Un cantante setentero que aúna melodías pegadizas con proclamas revolucionarias? Bombita Rodríguez es eso y mucho más. ¡Corran y búsquenlo en Youtube!
Imagina que el Materialgirl de Madonna, en lugar de un himno al individualismo consumista, hubiese sido un hit revolucionario. Que la ambición rubia, tras tomar conciencia de los devastadores efectos del capitalismo, hubiese transformado su estribillo en algo así como “vivimos en un mundo material y soy una chica material(ista) dialéctica; por eso le canto a los Panteras Negras y al Ejército Simbiótico de Liberación”.
Ahora extrapola el ejemplo
a esos artistas rompepistas
que, secreta o abiertamente,
siempre te han hecho mover
el esqueleto e imagina que
cantan las consignas revolucionarias
que más te motivan.
Según tus preferencias, Shakira
podría completar su “No
creo en Carlos Marx, no creo
en Jean Paul Sastre…” con un
“sólo creo en Bakunin”, y Miguel
Bosé cantar “Seré tu
amante Txapote” (eso sí, ten
en cuenta que el final de sus
cautivos es bastante más
chungo que el de los del bandido
original).
Piensa entonces cuál sería tu relación con la cultura de masas. Ya no vivirías la contradicción de bailar al ritmo de una industria cultural que se forra a costa de difundir proclamas hedonistas que reifican el actual orden social. Ya no tendrías que disimular ante tus colegas ‘concienciados’ que te gustan Chenoa y Bisbal.La síntesis definitiva habría llegado a tu vida musical.
¿Otro starsystem
es posible?
Esto es lo que te propone Bombita
Rodríguez, “el Palito Ortega
montonero”, “el cantante
de la familia y de la izquierda”.
Un entrañable personaje de
melena, bigote y chupa de cuero
setentistas que triunfa en la
televisión argentina y la red
global con títulos musicales
como “Armas para el pueblo”,
“A bailar el Mao Mao” o “La
sonrisa de mamá es como la
de Perón”. Su creador, el cómico
Peter Capusotto, se ha inventado
un ídolo revolucionario
para una época y un país
donde todo parecía posible,
emancipación y justicia sociales
incluidas.
Tras la insurrección de la
ciudad de Córdoba en 1969
(‘El Cordobazo’), Argentina vivió
un período de agitación social
que acabó por hacer caer
la dictadura militar del general
Onganía. En aquel tiempo florecieron
organizaciones armadas
como Montoneros. Fusión
de grupos antiimperialistas,
guevaristas y católicos de izquierda,
la “orga” alcanzó
una gran incidencia social
gracias a su identificación
con la figura de Perón, líder
en el exilio para los sectores
populares, que durante su
mandato habían experimentado
una importante mejora
en sus condiciones de vida.
Sin embargo, aunque tras la
caída de Onganía y el regreso
de Perón Montoneros demostró
tener una enorme capacidad
de movilización social,
nunca logró tal hegemonía
cultural como para aupar a
uno de sus militantes al número
uno de las listas de ventas .
Bombita es en realidad una
ucronía jocosa que nos permite
pensar qué hubiera pasado
si la historia hubiese caminado
en ese sentido; si el mainstream
musical, además de
con los sueños de transformación
social, se hubiese visto
impregnado de presupuestos
setentistas ciertamente cuestionables.
La exaltación del voluntarismo
juvenil como motor
casi exclusivo del cambio
social (“Música, alegría, juventud…
armas largas” reza eufórico
el locutor en el trailer de
El picnic de los Montoneros,
film inédito de Bombita), la reivindicación
ingenua de la violencia
como solución mágica
del conflicto político (“la lucha
armada es nuestro amor”) o el
mejunje ideológico antiimperialista
en el que todo cabe –desde Mao a Perón– mientras
se oponga al enemigo yanqui,
son algunos ejemplos.
Pero, al mismo tiempo ,
Bombita nos permite recrear
una historia mucho más divertida
que la que vino después.
Los terrorismos de Estado y las
dictaduras de los ‘70 se llevaron
la vida y los sueños de mucha
gente que creyó en una
transformación radical del
mundo. En Argentina, la Triple
A y Videla arrasaron con cualquier
tipo de movimiento social
transformador y, por supuesto,
con las organizaciones
armadas, presas de una deriva
militarista que las aisló paulatinamente
de su base social.
Por suerte, Bombita ha vuelto
de su exilio en Cuba para
recordarnos ese periodo de
efervescencia política que precedió
al desastre y amenizar
nuestras horas frente al ordenador,
las charlas con los colegas
y cualquier fiesta que se
precie… Y, quién sabe, quizás
también para sugerirnos
que siempre es buen
momento para componer
entre todos una
banda sonora cuyo
ritmo no sea el que
nos marcan el capital
y sus crisis.
¡¡¡Fapfarrr!!!
UNIVERSO BOMBITA: CLAVES PARA 'GALLEGOS' Y/O 'APOLÍTICOS'
«¡Fapfarrrr!»: El grito que Bombita repite constantemente al estilo del «Ueaaa» de Julio Iglesias es la conjunción de los acrónimos de las Fuerzas Armadas Peronistas y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (guevaristas), que en los primeros años '70 se fusionaron con el grupo Montoneros originario, de extracción católica. En un generoso gesto de unidad revolucionaria, Bombita también recurre al grito «Eeeeerp», siglas del Ejercito Revolucionario Popular (primero trostkysta, luego guevarista), organización armada que se desmarcó siempre «por la izquierda» del peronismo.
Los «Cinco por Uno»: El quinteto musical de Bombita hace referencia a la célebre frase pronunciada por Perón en 1955 meses antes de ser derrocado por la llamada Revolución Libertadora, golpe militar orquestado por la oligarquía argentina. «¡Cuando caiga uno de los nuestros, caerán cinco de los de ellos!", dijo en referencia a los opositores. «Cinco por uno, no va a quedar ninguno», clamó una Plaza de Mayo atestada de simpatizantes.
Cecilio El Anticomunista: la respuesta 'gorila' (antiperonista) al éxito de Bombita fue Cecilio, autor de Ritmo, familia y propiedad y de la célebre canción «Dame un zurdo (que lo voy a denunciar)».
Evelyn Tacuara: la vedette católica madre de Bombita se apellida como un conocido grupo de corte fascista y ultracatólico argentino. La tensa relación de Bombita con su progenitora es similar a la que vivieron muchos militantes de la época, universitarios de clase media que, en su intento de conectar con los sectores populares, hicieron suya la figura de un Perón denostado en el seno de sus familias.
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