídos anegados, es el momento
de golpear con todas sus
fuerzas, a ser posible con la cabeza,
el balón Mikasa de reglamento
con el que nunca se valió
‘trallonar’. Haga una portería
con dos toallas y pídale a su
vecino que se ponga de portero.

Golpee sin miedo el balón
hasta que el agua que estaba
en sus oídos baje por sus fosas
nasales y le invadan las ganas
de gritar a voz en cuello “A por
ellos, oé”. Suba a su casa, rescate
de la alacena esos cacahuetes
que parece que sudan y
espere a que el fútbol cambie
el mundo o, por lo menos, cambie
el Mundial.

No entraremos demasiado
en lo que tiene que hacer durante
los 90 minutos que dura
el partido. Puede poner a tope
el aire acondicionado para que
la piel se le ponga de gallina
como si se estuviera emocionando.
También puede escuchar
una emisora de radio en
la que a los jugadores negros
se les llame “morenitos”: le parecerá
estar viviendo en Sudáfrica
en la época del Apartheid,
lo que convertirá un partido
vulgar en una experiencia totalmente
africana.

Lo más importante viene en
el postpartido. Averigüe dónde
se celebran los ritos de celebración
de las selecciones que
queden en el torneo. Acérquese
a los aficionados que más
miedo le den y bote y grite con
ellos hasta que le roben la cartera.

Si su carácter tiende más
a la melancolía, vaya a consolar
a los perdedores y laméntese
como un tanguista porteño
hasta que un borracho trate de
agredirle con una botella rota.
Si después de seguir estos consejos no se ha dejado invadir
por el Carpe Fútbol y sigue
sintiendo algún tipo de miedo
al futuro, quizá lo suyo definitivamente
no sea este deporte.

En ese caso, como de todos
modos tiene que olvidarse de
sus amargas cuitas, puede
comprar en el top manta la secuela
de Sexo en Nueva York
y evadirse con las aventuras
de cuatro pijas que merecerían
un juicio en la Corte Penal
Internacional de La Haya. Si
eso tampoco le vale, nuestro
último consejo es que se afilie
a un sindicato mayoritario que
le ayude a evadirse definitivamente
de esa pertinaz realidad
que le impide disfrutar de la
vida como hace la mayoría de
la audiencia, la misma realidad
que le aleja del maravilloso
mundo de ‘la roja’.

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