Brian Friel: la narración como acción teatral

El montaje ’El fantástico Francis Hardy, curandero’ (’Faith Healer’) se puede ver en Madrid hasta junio y es uno de los primeros proyectos teatrales realizados en la ciudad a partir de financiación colectiva.

09/05/12 · 10:27
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Retrato de Brian Friel

En el teatro de Brian Friel (Omagh, Co Tyrone, 1929), el poder cinético y dramático de su narración produce reverberaciones, imágenes, construcciones imaginarias, relaciones, sugerencias. Produce la acción a través de voces y palabras. Crea en nuestro cerebro un escenario en el que desplegamos, cada espectador, nuestra propia representación.

Desde 2000, con distintas formaciones de Guindalera, siempre dirigidas por Juan Pastor, hemos hecho tres recorridos por Ballybeg, el pueblo inventado por Friel en el antiguo y legendario condado de Donegal, cuna de su madre, en la costa noroccidental de Irlanda.

Primero, desde un narrador presente que recuerda su infancia, nos asomamos al éxtasis y al ocaso de una familia de mujeres trabajadoras en un verano de los años ’30 y a sus fiestas orgiásticas en Bailando en Lughnasa. Esta obra, escrita en 1990, es quizá la más representada de Friel. Pastor la montó en 2000 en el teatro Pradillo y la reestrenó en 2009, ya en su propia sala La Guindalera, dentro del ciclo que dedicó al autor irlandés.

En ese mismo ciclo, en Molly Sweeney (1994), una mujer, su marido y un oftalmólogo nos relataron, cada uno en un monólogo, la contradictoria historia de una mujer ciega de Ballybeg, operada para recuperar su visión.

En febrero de 2012 hemos vuelto a ese territorio, en El fantástico Francis Hardy, curandero (1979), en la elíptica evocación de tres voces, nuevamente en tres monólogos, de una extraña itinerancia que acaba justamente en Donegal, en una noche de verano de los ’60.

Tres visiones de una vida

El fantástico Francis Hardy, curandero concentra la acción teatral en una noche y madrugada de agosto. El protagonista se somete a la más grande prueba de un supuesto don benéfico, en un bar de Ballybeg, en su regreso a Irlanda tras una década de peripecias y curaciones - “actuaciones”, como le gusta decir-, en salones abandonados de pueblos de Gales y Escocia.

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Bruno Lastra en El fantástico Francis Hardy, curandero. Cía. Guindalera. Foto Manuel Benito

Esa acción, esa noche, la tenemos que construir nosotros: en la representación los tres personajes de la obra nos cuentan su propia e incompleta versión / visión, cada uno en lugares y tiempos diferentes.

En dos apariciones, una al comienzo y otra al final, ante un improvisado auditorio que podemos ser nosotros, Francis Hardy, bajo el cartel que lo anuncia, nos presenta su vertiginosa y miserable trayectoria de curandero, sus atormentadoras dudas acerca del supuesto “don”, el odio que palpa en quienes acuden a él (“reconocían su desesperación”), los fracasos y mínimos éxitos, hasta anunciarnos la prueba y el sombrío escenario de la noche en que “por fin estaba renunciando a la suerte”.

Y como si fueran comparsas de “su teatro”, nos habla también de Grace, su amante, y de su fiel “representante”, Teddy, compañeros también del comienzo de aquella velada misteriosa en Ballybeg, que sólo podrán reproducir en parte en sus relatos, en sendas apariciones sucesivas.

El relato de Francis tiene los vaivenes irónicos y poéticos de la palabra seductora del sanador. El actor Bruno Lastra crea una figura cálida, voz melodiosa y gestos de la encantadora artificiosidad de ilusionista, la evanescencia de una aparición…

Como contrapuntos temporales y de tonos, años después en la ficción, siempre en presente escénico, el relato de Grace irrumpe en escena con el drama y la pasión de la mujer que abandonó su posición para seguir al “charlatán” (como le acusa su padre), creada en un trabajo intenso por la actriz María Pastor, que juega en el difícil equilibrio de ternura, dolor, lirismo y amarga ironía de la enamorada que se debate entre la fascinación y la exclusión de la mirada y del extraño mundo de un ser que ella muestra en otra dimensión, como un “actor” que en los demás crea sus propios personajes.

En el tercer relato, la visión de Teddy, el “representante artístico” del Curandero, el actor Felipe Andrés va componiendo un crescendo de otras vivencias y tonos en la peripecia del trío, desde las risueñas fantasías del mundo de las variedades y las contradicciones del talento y la inteligencia en sus representados, sean perros o humanos, a los éxitos y fracasos de Hardy, las sobrias y extrañas descripciones de algunas muertes, hasta el pasaje más lírico de la obra, en que su palabra hace aparecer a Grace y Francis en éxtasis, en el bar de Ballybeg, momentos antes de que el Curandero renuncie a su suerte.

En una de las primeras producciones que se hacen en Madrid con micromecenazgo social y colectivo, con traducción propia para la compañía del dramaturgo Manuel Benito, Guindalera vuelve a exhibir su estilo: un texto poderoso, un rico trabajo de actores, un espacio vacío, músicas sugerentes.

'El fantástico Francis Hardy, curandero'
En cartel hasta junio de 2012
Teatro Guindalera, Madrid
De jueves a domingo a las 20h30. Precio: 12 euros
www.teatroguindalera.com

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