Texto de Augusto Munaro
Adolfo Bioy Casares nació en Buenos Aires el15 de septiembre de
1914, hijo de una familia de estancieros. Su padre estimuló su gusto
por la literatura pagándole la edición de sus primeros libros.
Tras haber abandonado sus estudios de Derecho y luego, con
igual suerte, de Filosofía y Letras, Bioy administró los campos de
sus padres en Pardo, provincia de Buenos Aires. Allí también fracasó,
aunque utilizó el tiempo para leer innumerables libros de filosofía
y literatura, acrecentando su pasión por las letras. Sus prematuras
publicaciones fueron más tarde desdeñadas con severidad
por el mismo autor, que llegó a considerar a La invención de
Morel como su primer libro –en verdad, cronológicamente, fue el
séptimo–. Corría el año 1940. Entonces se casó con Silvina
Ocampo y consiguió ser galardonado por dicho libro, con el
Premio Municipal de Literatura de la ciudad de Buenos Aires.
Pero pronto advirtió que su mayor privilegio fue el haber conocido
antes de los veinte años a Jorge Luis Borges, con quien compartió
medio siglo de prolífica amistad.
Escribieron y trabajaron juntos casi inseparablemente: en la
editorial Emecé –dirigiendo la colección de novelas policiales “El
Séptimo Círculo”–, en la ilustre revista Sur y la efímera Destiempo
–que sólo alcanzó los tres números–, y en antologías que tuvieron
gran influencia. Además de realizar exquisitas traducciones –de
Rudyard Kipling, Lord Dunsany, H.G. Wells, etc.– y prólogos,
escribieron en colaboración
diferentes ficciones,
como Seis problemas para
don Isidro Parodi (1942),
Un modelo para la muerte
(1946) o Crónicas de Bustos
Domecq (1965), entre
otros. Fue una dilatada
amistad que se interrumpió
con la muerte de
Borges en 1986.
Con la publicación del
volumen de cuentos La trama
celeste, Bioy –gravitando
desde una perspectiva
de literatura inventiva, no
realista– comenzó paulatinamente
a escribir con mayor
soltura y un tono más
costumbrista. Siguiendo
este corte estético, alcanzó
lo que muchos consideran
su obra maestra: El sueño
de los héroes. Se trata de
una novela ambientada en
Buenos Aires, en los días
del carnaval de 1927, donde el protagonista Emilio Gauna entrevé
su destino cíclico.
En la madurez, siendo fiel partidario del argumento y de la literatura
deliberada continuó manifestando su inventiva en novelas
como Diario de la guerra del cerdo (1969), Dormir al sol (1973)
–por la cual sentía especial deferencia al estar “desprovista de tragedia,
de dolor”–, La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985),
De un mundo a otro (1998). También, cómo no, en tomos de cuentos
de la talla de El lado de las sombras (1963) o El héroe de las
mujeres (1978).
De entre las distinciones recibidas por el autor, destaca el
Premio Cervantes de 1990.
Adolfo Bioy Casares, quien contribuyó a aproximar la literatura
argentina –como Borges y Wilcock– a las grandes literaturas, falleció
el 8 de marzo de 1999 a los 84 años. Cultivador de un costumbrismo
fantástico, creador de tramas perfectas, Bioy es uno de
los pocos autores latinoamericanos –como José Félix Fuenmayor,
Francisco Tario y Julio Garmendia– que al citar su obra resulta casi
imposible hacerlo sin ponderarla. A diez años de su muerte, sus
libros permanecen inmutables, tan accesibles como siempre. //
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