¿Una forma de combatir el estrés y colmar el afán de superación? ¿Una ayuda para llevar una vida
sana? Dos participantes en carreras populares relatan su experiencia a DIAGONAL.
Las carreras populares llevan muchos años disputándose, aunque en los últimos tiempos se han multiplicado. Sólo en la Comunidad de Madrid, no hay fin de semana en el que no puedas correr alguna y a veces, incluso, existen varias opciones. Primavera, verano, otoño e invierno, da igual. Hasta en el mes de julio encuentras ofertas especiales del tipo: “Corre todos los fines de semana y gana una inscripción para el MAPOMA” (Maratón Popular de Madrid) o “por la compra de tus zapatillas, inscripción gratuita”.
La organización de estos eventos se está convirtiendo también en un negocio. Las marcas de bebidas isotónicas y ropa deportiva son los grandes patrocinadores. Hay carreras en cada barrio con miles de corredores populares en ellas. Las inscripciones en las más famosas vuelan en un santiamén, en otras, incluso, los dorsales se adjudican por sorteo entre los inscritos. El precio varía según la carrera y la distancia. Una carrera de 10 km oscila entre las gratuitas y los 20 euros. Las maratones son más caras, pegarse una paliza de esa magnitud tiene su precio. Por ejemplo, la de Barcelona desde llega a costar 45 euros. Ir a Nueva York, una de las más famosas del mundo, puede valer 300 dólares.
Para “enganchar” a más gente
al mundo de las carreras, se
ha generalizado la organización
de una prueba corta simultánea
o una carrera infantil para llevar
a toda la familia en las carreras
largas más emblemáticas. La pasada
media maratón de Madrid
se simultaneó con una de 5 km y
la maratón con una carrera de
10 km en la que, como reclamo,
participó el recordman de la maratón
Haile Gebrselassie (2h 3m
58s), uno de los mejores fondistas
de todos los tiempos.
Rendimiento
Correr es algo que engancha,
quizás por lo bien que te sientes
después, por los progresos que
rápidamente aprecias en tu rendimiento
o simplemente porque
no requiere de unas cualidades
especiales o una técnica depurada.
Todos sabemos correr, aunque
también es cierto que al final,
como en cualquier deporte,
la técnica y las cualidades del
atleta son los que marcan hasta
dónde puede llegar. Está claro
que no todo el mundo está preparado
para correr un maratón
a 3 min/km como hacen los profesionales.
Los populares estamos
muy lejos de esos registros.
Para empezar a correr, sólo
necesitas unas zapatillas, un
chándal o similar y ganas, lo
cual también es una ventaja
respecto a los deportes de equipo
en los que es necesario encontrar
a más gente que pueda
y quiera practicarlo al mismo
tiempo, un lugar conveniente
para realizarlo y sus utensilios
correspondientes.
Al principio, normalmente no
te planteas competir, pero una
vez que empiezas notas que tu
cuerpo te pide más y el gen
competitivo que todos llevamos
dentro empieza a despertar.
Otro aspecto distinto respecto a
otros deportes es que compites
contra ti mismo. Los objetivos
que te planteas son, casi siempre,
intentar bajar de un tiempo
que te has propuesto o mejorar
tu marca personal.
Ese luchar contra ti mismo
consigue que no tengamos problemas
en felicitar a otro corredor
si te gana, en ser correcto
en las carreras y no ponerle la
zancadilla a nadie porque te
adelante (¿a alguien se le pasa
esto por la cabeza?).
A partir del momento en el
que empiezas a competir, para
muchos ya no hay marcha
atrás, piensas en volver a competir
para mejorar, intentar
otro objetivo o una mayor distancia.
¿Hasta dónde?
Para muchos la maratón es la
prueba reina del fondo. Correr
42,195 km es algo que parece
inimaginable cuando comienzas
a correr y en 15 minutos ya
no puedes más, pero si te propones
acabarla, hay entrenamientos
que te preparan adecuadamente
para ello.
Las sensaciones que tienes
al correr la maratón son muy
gratificantes. Una vez en ella
disfrutas durante dos tercios
del recorrido del ambiente generado
y de la ciudad. A partir
de ese punto debes concentrarte
en mantener el ritmo y, sobre
todo, en aguantar el sufrimiento
en los últimos diez km.
Cuando llegas a la meta la sensación
es extraña, te sientes débil,
aunque muy contento de
haber llegado.
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