Barrios heridos

Ciudades-marca,‘museificación’... ¿Qué tienen las metrópolis modernas que las hace tan atractivas? Exploramos los nexos de unión y las respuestas a este proceso de homogeneización de las condiciones de vida en las ciudades del siglo XXI.

04/05/12 · 14:30

 

“Pobre pero sexy” es uno de los
 eslóganes ideados por la alcaldía
de Berlín de Klaus Wowereit que
más proyección internacional
 han tenido para la promoción de
la ciudad. La ciudad es un elemento extremadamente difícil
 de definir por su constante dinamismo, pero en ese dinamismo
 lleva a cabo una visibilización
exterior: la ciudad imita y es imitada, quiere llegar a ser su propia utopía. Berlín ve, mientras, cómo el mercado inmobiliario,
la inversión en turismo y los procesos gentrificadores hacen que
cada vez sea menos pobre y también menos sexy
.

La capacidad
 de las ciudades para expresarse
y crear una imaginería propia
está en estos momentos en uno
 de sus puntos álgidos con la creación de ciudades-marca, de la
 que son ejemplos clásicos
 Amsterdam, Londres o San
 Francisco
. En ellas se crea un
 punto de atracción en relación a
 un entorno cultural y de estilo
de vida que no se relaciona ya
 directamente con el atractivo turístico de postal al más puro estilo parisino. Estas llamadas, sin embargo, se realizan en base a
 una actividad que se habría originado en la propia ciudad antes de que se pudiera plantear
ningún tipo de explotación
comercial sobre ella, puesto
que, en San Francisco, la comunidad gay existía de forma anterior a su elevación a ciudad-icono, y en Holanda la
 despenalización del consumo
de marihuana y hachís se produjo décadas antes de su auge
 turístico en los últimos años.

Gentrificación

También existe la creación de
una imaginería en torno a la
 ciudad, auspiciada por iniciativas público-privadas en casos
 como el proyecto Puerto
 Maravilla en Rio de Janeiro, que
implica el desplazamiento de la
 población originaria
.
Así, se produce la explotación de unos barrios que, por
 su emplazamiento tradicional,
 cercano al centro de la ciudad,
pasan a ser puntos de comercio
 estratégico, previa reurbanización o restauración por parte
 del sector público, con el emplazamiento incorporado de
centros de cultura u ocio de referencia. Esto lleva al desplazamiento de la población originaria y la cultura del barrio en
cuestión, ya sea por el ascenso
del precio de los alquileres o directamente mediante desalojos. De estas actuaciones, encaminadas a la promoción del comercio, la inversión y el turismo
 internacional, emanaría el discurso oficial de las ciudades.

Aunque en respuesta a ese
 encarecimiento del suelo, mercantilización de los espacios y
desplazamiento de la población
originaria encontramos cúmulos
de resistencia, ligados tanto a los
 vecinos tradicionales del barrio
como a los jóvenes e inmigrantes que llegaron allí por sus accesibles precios en origen.
Podemos ilustrar esto a través
del barrio berlinés de Kreuzberg,
 punto de mezcla entre los inmigrantes turcos y jóvenes alternativos atraídos por el bajo precio
de los alquileres, convertido hoy
 en reclamo de vida nocturna y
 ocupado por la clase media-alta
por su carácter indie. Pero la ciudad no establece un discurso cerrado pues la ciudadanía tiene la
capacidad de establecer en torno
a él una dialéctica. En respuesta,
desde 2009 comenzó a prenderse fuego a los automóviles de
 lujo
 en
 barrios
como
Kreuzberg, cuyos dueños eran
 las nuevas clases altas que iniciaron el proceso gentrificador
. De estos hechos nació una web
(brennende-autos.de) que contabiliza y sitúa los coches incendiados indicando su marca.

Es este carácter no institucional el que define la respuesta en
esta interlocución entre la ciudad capitalizada y sus habitantes. Puesto que no se dispone de
los medios económicos con los
que realizar una respuesta ampliamente difundida, se recurre
 a mecanismos basados en la
 ilegalidad y la violación de los
 espacios privados. En ello entra
en juego de lleno la creatividad
y la actividad artística y performativa en todos los niveles
. Si
 un simple, y a priori despolitizado, grafiti ha sido definido tradicionalmente como contaminación visual no es de extrañar que
los artistas hayan tomado el modelo de vulneración del espacio
 público en manos privadas para
 la comunicación con la autoridad, la iniciativa privada y la
propia ciudadanía, pues al intervenir sobre espacios cotidianos
se rompe la continuidad de su
 percepción.

De las prácticas “pictóricas”
de grafiteros anónimos a otros
encumbrados como Blu, pasando por simples pintadas de frases denuncia o llamadas a la población, nos encontramos con
 otras intervenciones como las de
 Richard Reynolds y su jardinería de guerrilla en espacios inutilizados en Londres, u otras performativas tales como las de
Matthias Wermke y Mischa
Leinkauf, que limpiaban gratuitamente los cristales a los conductores del metro berlinés.

Por otra parte, en el uso de la
propia imaginería “oficial” del
 consumo y la autoridad encontramos actos como la pegada de
 carteles durante la campaña
 electoral municipal de 2007 en
 Buenos Aires por Vómito
Attack, en los que se leía “Vote
Poder Corrupción Mentiras”, o
 la colocación por el chileno
 Alfredo Jaar de luces rojas en la
 cúpula del Marché Bonsecours
 de Montreal, conectadas a los
interruptores de la luz de los albergues para sin techo. Cabe
 también destacar al colectivo
Left Hand Rotation en la contribución a estas dialécticas, con
sus actuaciones urbanas absurdas en las que sus miembros
dialogan con el espacio urbano
 situando martillos rompecristales junto a parquímetros, cajeros automáticos o cabinas telefónicas, cuestionando si es legal romperlos en caso de necesidad, o su intervención sobre
 los Cines Luna (Madrid), colocando en sus carteleras frente
 al vecindario carteles de películas simulando los problemas
de la plaza
: drogas, prostitución y control social ante la instalación de cámaras de seguridad en las calles.

Otras vías de violación de esa
 hegemonía son la creación de
espacios comunitarios en lugares abandonados, tales como la
 Kunsthaus Tacheles berlinesa o
la Tabacalera madrileña
, o los
huertos urbanos como el ya histórico “the garden of eden”, en
 un solar del Lower East Side
neoyorquino, dando lugar a una
revitalización del barrio y estableciendo un canal de comunicación con la ciudadanía y con
 las propias autoridades.

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